En el fondo de la casa de la madre de José y Rodolfo Schätz, a comienzos de la década del 60, nació esta empresa nacional comprando y vendiendo herrajes y luego con fabricación propia. Pasaron de tener un pequeño torno y algunas máquinas más a transformar a este emprendimiento en una empresa de 100 empleados. Fabricaban manijas, manijones y pomos para puertas, griferías y más. Norberto Schätz encontró la empresa de esta forma, pujante, potente, y en el año '82, también muy joven, como habían empezado sus ancestros, entró a trabajar.
Hoy, Schätz Artesanos genera artículos que no existen en otro lugar del país ni de la región. Trabajan para obras importantes como la famosa iglesia de los mormones emplazada en el centro de La Matanza, barrios enteros de la zona norte de la Ciudad, cascos de estancia del Gran Buenos Aires, edificios de Puerto Madero y la mayoría de los hoteles boutique que reciben a los turistas europeos que llegan a Buenos Aires.
Hacemos todo a medida, los arquitectos, los interioristas, los diseñadores, se meten en nuestro catálogo y ven algo que les gusta, ven una idea, pero luego los asesoramos y nos piden exactamente que quieren. Nosotros siempre les decimos que sí, que nos envíen el diseño que quieran y les diremos si es posible o no, pero no vamos a vender algo estandarizado, industrializado, explica Norberto.
Y agrega que al final del día siempre es alguien que piensa en un lugar propio, de pertenencia, que quiere habitar o visitar. Siempre hay un cliente particular que quiere algo para su propia casa, mismo un arquitecto o un interiorista, así como también una empresa constructora, haciendo el proyecto de su próxima vivienda. O el templo al que irá a rezar. O el hotel en el que se hospedará en su nuevo y esperado viaje. Y entonces es ahí donde nosotros intentamos entrar viendo qué puede hacerse y cómo, pensando en lo que esa persona vivirá al final de la obra entendiendo a los herrajes como la presentación imagen y saludo con el que recibirá a sus invitados.
El aporte de la tercera generación
Norberto Schätz vio a mitad de los '80 y principios de los '90, cómo la fábrica de su padre y su tío tenía 100 empleados. Y también vivió la historia del país y sus crisis en carne propia. Se definió, buscó un mercado ABC1, se especializó, generó piezas exclusivas y únicas. Marcó diferencia con la competencia. Pero también se apoyó en su tercera generación. Franco Schätz es hijo único. Y no es orfebre. Hizo su propia historia pero nunca se despegó de su padre y el recuerdo de su abuelo. Es el orgullo de su padre, y quien aporta con su iniciativa, su visión innovadora y entendimiento más global del negocio. Así es como dieron el paso dentro de las redes sociales, consiguieron un local de gran valor estético, bien ubicado y se abren las puertas a nuevos desafíos. Asimismo, se han incorporado nuevas tecnologías para el desarrollo digital de piezas y modelos, tanto nuevos como para modificación de muestras preexistentes.
Schätz está apostando a un nuevo mercado de la mano de Franco. Llegar a más estudios de arquitectura y decoración, porque está muy bueno tener obras puntuales como una iglesia, pero la empresa no crece solo por dos o tres obras grandes al año por muy esculturales que sean, sino por muchas medianas o pequeñas. Por eso abrimos este local en pleno Barrio Norte. Para que los interioristas pasen y vean los productos. Para que la gente mire la vidriera y le pida a su arquitecto sí o sí esto, tanto sea de estilo francés como moderno, explica la tercera generación de la familia, que no tiene 30 años aún.
Pero también están apuntando al exterior: hicieron obras para Chile, Perú, Brasil y México, por ejemplo. Y, claro, está el objetivo final de Franco, Estados Unidos. Hay una parte de la familia Schätz que en este momento está viviendo en ese país y ya estamos potenciando la venta allí, teniendo una base desde la que trabajar y alcance internacional, explica el menor de la familia.
El método Schätz
La metodología de trabajo es tradicional: los artesanos bocetan las piezas a mano alzada y los orfebres las fabrican a medida según el pedido de los clientes. El tiempo dedicado a la confección de cada pieza es parte del secreto de su perfección: son trabajadas como pequeñas obras de arte.
Schätz trabaja con bronce 90% argentino y algunos otros que son importados. Hoy llega desde la mano de Norberto y de los otros ocho orfebres que trabajan en la fábrica a todas las provincias del interior del país, a muchísima gente del campo, del Gran Buenos Aires, que arma sus cascos y quiere un estilo francés o moderno que solo nosotros tenemos en la región y a varios países de Sudamérica, explica el dueño y heredero de la empresa y aclara que están terminando una obra muy grande en Chile en este momento y que hicieron otra gigante para Puebla, México.
Hay muchas piezas de estilo francés pero también modernas. Y hay ya mucho más diseño por computadoras que cuando empezaron, por supuesto. El desarrollo de modelos a través de programas de diseño tridimensional por computadora abre un abanico de posibilidades no solo de máquinas que funcionan por control numérico computarizado para materializarlo, sino también de complejidad de formas y pruebas de prototipos que se pueden hacer antes de comenzar la producción, explica Norberto que tuvo que aggiornarse con las nuevas metodologías.
En Schätz se pueden encontrar productos de hasta un millón de pesos. Herrajes, manijas para puertas, pomos,, el equipamiento completo de la grifería de un baño y una cocina. Por eso también el mercado argentino es chico para una empresa así, el mercado local ABC 1 lamentablemente queda chico, y parte del trabajo de Franco también está en llegar a Estados Unidos.
Al final del día, recuerda Norberto Schätz que su propósito es seguir un legado. El de José y Rodolfo Schätz, orfebres.