Nuestra lancha atraviesa las aguas rojizas del río Bermejo. Es un día sin nubes y sopla una brisa refrescante, el marco ideal para navegar y ver de cerca a los yacarés que salen a tomar sol. Se acomodan sobre la arena o entre troncos caídos, a ambas orillas, que parecen haber sido cortadas a cuchillo: es que, aunque ahora parezca calmo y poco profundo, el Bermejo sufre crecidas feroces de diciembre a marzo, arrastrando barro y piedras y árboles (de ahí su otro nombre, “Teuco”, que significa “bravo”).
No parece haber nada que nos permita diferenciar que, a la izquierda, recorremos terreno formoseño, mientras que, a la derecha, se extiende el Parque Nacional El Impenetrable, creado en 2014, en la provincia de Chaco. Sin embargo, nada podría ser más distinto: de un lado, estancias privadas que permiten (o, por lo menos, ignoran) que los cazadores furtivos sigan diezmando especies autóctonas irremplazables; del otro, un área protegida de 130.000 hectáreas que intenta preservar a esa misma vida amenazada y que, motorizada por los esfuerzos de Fundación Rewilding Argentina (FRA), emerge como fuente alternativa de ingresos y empleo frente a la deforestación, la agricultura y la ganadería.
Hay razones de sobra para arriesgar que, en los próximos años, el Parque Nacional El Impenetrable se posicionará como destino insoslayable del turismo de naturaleza y aventura, tanto a nivel nacional como mundial. Para empezar, porque forma parte del extremo sur del Gran Chaco Americano, ese bosque tropical seco que es el más grande del mundo y el pulmón verde más importante de Latinoamérica después del Amazonas (de ahí que su biodiversidad sea excepcional o directamente “abrumadora”, como admiten los biólogos de la Estación de Campo El Teuco, perteneciente a FRA). Para seguir, porque la estrategia para lograrlo replica las claves del éxito del “milagro de Iberá”, es decir, la que tuvo lugar en Esteros del Iberá, provincia de Corrientes.
Ahí, un territorio poblado de estancias ganaderas en ruinas se convirtió en un destino de ecoturismo reconocido a nivel internacional. Para eso, bajo el modelo de producción de naturaleza, FRA buscó reintroducir especies autóctonas (yaguareté, lobo gargantilla, muitú, guacamayo rojo y tapir, entre otras) y se acercó en las comunidades locales, a quienes escuchó, involucró y capacitó de manera que se convirtieran en las principales beneficiarias del proyecto a largo plazo; así fue cómo los propios locales se transformaron en dueños y/o trabajadores de hospedajes y restaurantes, artesanos, guías de turismo, etc.
Para 2022, apenas cuatro años desde su inauguración, el Parque Nacional Iberá recibió la cifra récord de 60.000 visitantes y fue elegido por el New York Times como uno de los destinos “obligados” para vacacionar. Ese mismo año, el turismo en Argentina contribuyó con US$ 43.000 millones, según el Consejo Mundial de Viajes y Turismo, lo que equivale al 8,6% del PBI nacional; aproximadamente un tercio de ese total correspondió al turismo de naturaleza, un segmento que todavía tiene un enorme potencial de crecimiento (por ejemplo, un estudio de la Universidad de Western Ontario, Canadá, analizó el caso del Amazonas peruano y concluyó que el ecoturismo no solo es más valioso porque preserva la biodiversidad y combate la crisis climática, sino que es más rentable a largo plazo que cualquier otro uso de la tierra; ese mismo estudio calculó que, en países en vías de desarrollo, los ingresos anuales totales por turismo de naturaleza pueden ser tan altos como US$ 210 billones).
Con la experiencia de Iberá como antecedente, FRA fue una de las organizaciones que más exhortaron a los gobiernos provincial y nacional a crear el Parque Nacional El Impenetrable. La historia del origen de las tierras merece un capítulo aparte: su último dueño, Manuel Roseo, era el mayor terrateniente de Chaco y uno de los top diez de Argentina, además de un personaje mítico de la zona porque vivía de manera absolutamente austera, rozando la indigencia. En 2011, Roseo murió en manos de un estafador; sin herederos, su estancia de 259.000 hectáreas quedó en un limbo. Fue entonces que un grupo de entidades ligadas al ambientalismo propuso convertirla en área protegida. La sanción llegó en 2014 pero, tras la aparición de supuestos herederos, la apertura del parque no se concretó hasta marzo de 2017.
Desde entonces, FRA se aboca a lo que mejor sabe hacer: un combo potente que incluye investigación científica y acciones de vanguardia para la conservación de la naturaleza apalancadas en tecnología de punta, infraestructura turística en clave “lujo sostenible” y desarrollo social comunitario. El resultado: una experiencia inolvidable para los viajeros que se atreven a llegar hasta el misterioso corazón del monte chaqueño.
Tierra adentro
Ajenos a jurisdicciones, pugnas y tragedias humanas, los yacarés se aletargan a orillas del Bermejo. Son un espectáculo, el más expuesto, pero están lejos de protagonizar el único: en esta especie de safari acuático, la expectativa es alta. ¿Avistaremos algún tapir, carpincho, tatú carreta o aguará-guazú? ¿Y qué hay del oso hormiguero, una figurita difícil, pero no imposible, con algo de suerte? Encontrarnos con un yaguareté, eso sí, sería casi un milagro: en cinco años, solo hubo registros de tres ejemplares y a apenas uno de ellos se le pudo colocar un collar satelital para seguir sus movimientos. A este último, a partir de una votación de escuelas de la zona, lo bautizaron Qaramtá, que significa “el que es difícil de destruir” en lengua qom.
Darío Soraire, nacido en un paraje del Impenetrable, maneja la lancha, pero es mucho más que nuestro guía: es también nuestros ojos y oídos ahí donde nosotros no podemos ver ni escuchar nada. En cambio, a Darío no se le escapa ninguna presencia. Cuando identifica algún “bicho”, baja la velocidad y el motor se acalla, señal suficiente para que nosotros también hagamos silencio y entremos en modo alerta. Entonces, él nos señala algún punto del paisaje, diciendo por lo bajo el nombre del animal, y sucede la magia: lo invisible se hace visible, lo salvaje se vuelve cercano. Como si fuera poco, el Bermejo es vueltero. Hay algunas curvas tan pronunciadas que resulta imposible adivinar qué habrá del otro lado, aportando así un suspenso in crescendo. De repente, Darío hace la pregunta que todos queríamos oír: “Un oso hormiguero, ¿lo ven?”. Lo vemos, hasta que decide caminar monte adentro y lo perdemos.
Esa noche, dormimos en una playa virgen, en carpas con catres, rodeados de estrellas. Sabernos los únicos seres habitando esa porción todavía intacta del planeta Tierra es una sensación indescriptible. Seres humanos, desde ya: la aclaración es importante, porque la playa se encuentra plagada de huellas de animales…
Para recorrer con tranquilidad el parque, 4 o 5 días representan una estadía bien aprovechada. Actualmente, Rewilding Experience, la operadora turística de FRA, cuenta con dos campings, Nueva Población (agreste) y La Fidelidad (equipado con restaurante, baños y duchas de agua caliente, entre otras comodidades), y dos glampings, La Armonía y Los Palmares. Estos últimos no tienen nada que envidiarles a los safaris de países como Sudáfrica: de hecho, sus carpas fueron traídas desde allá, para ser instaladas sobre decks de madera, en medio de la vegetación exuberante y con vista privilegiada al río.
La estadía en cualquiera de los glampings incluye excursiones con guías locales (paseos en lancha, kayak, senderismo) y pensión completa; la propuesta gastronómica, basada en productos de cercanía, está bajo la guía de la gran chef Alejandra Repetto, finalista del Baron B Prix Cuisine 2022 y nieta de Juanita, la legendaria asistente de Doña Petrona. En una enorme carpa living-comedor se sirven las cuatro comidas del día, una más exquisita que la otra, y con la posibilidad de maridar con vinos de distintos rincones del país. A la hora de brindar, no quedan dudas: si de viajar se trata, el nuevo gran lujo es combinar lo mejor de la cultura humana (una cama cómoda, comida superlativa, disfrutada en buena compañía) con la naturaleza salvaje.