Gabriela Celeste es una de esas personalidades que redefinen industrias. Nació en Mendoza y su amor por el campo la llevó a estudiar Ingeniería Agronómica. Con sueños de trabajar en la Pampa húmeda pronto encontró en la enología su verdadera vocación.
Tuvo la oportunidad de aprender los secretos de la viticultura en Francia e Italia, lugares que le dieron saberes no solo sobre el vino sino sobre la vida y cómo gestionar, pero regresó a Argentina para desafiar las normas establecidas en un sector dominado por hombres.
En charla con Forbes, Gabriela Celeste comparte sus primeros pasos en la industria y su aprendizaje al trabajar con Michel Rolland -"como al comienzo, yo no sabía tanto de su fama como asesor, podía preguntar cualquier duda sin tener vergüenza de no saber"-. Su pasión por el vino y el lazo que estrecharon con el francés, la llevó a cofundar Eno.Rolland.
En 1999, además, se animó a lanzar su propia línea de vinos "Escarlata" y, en el último tiempo, gestó un proyecto excepcional, Vanguarvid, una plataforma educativa que promete dejar conocimientos en la vitivinicultura.
Recordó cómo viró del campo a la enología: "me atrapó el hecho de que, partiendo de un viñedo, y después de la uva, llegás a transformarla, elaborando una bebida capaz de dar placer a quien la bebe".
-Estudiaste Ingeniería Agrónómica en la UNCUYO, ¿cómo fue tu transición hacia la viticultura y enología?
-Sí, estudié ingeniería agronómica porque siempre me gustó el campo, los animales y las plantas. Desde chica pensaba que iba a dedicarme al cultivo extensivo como el maíz, girasol, trigo o sorgo. Me imaginaba criando ganado y viviendo en el corazón de la pampa húmeda. La imagen romántica de todo eso creo que nació cuando, cada año, en las vacaciones de verano, viajábamos con mi familia desde Mendoza hacia la costa argentina y atravesábamos esos campos repletos de vacas pastando, de extensiones interminables con trigo o con los girasoles y, al fondo de cada paisaje, siempre había un molino y un grupo enorme de árboles añosos, donde se encontraba el casco de una estancia.
De chica, vivíamos en una casa con patios enormes, repleta de plantas y con muchos animales de granja. También, mi padre tenía en sociedad con mi tía, una pequeña finca con vides y olivos a la cual íbamos siempre con mi padre. ¡Ese era su hobby!
El plan era recibirme de ingeniera agrónoma en Mendoza ya que mis padres no podían enviarme a estudiar a Buenos Aires y ya con título en mano, concursar para una especialización o postgrado en la facultad de Ciencias Agropecuarias de la UBA o tal vez algún trabajo en alguno de los INTA de la provincia de Buenos Aires para lograr la experiencia.
Pero en el camino me sedujo enormemente la parte vitícola y la primera enología que cursé en la facultad. Me atrapó el hecho de que, partiendo de un viñedo, y después de la uva, llegás a transformarla, elaborando una bebida capaz de dar placer a quien la bebe. Algo que mezcla sin dudas la ciencia, pero que al no ser una ciencia exacta, tiene mucho de arte, ya que transformás todo el tiempo el producto que da la naturaleza. ¡Es maravilloso ver un racimo de uva e imaginar el vino que podés obtener al cabo de unos años! ¡Es maravilloso plantar un viñedo e imaginar la cara del comensal que tomará el vino que se obtenga de él en unos 10 años!
-¿Qué recordás de tus primeros trabajos en bodegas de Francia, Italia y Argentina? ¿Algún aprendizaje o experiencia que haya marcado tu carrera?
-De mis primeros trabajos recuerdo con mucho cariño a quienes encontré en el camino, a todos los conocimientos prácticos que me transmitieron y todo lo que pude absorber ya que todo me resultaba nuevo y muy interesante.
En Francia, aprendí a valorar la estética en las plantaciones con viñedos, que deben ser además de productivos, lindos. Me llamó la atención la prolijidad de los viñedos, de viñas bajas en la región de Bordeaux, que rodeaban esas construcciones tan antiguas de piedras, los famosos "chateaux".
En Italia, aprendí a valorar las cosas sencillas de la vida, la relación entre las personas para lograr un objetivo de producción ambicioso. Quedé maravillada por la generosidad y simpleza de su gente, por la belleza de sus paisajes, por los viñedos plantados en pendientes.
En Argentina, aprendí a hacerme un lugar en una carrera que era mayormente de hombres, desarrollé un espíritu competitivo además de competente. Siempre recuerdo mis primeros pasos en una bodega de las más grandes del país (Trapiche), donde me presenté a trabajar y todo era nuevo para mí y la estructura no estaba adaptada para tener mujeres en la parte de producción de la bodega. Pero encontré muy buenas personas que me enseñaron y me dieron las herramientas necesarias para hacer mis primeras armas.
- Trabajaste nada menos que con Michel Rolland ¿cómo influenció en tu carrera enológica?
-El hecho de haber conocido al inicio de mi carrera profesional, apenas graduada y sin experiencia alguna, a una personalidad como Michel Rolland, hizo que me formara bajo su tutela, adquiriendo hábitos y conocimientos de alguien que ya estaba consagrado en el mundo de la vitivinicultura.
Y, como al comienzo, yo no sabía tanto de su fama como asesor, podía preguntar cualquier duda sin tener vergüenza de no saber. Y él me explicaba con la paciencia de un padre a una hija, contándome sus "secretos" a la hora de trabajar y asesorar.
Aprendí muchísimo de la parte técnica como también del trato interpersonal entre cliente y asesor, aprendí que la psicología juega un papel primordial al asesorar, porque para lograr excelentes resultados, debes persuadir a tu cliente de hacer lo que le recomiendas para lograr un objetivo.
-De aquellos tiempos, ¿qué desafíos enfrentaste al cofundar Eno.Rolland y cómo evolucionó la empresa bajo tu dirección?
-Al cofundar Eno.Rolland en el año 1999, el mayor desafío fue custodiar la marca Rolland, ya que cualquier cosa que yo decidiera era involucrar un nombre muy reconocido en el medio. Alguna vez, antes de comenzar con Eno.Rolland le pregunté a Michel por qué se animaba a dejar su nombre bajo mi responsabilidad y me respondió "porque estoy seguro que lo vas a hacer muy bien".
Además tuve otros desafíos como asesorar a profesionales de mi misma edad o mayores, cuyas empresas habían contratado nuestros servicios y Michel solo acudía 1 vez al año y el resto de las visitas quedaban en mis manos.
Al principio comencé sola, con un analista en el laboratorio y, al poco tiempo, fuimos agrandando el equipo hasta que llegamos a ser 8 personas a tiempo completo y algunas más contratadas durante la época de vendimia.
-Cuando adquiriste el total de las acciones, ¿qué cambios significativos implementaste en Eno?
-Al tener el total del manejo de la empresa armé un plan de inversiones con alguna renovación de equipos, un listado de nuevos servicios para ofrecer en el corto y mediano plazo, una adecuación de los análisis que realizamos habitualmente en el laboratorio enológico y un programa de capacitaciones /asesorías a distancia.
-Mientras tanto, también te diste tiempo para crear tu línea de vinos Escarlata. ¿Qué te inspiró a lanzarlo y cómo ha evolucionado desde entonces?
-Mi línea de vinos Escarlata nació en el '99, cuando llegué de trabajar una temporada en Francia y vi allá que pequeñas superficies de viñedos daban origen a pequeñas partidas de vino que se elaboraban y vendían en la propiedad. Eso me incentivó a querer vinificar las uvas provenientes de la viña familiar, en lugar de vender las uvas a las grandes bodegas.
Como era imposible para nosotros construir una bodega, se me ocurrió que podía pactar una parte de mis honorarios a cambio de capacidad de vinificación en una pequeña bodega donde fui a trabajar como enóloga.
Así nació en 1999 la primera cosecha de Escarlata, que por entonces era 100% Malbec de Cruz de Piedra. Actualmente, y a partir de 2010 el concepto cambió y, bajo la marca Escarlata, tengo colecciones de vinos que recorren diferentes zonas y distintos cepajes. Así existen vinos únicos, diseñados cada uno en un momento, tal como un diseñador o un artista diseña sus piezas.
Cada colección es de una misma añada y se compone de vinos denominados cada uno con un adjetivo que lo identifica y que no se repite a través del tiempo. El hilo conductor es, por lo general, la zona de producción de las uvas. Son vinos de guarda, los empiezo a comercializar 5 o 6 años después de su puesta en botella.
-Ahora estás embarcada en un proyecto junto al reconocido ingeniero agrónomo Marcelo Canatella, ¿qué te motivó a lanzar la plataforma Vanguarvid junto a él y cuál ha sido la recepción hasta ahora?
-La idea de Vanguarvid surgió para dejar un legado a las futuras generaciones de técnicos y amantes del vino. Con Marcelo nos conocíamos desde nuestros estudios en la facultad y posteriormente nos encontramos trabajando ambos con el gran Michel Rolland para el Clos de los Siete. Marcelo en la parte del viñedo y yo, en el control analítico de los vinos.
Como ambos teníamos y tenemos muchas ganas de transmitir todo lo que aprendemos y vamos descubriendo respecto del mundo del vino, es que decidimos encarar el proyecto desde una faceta con rigor técnico y explicarlo de forma sencilla. La primera etapa fue de contenidos gratuitos con pequeños videos que explican un tema de forma sintética en un par de minutos y los cuales están todos en nuestro canal de Youtube. Y ahora estamos apostando a los cursos que tienen un costo muy accesible y que están pensados para quienes desean profundizar en los conceptos técnicos teóricos y prácticos.
A la gente le gusta mucho lo que hacemos, tenemos muy buenos comentarios. Tratamos de hacerlo con la mejor calidad que está dentro de nuestras posibilidades y lo más importante de todo es que le ponemos mucha pasión a esta nueva faceta nuestra que hemos descubierto.
-¿Qué tipo de contenido y experiencias pueden esperar los usuarios de Vanguarvid? ¿Qué novedades planean incorporar próximamente?
-En Vanguarvid hay contenidos de los más variados, todos relacionados a la vid y el vino. Tenemos notas y diálogos con un gran número de referentes de la industria del vino, incorporamos temas como poda de la vid o labranzas previas a la plantación, o elaboración de vino tinto o fabricación de copas de cristal, o lavado de barricas, o construcción de bodegas.
Hemos incorporado recientemente los cursos, de los cuales hemos empezado con la parte vitícola y ahora seguiremos con la parte enológica. Apostamos a que el posible alumno tenga material original, de primera mano y a un costo accesible. Transmitimos además del conocimiento, nuestra experiencia de más de 25 años trabajando en el medio.
-Hablemos de la vitivinicultura en general. ¿Cómo creés que evolucionó la relación entre viticultura y enología a lo largo de tu carrera?
-La relación entre viticultura y enología es rara. Nació como un "divorcio" de ambas actividades hace más de 25 años. Los enólogos en las bodegas, ¡con guardapolvo y todo!, comenzando su tarea al recibir las uvas; y los agrónomos en el campo, cosechando cuando ya estaba el tenor azucarino mínimo y sin pisar la bodega.
Hoy eso ha cambiado completamente, ya que los enólogos van al viñedo, eligen las parcelas, opinan sobre ciertos trabajos en la viña para lograr calidad; y los agrónomos dedicados a la viticultura, degustan los vinos, se interesan por el proceso de elaboración y pueden llevar adelante la producción para tener la calidad que se necesita en la bodega. Ahora todos hablamos el mismo idioma.
-En cuanto a la comunicación y al hecho de compartir conocimientos, ¿qué cambios venís viendo en la industria vitivinícola con la nueva camada de enólogos?
-Cuando yo empecé en la industria, todo parecía "secreto", no se compartían experiencias y la forma de elaborar los vinos era diferente. Se apostaba a los grandes volúmenes con uvas de diferentes lugares y tratando de mezclar en vasijas, los frutos de distintas características para estandarizar el producto final. Cada cual hacía lo que a su criterio resultaba mejor para la empresa y luego la etiqueta apañaba el vino que llegaba al consumo.
Hoy se busca diferenciar las zonas, mostrar características únicas en cada vino, se comparte la información tanto técnica como de proveedores de la industria o se hacen 'pulls' de compra entre pequeños productores. Es muy común que los enólogos y los agrónomos hagamos reuniones donde compartimos nuestros vinos e intercambiamos experiencias de elaboración y prácticas vitícolas. Hoy no hay secretos y, aun empleando las mismas uvas y las mismas técnicas, el producto lleva el sello del enólogo.
-¿Cuáles son las posibilidades de crecimiento que ves para la vitivinicultura en Argentina, especialmente en nuevas zonas?
-Veo un gran interés de tener viñedos en zonas no tradicionales, tal es el caso de Córdoba o de la provincia de Buenos Aires que viene creciendo en número de proyectos con pequeñas superficies de viñedos.
Estas zonas se enfrentan con muchas dificultades a nivel climático y de provisión de materiales, pero con la tenacidad de los productores se logra obtener uvas para vinificar esos vinos lugareños que son atractivos por su simplicidad y muchos de ellos ya apuestan a jugar en las grandes ligas, obviamente con pequeñas cantidades.
-¿Cómo ves el papel del Malbec y otras cepas en el mercado internacional?
-El Malbec es y será nuestra bandera en el mundo. Por su originalidad, con esos taninos dulces tan seductores para los paladares del mundo y con ese color siempre vistoso. Creo que otras cepas van poniéndose de moda y duran en el tiempo un periodo más o menos prolongado, pero al final no nos representan en el mundo, no somos reconocidos como productores de esos cepajes.
Si bien muchas variedades se destacan en alguna zona de producción u otra, ninguna es tan versátil para su cultivo como el Malbec y creo que sirven de complemento para los cortes de vino que van surgiendo.
Por otra parte, el Malbec se cultiva tanto en el norte como en el centro o sur de nuestro país y siempre se da bien, presentando los vinos unas características muy distintas, pero que jamás defraudan.
-¿Cuál es tu opinión sobre la tendencia de los vinos orgánicos y biodinámicos? ¿Qué pensás de las modas en el mundo del vino, como los vinos naranjos o los vinos de parcela?
-Creo que los vinos orgánicos son una forma inteligente de consumo, para la cual no estamos preparados completamente en el mercado argentino, sí en muchos mercados europeos. Pienso que serán una tendencia en nuestro país, cuando las nuevas generaciones tomen la posta.
Los vinos biodinámicos son un grupo más exclusivo dentro de los vinos orgánicos. Los vinos naranjos son una versión de vinos que gustan a algunos y está bien que se produzcan para tener variabilidad y satisfacer todos los gustos, pero no creo que se conviertan en clásicos y que persistan por siempre, pienso que son una moda. En cambio, los vinos de parcela son más una tendencia que pone en valor el microterruño y tienden a expandirse.
-¿Cuál es tu tipo de vino favorito y con qué maridaje lo disfrutas más?
-Mi tipo de vino favorito son los blends, cortes o assemblages, es decir la mezcla de cepajes donde cada uno aporta lo suyo y el conjunto es superior a los cepajes de forma individual. Un maridaje que siempre me gusta es la carne vacuna asada a punto con un vino tinto de guarda, mejor si es un blend.
-¿Qué importancia tiene para vos la primera wine fair de mujeres de Argentina y qué esperas de este evento? ¿Qué mensaje te gustaría transmitir a otras mujeres en la industria del vino?
-Me encantan este tipo de ferias donde las productoras y/o hacedoras de vinos somos mujeres, ya que convoca por la originalidad del evento a un público curioso de descubrir las caras y los nombres que hay detrás de muchos vinos. Espero de este tipo de eventos que sirvan para mostrar que hay tantas buenas enólogas como buenos enólogos existen. Por otro lado creo que, al hacer este tipo de ferias, nosotras mismas nos discriminamos, lo cual no es tan malo porque es una buena forma de destacarnos y de reducir el número de expositores para no perdernos en el montón.
El mensaje para otras mujeres es siempre el mismo: que se animen, que crean en sí mismas, que si tienen pasión por esta actividad y están dispuestas a dar toda la dedicación necesaria, que vayan para adelante sin dudar.
-¿Qué significa el vino para vos en términos de pasión, arte y ciencia?
-Es todo eso para mí. El vino es la mezcla en su punto justo de arte y ciencia y el vehículo que transporta esa mezcla y la hace única es la pasión.
-¿Cómo ves el futuro de la viticultura y enología en Argentina y tu rol en él?
-El futuro de la viticultura y enología en nuestro país depende de la capacidad que tengamos de adaptarnos a los gustos de los consumidores. Creo que hoy la oferta de vinos es variada y dentro del público, siempre habrá un vino que pueda gustarle. Quizás debamos recurrir a la IA para lograr el 'match' perfecto entre el vino y el consumidor adecuado. Cuando alguien me dice "a mí no me gusta el vino" yo le digo: "todavía no descubriste el vino que te gusta".
Mi rol a futuro lo veo contribuyendo en la capacitación de las nuevas generaciones y aprendiendo cada día de ellas.
Ping Pong Celeste
- "No he contado los proyectos que he asesorado, pero seguro más de 50".
- "La mejor vendimia que tuve fue en 1996 y en el hemisferio norte cuando fui por primera vez a trabajar en la cosecha de Francia".
- "La peor vendimia fue en 1998 y en Argentina. Fue un año muy lluvioso, con mucha pérdida de uvas por cuestiones sanitarias (y no sabíamos cómo tratar las viñas adecuadamente para llegar a cosecha con uvas sanas)".
- "Entre las zonas argentinas con gran potencial, destaco la Quebrada de Humahuaca por su terruño favorable para producir uvas de calidad y con pocos tratamientos. También las sierras cordobesas, que tienen una buena combinación de altitud y clima atemperado".
- "El terroir más adverso, también en Argentina, creo que es el sur de la Patagonia, donde pocos cepajes pueden adaptarse".
- "No había pensado en vitivinicultura heroica, pero tal vez algunas zonas puntuales de la provincia de Buenos Aires donde la limitante es el suelo (no el clima!) lo sean por sus características texturales y de acidez".