Si bien la palabra "lujo" fue utilizada en exceso en el ámbito de los viajes, el concepto evolucionó en los últimos años, trascendiendo los precios exorbitantes (junto con la idea anticuada de que lo caro es mejor) y la exclusividad. Hoy en día, abarca la personalización orientada a los detalles, la comodidad cuando menos se espera y destinos que van mucho más allá de las típicas ciudades europeas y las islas asiáticas.

Eso es lo que descubrí en un reciente viaje en solitario a América Latina, mientras dividía mi tiempo entre dos propiedades de Marriott Luxury Group: Tambo del Inka en Perú y W Bogotá en Colombia. Aunque la región fue históricamente favorecida por los viajeros de aventura y los amantes de la gastronomía, también es un destino poco explorado que adopta este enfoque más inclusivo y completo del lujo. ¿Lo mejor de todo? Sus puntos Marriott Bonvoy le rendirán mucho más en América Latina en comparación con las zonas más turísticas del mundo.

Tambo del Inka, a Luxury Collection Resort & Spa, Valle Sagrado

Como muchos otros, siempre soñé con visitar Machu Picchu. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983, esta ciudad inca de los Andes peruanos es una maravilla de la ingeniería, la belleza natural y la historia. Si bien llegar no es necesariamente difícil (más de un millón de visitantes la recorren cada año), experimentarla de manera eficiente y, sobre todo, segura, es otro desafío.

El atento personal de Tambo del Inka hizo posible lo que parecía complicado: me reservaron pasajes de ida y vuelta desde Urubamba, donde se encuentra el hotel, hasta Machu Picchu en el tren Vistadome de PeruRail, que cuenta con cúpula de cristal, junto con un guía de habla inglesa que organizó el recorrido en función de mis intereses. Además, el restaurante insignia del hotel, Hawa, abrió sus puertas desde temprano (5:30 a. m., para ser exactos) para que los huéspedes que tomaban el primer tren pudieran disfrutar de cajas de desayuno con frutos frescos, huevos y especialidades peruanas como las humitas (tortas de maíz cocidas al vapor en cáscaras).

Aunque la excursión de un día fue tan emocionante como esperaba (ver las llamas de ojos grandes de Machu Picchu descansando entre las ruinas de 600 años fue una delicia), mi estancia en Tambo del Inka fue igualmente memorable.

Si hay una manera de describir el espíritu del hotel, es como un lujo ecológico y discreto. Las tarifas por noche no son excesivamente elevadas y su cálido diseño exhibe artesanías peruanas como Khipu (cuerdas anudadas incas utilizadas para llevar registros), enormes jarras Chomba y cerámica Paracas. Desde las habitaciones revestidas de maderas oscuras y muebles de líneas sencillas hasta el bar Kiri (donde aprendí sobre el pisco en una cata privada), cada rincón de Tambo del Inka está diseñado con elegancia atemporal. (De hecho, el hotel, con certificación LEED, celebrará su 15.º aniversario este mayo).

El spa y la gastronomía del hotel dejaron una impresión duradera. Kallpa Spa, considerado uno de los mejores destinos de bienestar en Perú, es un oasis con piletas cubiertas y al aire libre, un circuito termal (recomiendo reservar una sesión privada antes de un tratamiento) y cinco salas. Aunque prefiero los masajes extensos, me sorprendió cómo mi masajista logró aliviar mi estrés acumulado en solo 30 minutos tras la caminata por Machu Picchu.

La comida peruana ganó reconocimiento global gracias a su uso de ingredientes frescos que reflejan la biodiversidad del país. El equipo culinario de Tambo del Inka sigue esta filosofía, utilizando productos extraídos del huerto orgánico del hotel. Ya sea disfrutando el menú degustación ancestral de Hawa o probando una pizza de masa madre con rúcula en el bar Kiri, cada bocado es tan delicioso como nutritivo.

W Bogotá: modernidad con identidad local

Después de tres maravillosas noches en Tambo del Inka, estaba lista para sumergirme en la vida urbana nuevamente. Para ello, elegí el primer hotel W de Colombia, W Bogotá, ya que ofrecía un vuelo directo y fácil desde Cusco. Además, la marca W siempre representó un lujo accesible, divertido y descontracturado desde su creación en 1998.

Al llegar al mostrador de recepción, decorado con delicadas cortinas doradas en forma de mariposa, me sorprendió la elección del hotel por utilizar elementos tan llamativos. Cada propiedad W tiene una narrativa de diseño única, y en este caso, el W Bogotá está inspirado en la leyenda de El Dorado, la mítica ciudad sudamericana llena de oro.

Como era de esperar, el tema se extiende por todo el hotel. Las 168 habitaciones y suites cuentan con espectaculares cabeceras de tela que van del techo al suelo y almohadas con forma de "cazadora de oro". En el salón, donde se puede probar un cóctel "Leg" con Licor de Feijoa 472, Luxardo Maraschino y piña caramelizada en forma de mariposa, la decoración incluye "hilos" dorados y un mural del colectivo artístico Vértigo Graffiti. Incluso los ascensores están decorados con luces brillantes que imitan el interior de una mina de oro.

Si bien el W Bogotá cuenta con todas las comodidades para el viajero moderno, como un gimnasio de última generación con reformador de pilates, spa y pileta de hidroterapia, son los W Insiders y el restaurante Jairo los que realmente hacen que la estancia valga la pena.

Si no está familiarizado con el concepto de W Insiders, son conserjes expertos en crear experiencias memorables para los huéspedes. En mi caso, organizaron una visita guiada por Usaquén, donde encontré una combinación de lo antiguo (el mercadillo de Usaquén) y lo nuevo (el centro comercial Hacienda Santa Bárbara), además de una cata privada en Cava Oculta de Alpina con el reconocido quesero Lee Salas. (¿Sabías que la mayoría de los quesos deben servirse a temperatura ambiente y que Colombia es el segundo país con mayor biodiversidad del mundo?).

Jairo, el restaurante del hotel, está abierto todo el día y tiene un espíritu global con raíces colombianas. Dirigido por el chef Diego Contreras, quien afirma que "la comida proviene de muchos países y no de un solo lugar", el menú de Jairo ofrece platos tradicionales como mote de queso (sopa de queso y ñame) y arroz criollo, junto con opciones como albóndigas de hongos glaseadas en salsa hoisin para reflejar su personal multicultural. El desayuno buffet es igual de diverso: con arepas, empanadas, salmón ahumado, baba ganoush y frutos frescos, es la mejor forma de comenzar un día de exploración.

*Con información de Forbes US.