Patricia Ortiz, CEO de Bodega Tapiz: "Para mejorar la competitividad necesitamos promoción, estabilidad e innovación"
Desde la creación de innovadoras cavas submarinas en la Patagonia hasta la expansión en mercados internacionales, Ortiz, la primera mujer en presidir Bodegas de Argentina, logró combinar su formación en medicina y Psicología Social con su pasión por transformar la industria.

Es una persona de los detalles y con gran vinculación al arte. Patricia Ortiz, quien fuera la primera mujer en asumir la presidencia de Bodegas de Argentina, no es una figura común en el mundo del vino. Con una carrera que comenzó en la Medicina y transitó la Psicología Social, supo adaptarse a nuevos proyectos vinculados a la gestión de bodegas. Así, Ortiz logró llevar a Bodega Tapiz y a otras marcas a la vanguardia de la innovación en el sector.

Si hay un tema que destaca en cada una de sus empresas es su enfoque audaz y su amor por la ciencia. Esto último le dio las herramientas para revolucionar la vinicultura argentina con el desarrollo de cavas submarinas a través de su bodega y viñedos en la Patagonia hasta el fortalecimiento de la presencia internacional del vino argentino en mercados desafiantes.

Pero además, supo incursionar en el tema del arte y desde octubre del año pasado ofrece una muestra sin igual en su bodega de Maipú. Se trata de "El hilo de Ariadna", una iniciativa que creó en forma conjunta con Ramón Blecua, diplomático español y coleccionista.

Si se viaja a Mendoza no se puede dejar de visitar esta colección excepcional de textiles tribales que abarca desde piezas originarias de las estepas de Asia Central hasta las montañas del Cáucaso, incluyendo otras de tribus como los turcomanos, baluch, shashavan, qashqai, lori-Bakhtiar, afshar y kurdas, así como las diversas etnias de la región caucásica. Además de las alfombras y kilims clásicos, la colección incluye una amplia variedad de textiles. De esto y otros tantos temas, conversó con Forbes.

-Venís de una carrera en Medicina. ¿Qué te motivó a dejar el sector de la salud para enfocarte en la industria vitivinícola?

-Comenzamos hace más de 20 años con una viña en Tupungato como proyecto de familia ya que la vitivinicultura y el vino nos apasionaban. Cuando unos años después, decidimos pasar de productores a elaboradores de vinos, la complejidad aumentó y la dedicación también. Fue ahí que decidimos con mi esposo que me hacía cargo del proyecto y comencé mi vida "mendocina", viajando todas las semanas a esta maravillosa provincia.

-¿Cómo influyeron tus estudios en medicina, sociología y tu experiencia en la gestión de equipos en tu enfoque hacia el negocio del vino?

-Sin duda, de mi formación, la Psicología Social, más que la medicina, fue y es una gran herramienta a la hora de armar y gestionar equipos; poder entender y empatizar con las motivaciones personales de cada integrante para lograr que se generen sinergias que permitan avanzar de manera orgánica y sostenida con los objetivos. Todos estos son ejes claves en la dirección de cualquier proyecto. 

Patricia Ortiz

-En cuanto a tus bodegas decís que están enfocadas netamente a la exportación. ¿Qué estrategias fueron implementando para superar las barreras que enfrenta la industria vitivinícola argentina en el mercado internacional?

-Desde un comienzo pensamos la empresa con un modelo netamente exportador, sin desatender el mercado interno, que es un gran mercado de vinos. Exportar no siempre es sencillo, ya que a la competencia internacional, tenemos que agregar los vaivenes de la economía nacional, los tipos de cambio artificiales, la dificultad de hacer pagos de marketing, entre otros temas. Pero nuestro proyecto es a largo plazo y todos esos desafíos mejoraron nuestra creatividad

Presentamos nuestros vinos a la crítica y concursos internacionales ya que son claves a la hora de vender. El trabajo serio y un permanente enfoque en la calidad, a través de elaborar con uvas de nuestras fincas, dando consistencia año tras año a nuestros productos, la reinversión de las utilidades en tecnología, innovación y formación de nuestro equipo, los viajes para conocer nuestros mercados  y consumidores junto a nuestros importadores, nos permitió crecer y expandirnos.

-¿Cómo afecta la situación económica y política de Argentina a las operaciones de exportación y a la percepción de tus vinos en el extranjero?

-La percepción de los vinos argentinos es muy buena y si bien la participación es baja, Argentina representa un 3% del comercio del vino mundial, con lo cual hoy es una oportunidad para crecer. Dependemos en gran parte de políticas que estimulen la exportación, con un tipo de cambio competitivo, con tratados de Libre Comercio que reduzcan o eliminen los aranceles, con costos logísticos, sobre todo los internos para llegar a los puertos, más razonables.

-Fuiste la primera mujer que ocupó la presidencia de Bodegas de Argentina, ¿cómo te resultó esta experiencia de ejercer el liderazgo en una industria predominantemente masculina?

-Nunca me sentí minoría a pesar de serlo. Es una industria que, si bien tiene mujeres, muchas no se involucran en lo gremial empresario, y aun así, encontré en el equipo de la Cámara tanto profesional como las bodegas asociadas que dedican mucho tiempo al trabajo común de la industria, apoyo incondicional, sobre todo en la pandemia.

-¿Qué cambios crees que son necesarios para mejorar la competitividad del vino argentino a nivel global?

-Para mejorar la competitividad necesitamos tres cosas: promoción, estabilidad e innovación. Primero, Argentina necesita promocionar más su producción vitivinícola, para eso se necesitan más fondos. La competencia internacional es muy agresiva y se apoya en fondos públicos de promoción. 

Segundo, necesitamos una macro estable para poder planificar estrategias a largo plazo; nuestros importadores, al invertir en nuestras marcas, necesitan la certeza de que se va seguir exportando. Muchas veces, por las variaciones económicas (tipo de cambio) hay segmentos que no son competitivos y se pierden espacios en las góndolas difíciles de recuperar.

Y tercero: La industria necesita volver a invertir en tecnología e innovación para producir más volumen en los segmentos de vinos de calidad.

-Ante la caída en el consumo interno y los desafíos en la exportación. ¿Qué medidas consideras urgentes para revitalizar el mercado local y aumentar la presencia de los vinos argentinos en mercados emergentes?

-Tenemos que volver a seducir a nuestros consumidores, ser más creativos, generando nuevas situaciones de consumo y menos exigentes con nuestro producto, en cómo se consume nuestro producto. Vemos que se consume menos vino pero no menos alcohol. Tenemos que abrir la complejidad del vino a un público que quizá lo ve como algo lejano con formatos más accesibles y educación.

-Hablás de cambio a formatos más accesibles. ¿Cuál es tu opinión acerca del vino sin alcohol, tanto en lo que se refiere a la demanda actual del mercado como en las consecuencias que podría traer a la industria del vino?

-Me parece que es un nuevo producto, que no compite con el vino. Es ideal para generar nuevas y distintas situaciones de consumo: una mujer embarazada, un conductor designado, personas que no toman alcohol por distintos motivos. Eso los integra a una mesa o un cocktail donde se sirve vino. Vemos una demanda creciente a nivel mundial y una oportunidad para un sector que atraviesa una crisis de demanda.

Patricia Ortiz

-¿Cuál es tu perspectiva sobre la "premiumización" del consumo y cómo influye en la estrategia de tus bodegas?

-La premiumización es un fenómeno mundial. Hoy vemos crecimiento en los segmentos superiores; se toma menos pero mejor. En el caso nuestro, vimos la oportunidad y comenzamos a desarrollar nuevos productos de alta gama. Hace 12 años, con esa mirada, contratamos como consultor a Jean Claude Berrouet, quien a lo largo de 44 años fue enólogo de Chateau Petrus, bodega líder a nivel mundial. Entendimos que nos podía enseñar a lograr la particular elegancia de los vinos franceses, sin perder nuestra identidad. Este proceso tuvo un impacto importante en todos los vinos de la bodega ya que la consultoría no solo implica la visita de ellos, sino la formación en Francia de nuestros enólogos y agrónomos que hace 12 años viajan periódicamente para participar en las tareas de esa prestigiosa bodega.

-Hablemos de arte. ¿Podrías contarnos acerca de la colección de textiles de origen asiático que están expuestos en Casa Tapiz? ¿Cómo se relaciona esta iniciativa cultural con tu trabajo en la industria del vino?

-El arte es otra de las pasiones que tenemos con mi familia y que nos gusta asociar a nuestras actividades. Como misión de Fincas Patagónicas, al inicio, nos propusimos preservar y generar cultura en todos los ámbitos de desarrollo de la empresa. El Club Tapiz es el ámbito que elegimos para desarrollar ese frente, y fiel a nuestra marca, Tapiz, es que hemos desarrollado este Museo, con tapices tribales, pertenecientes a la colección de Ramon Blecua, de Asia menor, confeccionados por mujeres nómades, anónimas, para su uso personal. 

Los tapices son de una belleza que eriza la piel y por eso están expuestas ya no como objetos de uso cotidiano, sino reubicándolas dentro de lo que es el campo de arte contemporáneo. La muestra está curada por Ferran Baremblit, ex director del Museo de Arte Moderno de Barcelona, y cuenta con piezas que a muchos conocedores de arte contemporáneo le recuerda obras de Rothko o Malevich. 

-¿Qué papel creés que juega el arte y la cultura en la promoción de la identidad y la tradición vitivinícola argentina?

-El arte está presente en cada elemento, el vino en sí no es un producto industrial sino la obra viva del enólogo. Cada botella va evolucionando a lo largo del tiempo, y quien la compra decide cómo la guarda y cuándo descorcha, volviéndose así un participante activo de la obra. 

A su vez, el enólogo trabaja entendiendo que cada región vitivinícola en Argentina tiene además del terroir, su propia identidad cultural, que se ve reflejada en su arte y tradiciones. Esta diversidad cultural enriquece la identidad vitivinícola del país, y quienes hacemos vino nos vemos en la tarea de entender y enaltecer. Lo que rodea al vino también es arte. Las etiquetas de los vinos, a menudo diseñadas con artistas locales, son las que ayudan a comunicar todo ese arte desde un lenguaje que el consumidor conoce, y que ayudan a presentar la imagen de Argentina como un país con una rica tradición en la producción de vinos de alta calidad. 

A su vez, en ese proceso también nos apoyamos en el turismo enológico, un sector en crecimiento en Argentina, y donde el arte y la cultura son componentes clave en la experiencia turística. Museos del vino, bodegas que integran el arte en su arquitectura y espacios, y festivales que celebran la cultura vitivinícola atraen a turistas y promueven la apreciación del vino argentino.

-En ese sentido, ustedes tienen hotel y restaurante en Mendoza, ¿por qué decidieron sumar esto a su oferta? La muestra de tapices, ¿cómo influyó en el turismo?

-El Club nació junto a nuestra primera bodega en 2004. La idea es contar con un espacio para que todos los amantes del vino puedan ser protagonistas por unos días de este mágico mundo. Así es que quienes se alojan pueden participar de las actividades de la viña, visitar la cava de espumante y aprender del método tradicional de elaboración y además visitar nuestra bodega en Lujan de Cuyo con visitas diseñadas de acuerdo al interés de quienes vienen. 

Fuimos los primeros en armar el concepto de restaurante y hotel dentro de una bodega, y esos años de ventaja nos permitió recuperar un inmueble de 1890 cuando todavía nadie veía venir este fenómeno. Hace unos años incorporamos algunos ejemplares de llamas, luego la huerta orgánica y ahora el museo. La muestra de tapices nos trajo un público que, además del vino, aprecia el arte y nos sorprende los lugares remotos desde donde vienen exclusivamente para ver los tapices.

-¿Qué nos podés contar del desarrollo de tus vinos en los distintos terroirs donde tienen viñedos?

-En Mendoza tenemos siete fincas, tres en la zona de Lujan de Cuyo para abastecer nuestra bodega Zolo, cuyos vinos expresan las características típicas de la 1era zona de Malbec, y 4 fincas en el Valle de Uco para nuestra marca Tapiz, con las características típicas de los viñedos de altura. En la Patagonia atlántica, contamos con una finca para nuestra bodega Wapisa, única por su influencia marítima, con expresiones muy diferentes a los terroirs mendocinos, notas especiadas y mineralidad típicas de esos suelos y clima.

 

-Hablando justamente de creación y desarrollo de la cava submarina en la Patagonia con tus vinos. ¿Qué desafíos y ventajas encontraste en este innovador método de añejamiento?

-Es una experiencia innovadora en nuestro país que, dada la proximidad al mar, nos pareció interesante explorar. No es sencillo el procedimiento: el vino se baja en bolsas de a 4 o 5 botellas por buzos y se colocan dentro de las jaulas de acero inoxidable fijadas en el fondo del mar adonde, quedan por 6/8 meses y luego son retiradas de la misma manera. 

El efecto del movimiento constante por las mareas más la presión atmosférica (de 1 a 1,5 atm), las condiciones de luz y la temperatura, logran que estos vinos aceleren su proceso de maduración y, comparados con testigos de la misma partida, muestren un añejamiento de años sin los típicos signos de oxidación.

-¿Cómo fue recibida esta técnica por la industria del vino y los consumidores internacionales?

-Hubo mucho interés por parte de todos y consultas para replicarlo en otros lugares. Los buenos vinos mejoran a lo largo de los años, madurando en la botella. Acelerar el proceso de maduración permite que el consumidor pueda encontrarse con un vino joven que tiene características maduras, lo cual reduce costes de guarda en los que a veces incurrimos los bodegueros para asegurarnos de que el consumidor no consuma nuestro producto antes de que llegue a su mejor etapa en términos de maduración, lo cual a veces lleva muchos años!

-¿Qué parte de la producción se destina a la cava submarina? ¿Qué características deben tener las botellas y por qué? 

-Cada jaula puede llevar 500 botellas dependiendo si son magnum o tradicionales (750cc). Poseemos 4 jaulas, por lo que una pequeña producción se destina cada año a este proceso. Son botellas más gruesas para soportar la presión, su etiqueta está grabada ya que cuando las retiramos tiene adosadas a su vidrio caracoles y sedimentos. Su corcho está recubierto con cera para evitar cualquier filtración de agua. Desde que comenzamos hemos ido modificando la técnica para obtener mejores resultados, por ejemplo las botellas ahora van verticales y no acostadas

 

Recuadro

En números

-Poseen 1000 hectáreas de tierra, 350 de las cuales están plantadas. 

-Para sostener su concepción de que todo vino nace de viñedos propios, van plantando todos los años, proyectando el crecimiento de las ventas. 

-Tienen 2 fincas con certificación orgánica que producen Malbec, Cabernet, Chardonnay y Sauvignon blanc. Además tienen Torrontés, Viogner, Merlot, Pinot Noir, Bonarda y Syrah.

-Cuentan con certificación de sustentabilidad de Bodegas de Argentina y están certificados con normas internacionales como BSCI, Global Gap y Good manufacturing Practices.

-La capacidad total de producción entre las 3 bodegas es de 4,5 millones de litros.

 

 

Fotos: Gentileza de la entrevistada