¿La noche termina antes? Causas y consecuencias de esta tendencia global que tiene su reflejo en Argentina
Mientras los hábitos y la economía cambian, también se modifica el paisaje social y urbano. Más allá de la coyuntura de recesión a nivel local, el fenómeno también se da a nivel mundial.

Durante todo el 2024, desde medios internacionales y locales se viene documentando una tendencia que se refleja tanto en los hábitos de las nuevas generaciones como en los más grandes: la noche termina antes y ya no es deseable salir a bailar o a comer hasta tan tarde. El fenómeno es multicausal y, más allá de lo cultural -cambios catalizados post-pandemia y la accesibilidad que ofrece la tecnología-, los motivos también incluyen variables económicas e inflacionarias, y de transporte y seguridad en las ciudades.

Según un reporte de la Asociación de Industrias Nocturnas (NTIA), en el Reino Unido el 31% de los clubes habían cerrado entre marzo de 2020 y diciembre de 2023, un promedio de 10 por mes, mientras que en EE.UU. ya se habla de que las personas de entre 18 y 35 años se van a la cama más temprano, y los bares y clubes de Nueva York en consecuencia están empezando a considerar otros horarios (aumentan las reservas para cenar antes de las 6 pm, dice The Wall Street Journal) y a organizar eventos diurnos. En contraposición, otros tipos de negocio o espacios para el ocio, desde salas de escape hasta heladerías, prosperan, alertan en el Reino Unido.

De este lado del océano, distintas voces se preguntan qué está pasando con la famosa noche argentina, hoy acortada tanto por la contracción del consumo y la recesión económica como por el cambio de hábitos luego de la pandemia: desde avenidas icónicas como Corrientes en capital con menos locales abiertos hasta tarde o con reservas para cenar que se realizan cada vez más temprano.

"La percepción de que 'la noche porteña se apaga' no es una sensación: es un fenómeno complejo que responde a factores sociales, económicos y culturales. Por un lado, la crisis económica impacta de lleno: menos gente puede permitirse ir a bares y restaurantes, y cada vez más locales acortan su horario por la caída del consumo y el aumento de los costos operativos. Incluso avenidas emblemáticas como Corrientes perdieron su brillo, un declive de más de cinco años que se aceleró en estos tiempos. Por otro lado, el cambio de hábitos tras la pandemia, como cenar más temprano y salir menos, se mantuvo. Y la masificación del trabajo remoto, que la pandemia catalizó, terminó matando buena parte del after office", dispara Karina Niebla, periodista y consultora, Oxford Climate Journalism Fellow, quien viene documentando estos procesos desde su newsletter Escala Humana.

 

Aspectos como la infraestructura de transporte que no respalda la economía nocturna, o inclusive la generalización del trabajo remoto que ha puesto fin a las salidas nocturnas espontáneas, y "que prácticamente ha acabado con las salidas nocturnas de los viernes, ya que más personas trabajan desde casa al final de la semana", como explica la cronista Emine Saner en la nota 'By 8pm it is time to head home': whatever happened to the big night out?, son otros factores que contribuyen. "La creciente inseguridad en algunos barrios también influye, porque disuade de andar por la ciudad de noche. Y, desde luego, impacta la crisis del transporte público, cada vez más caro y con menos frecuencias en horarios nocturnos", completa Niebla.

La cultura del bienestar y las redes

No era necesario que llegara el Covid para que la customización tech o el entretenimiento on-demand (películas, cine, música, juegos, citas) inclinaran un poco más la balanza hacia el lado de quedarnos en casa. Sí puede que haya sido el último clavo que faltaba. "La pandemia ha potenciado algunos aspectos de la vida a la carta, lo que significa que nunca tenemos que salir de casa: podemos pedir comida de restaurante, encontrar una pareja y pasar horas viendo la televisión. Tenemos que trabajar duro para que la gente salga. Existe esa cultura social del sillón contra la que tenemos que luchar", se explayan en la nota.

Además existe toda una cultura online que hoy en día cala fuerte, sobre todo en las nuevas generaciones, y parece propiciar en su máxima expresión, y acompañar en la mínima, la idea de acostarse temprano, llevar hábitos saludables, no beber tanto alcohol, etc. Con hashtags en redes masivas como TikTok del estilo "soft-life" o tendencias como "hygge", "sober curious" y otras, el foco está puesto en llevar una "vida suave" orientada hacia el cuidado personal, los límites, la gratitud y un enfoque más relajado de la vida, versus el hedonismo desenfrenado y las fiestas. "Los jóvenes de entre 18 y 35 años dicen que entienden mejor que antes la relación entre el sueño y la salud, y muchos ven los beneficios a corto y largo plazo de dormir más. También dicen que se sienten reconfortados al aprovechar la noche", agrega Rachel Wolfe, del Wall Street Journal, dando cuenta que el mejor lugar para un joven adulto y profesional a la madrugada hoy parece ser... su cama.

 

Otra nota de The Guardian da cuenta de un fenómeno que sitúa tanto en sitios como EE.UU., Reino Unido y Australia, y que tiene que ver con la regularidad con la que la gente cancela con menos aviso o de forma intempestiva planes ("flaking"). De este modo, cancelar almuerzos, reuniones planificadas hace tiempo, viajes y conciertos, pero también cumpleaños, bodas y funerales, por falta de motivación o cansancio pero también alegando auto-preservación y autocuidado, se vuelve más corriente y menos tabú.

Un contexto insoslayable es el del creciente burnout y problemas de salud mental entre los jóvenes adultos y profesionales en las grandes ciudades, que podría explicar entre otras cosas esta tendencia hacia hábitos más saludables y de auto-cuidado o introversión. Según el CDC, los trastornos de ansiedad son el problema de salud mental más común en países del mundo desarrollado como EE.UU., con más de 40 millones de personas adultas padeciéndolas. Por su parte, la OMS estima que aproximadamente el 4% de la población padece ansiedad. Como si fuera poco, este año ha hecho estragos en la salud de los argentinos: un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA) reveló que uno de cada cuatro argentinos tiene sintomatología ansiosa y depresiva.

La hospitalidad, ¿el sector que más sufre?

Aunque que ya se habla también de una epidemia de soledad en la que las sociedades parecen insularizarse y polarizarse en países como EE.UU. -algo que también se podría observar con atención desde el sur global-, como detalla un informe reciente de The Atlantic titulado "El siglo anti-social", uno de los aspectos que más se menciona y que hace a la vida en comunidad y la sociabilidad es, justamente, el derrotero de la industria gastronómica.

Si en Europa las raves diurnas ganan adeptos y el hábito de beber en bares se está corriendo a horarios diurnos (estiman que la hora pico un sábado pasó de las 9-10 pm a las 4-5 pm), y hasta se teme por la desaparición de clubes nocturnos y teatros pequeños que hacen a la característica vida nocturna de ciudades como Londres, en EE.UU. el panorama para los negocios "del medio" tampoco luce bien.

 

Peligra el sector de los "restaurantes informales" (establecimientos de comida para llevar en el segmento de precio medio del mercado), es decir, están desapareciendo los restaurantes y bares apuntados a la clase media, aquellos que no son ni fine dining ni fast food. "La cadena Red Lobster se declaró en quiebra en mayo. Otro gigante familiar, TGI Fridays, se declaró en quiebra el mes pasado y la cadena de comida italiana informal Buca di Beppo lo hizo en agosto. Denny's anunció en octubre que cerraría 150 locales. Applebee's está en medio del cierre de docenas de locales. Ajustado a la inflación, el gasto este año en las cadenas de restaurantes informales va camino de bajar alrededor de un 9% en relación con hace una década", según datos de Technomic. El mayor crecimiento que tuvo la industria en ese país proviene de cadenas de comida rápida de servicio limitado y de comida rápida informal. En 2023, el 74% de todo el tráfico de los restaurantes procedía de clientes "fuera de las instalaciones", es decir, de comida para llevar y a domicilio, frente al 61% antes del Covid, de acuerdo a la Asociación Nacional de Restaurantes de EEUU.

Sumando a esto y gracias a la economía de plataformas, crece el delivery y las dark-kitchens, que se muestran como la opción más viable para la gastronomía actual. Quizás por eso no sorprende en Argentina la proliferación de operaciones de "ventanita" (take out o de asientos solo en la vereda) y modelos de negocio como las cafeterías de autor ya que conllevan menos costos y riesgos. Además, existe una transversalidad ineludible: salir a comer o beber es cada vez más caro en todas partes, por eso optar por quedarse en casa, comprar insumos en el supermercado o pedir delivery le gana a casi cualquier propuesta.

La polarización y los sistemas de reservas

"En el plano estrictamente gastronómico, se está ante los inicios de una polarización similar acá: mientras los restaurantes de rango medio sufren lo peor de la crisis y en muchos casos cierran sus puertas, proliferan los premios internacionales a locales de alta gama, prosperan las opciones premium (con precios inalcanzables para la mayoría) y se multiplican las alternativas más económicas como las franquicias de pizzas y empanadas. Este fenómeno está estrechamente ligado al empobrecimiento progresivo de la clase media en la Argentina, una tendencia que se replica a nivel mundial, con matices", contextualiza Niebla sobre el escenario nacional.

Otros, como el gastronómico de larga data Julián Díaz, reconocen el panorama desalentador para el rubro pero también ven algo de esperanza: "En el centro, por ejemplo, la proliferación de modelos de mostradores chatarras de empanadas industriales es impresionante. Eso va a quedar mucho tiempo y le compite a lo más barato que había antes, que era la pizza de parado tradicional. Pero en los barrios resiste la creatividad, es un año con muchos locales nuevos buenos, con ideas. Argentina aguanta. En los bares es más difícil, sin turismo y con los jóvenes empobrecidos, hay que ponerse creativos para tener precios amigos".

 

A su vez, salir a comer afuera ya no es lo mismo. En algunos lugares cada vez es más complejo reservar ya que al polarizarse el consumo hay una demanda acotada o de nicho, pero colapsada de lugares de alta gama -en general los espacios reconocidos por la Guia Michelín o premiados-, y entonces hay fila virtual de meses, como sucede en Anchoita. En lugares como EE.UU., donde sucede algo similar, ahora ciertas tarjetas de crédito dan a las personas una ventaja en la competencia de reservas, lo cual genera una clara ventaja entre algunos clientes. En este marco, Niebla explica que emergen nuevas políticas como el cobro por cancelación de reservas (que en algunos restaurantes de media gama pueden llegar a los $ 10.000), que son entendibles por los altos costos operativos, pero alejan aún más a quienes solían disfrutar de salidas ocasionales, una de las bases de la nocturnidad porteña.

Entonces, ¿se acortó la noche o simplemente se adaptó con la cultura actual? ¿Es posible resistir este momento económico? "Resiste el ánimo más que el bolsillo para generar joda en un contexto de recesión y desánimo. Confío en que la noche muta y subsiste. Hay bares trasnochadores, boliches alternativos y jodas en lógicas jóvenes que no me llegan pero sé que están", cierra Díaz no sin un dejo de optimismo.