Sobre el final de la apasionante novela de Jaime Bayly, Los genios, que cuenta la historia de la amistad y enemistad entre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, se desarrolla una escena cargada de tensión erótica. El escritor colombiano y la mujer de su amigo viajan en un auto descapotable, rumbo al aeropuerto, para que ella regrese a Lima. Están borrachos, pasaron una noche entera de parranda, bailando y bebiendo; el peligro de hacer algo con consecuencias irreparables está ahí latente, la tentación es grande. Gabo pone música, vallenatos, su música preferida, la que él, según el autor de la novela, canta y con buena entonación.
Entre los vallenatos suena “La gota fría”, una canción que en esos años 70 ya tenía décadas pero que veinte años después volvería a ser un éxito, ahora internacional, en la voz de Carlos Vives. “La lleva él o me la llevo yo”, canta a los gritos, feliz, junto a las carcajadas de la mujer de su amigo. La repercusión sexual de la frase, sin embargo, no tiene mucha relación con la historia que la canción está contando.
“La gota fría” es una composición del músico colombiano Emiliano Zuleta Baquero, de 1938 y lo que cuenta es un duelo musical ganado por él contra el acordeonista Lorenzo Morales, identificado también en la canción como Moralito. Dice la leyenda que una noche, en la pequeña población de Urumita, en el norte colombiano, cerca del Caribe, en un local de música y bailes, tocaba la estrella del lugar, Lorenzo Morales. Apareció Emiliano Zuleta, le pidió el instrumento y deslumbró a los participantes con su ejecución. Nació allí una enemistad entre los dos que iba a resolverse en un duelo musical, como las actuales batallas de gallo en el género trap contemporáneo. Letra improvisada cantada sobre la base de una melodía llevada adelante por el acordeón: con esos elementos se disputaba el reinado entre uno y otro. Sigue diciendo la leyenda que la primera intervención de Zuleta Baquero fue tan deslumbrante que Moralito adujo una indisposición y se retiró.
“La gota fría”, entonces, es el relato autocelebratorio de Zuleta Baquero sobre aquella noche legendaria. Es una letra eufórica, desafiante, arrogante y pendenciera, como los cánticos de una hinchada que ganó una final a su clásico rival (digamos, en Madrid, para dar un ejemplo imaginario). Su sensualidad no proviene de referencias sexuales sino de su impertinencia, su aire fanfarrón, desvergonzado, que, en estos tiempos de miedo a ofender, suena libre y sin miedo. “La lleva el o me la llevo yo”, entonces, no refiere a una mujer sino a la consagración de aquella noche mágica en que Zuleta ganó por abandono a Morales. La letra sigue diciendo: “Ay, Morale, a mí no me lleva porque no me da la gana”.
Como toda canción popular que crece por afuera de la industria discográfica y nace en los arrabales de la música, la letra de “La gota fría” tiene variaciones en cada versión, versos que aparecen y desaparecen, términos que cambian. En todo caso, siempre está la descripción inicial de la escena:
Acordate Moralito de aquel día
Que estuviste en Urumita
Y no quisiste hacer parranda
Te fuiste de mañanita
Sería de la misma rabia.
Una de esas variaciones es la descripción de Lorenzo Morales, a veces mencionado como “un indio chumeca”, “un hombre chumeca” o “un negro chumeca”. Morales, efectivamente era negro. Chumeca se llamaba a los negros provenientes de Jamaica que llegaban a La Guajira a trabajar en la cosecha de café. Como pasa habitualmente con ese tipo de migraciones estacionales, los colombianos de la zona los despreciaban porque los veían como una amenaza en el mercado laboral. Con sus diferentes versiones (indio, hombre, negro), las estrofas que describen a Moralito son impactantes por el nivel de incorrección política:
Qué cultura, que cultura va a tener
Un indio chumeca
Como Lorenzo Morales
Qué cultura va a tener si nació en los cardonales.
El remate con la letra de la canción es precioso y usa la expresión “la gota fría” como el momento en que uno se da cuenta de que las cosas no son como se piensa:
Moralito, Moralito se creía
Que él a mí, que él a mí
Me iba a ganar
Y cuando me oyó tocar
Le cayó la gota fría.
Zuleta Baquero, entonces, llama a su contrincante embustero y bruto nacido en los cardonales; lo acusa de cobarde al rehuir el combate; le recuerda una y otra vez su derrota y lo convierte en el hazmerreír de La Guajira. Sin embargo, las crónicas indican que Zuleta y Morales quedaron amigos para toda su vida. Zuleta vivió hasta los 93 años y Moralito hasta los 97. Ambos entendieron que la letra de una canción pertenecía a un universo ficcional y festivo cuya relación con la realidad era tenue y relativa. De esa falta de pudor y miedo nace su enorme atractivo.
En 1993, el popular cantante colombiano Carlos Vives sacó un disco precioso con viejos vallenatos de la zona caribeña llamado “Clásicos de la provincia” con una versión de “La gota fría” que la puso en la consideración del mundo. El éxito fue descomunal y hasta Julio Iglesias grabó versiones en distintos idiomas y mezclando lenguas en la misma producción. La versión de Vives es muy linda aunque la incorporación de sonidos andinos me resulta poco genuina. Las de Julio Iglesias son muy malas, aplanando sentido y ritmo, como hace habitualmente.
Se me hizo larga la nota pero, por un lado, la canción lo amerita y, por otro, hago mía las palabras de Zuleta Baquero en “La gota fría”: “En mis notas soy extenso, ¡a mí nadie me corrige!”.