Los relojes Rolex están diseñados y fabricados para durar. Hans Wilsdorf transmitió a la marca la búsqueda perpetua de la excelencia que la caracteriza. Desde sus inicios, el fundador de Rolex tejió una activa red de talleres de relojería por todo el mundo cuya misión es la de asegurar que todos los relojes de la marca puedan recibir el mejor mantenimiento. De este modo, todo reloj puede conservar su óptimo rendimiento técnico y una estética cuidada sin límite de tiempo, transmitirse de generación en generación y vivir varias vidas.
Los relojeros que trabajan en los talleres del Servicio Mundial Rolex reciben de la marca una formación especial que certifica la calidad y homogeneidad de las operaciones realizadas en todo el mundo. Efectúan diferentes tipos de operaciones siempre respetando los cánones de Rolex, lo que garantiza el rendimiento de los relojes de la marca pese al paso del tiempo. Además, la disponibilidad de las piezas y de la mano de obra necesarias para cada reloj está garantizada durante un mínimo de 35 años tras su retirada del catálogo. Debido a que los relojes históricos de excepción requieren de competencias especiales para su mantenimiento, es el Taller de Restauración de Ginebra el que se encarga de ellos.
Para Hans Wilsdorf, emprendedor visionario, el hecho de que todos y cada uno de los relojes Rolex fuesen fiables y duraderos era una cuestión de honor. Esta filosofía fue la que dio origen a la caja Oyster, ejemplo de robustez que protege de manera óptima el movimiento que alberga. Con esto en mente, el fundador de Rolex desarrolló, ya desde los inicios de la marca, una red de talleres eficazmente dedicados al servicio posventa en los países en los que la marca estaba presente. Esto permitía garantizar que todos los relojes Rolex pudiesen recibir un mantenimiento óptimo en todo momento, y que conservasen así su excelente rendimiento y un brillo impecable. Los talleres gestionados por el Servicio Mundial Rolex tienen la misión de asegurar la excepcional durabilidad y la fiabilidad de los relojes Rolex, así como de proporcionar un servicio de calidad a la clientela de la marca.
Para garantizar la calidad del servicio, todos los relojeros que trabajan en estos centros de servicio posventa de Rolex han recibido una formación proporcionada por la marca. Las formaciones permiten, además, garantizar una calidad en la ejecución del mantenimiento equivalente en todos los centros de servicio del mundo. Todos los talleres de servicio posventa responden a los estándares de calidad de Rolex, tanto en lo referente a su infraestructura y equipamientos como a su personal. Para una máxima eficacia, los procedimientos del servicio posventa están estipulados desde el momento en que se diseña cada nuevo reloj, con el fin de facilitar las operaciones de mantenimiento y de garantizar un óptimo resultado.
Cada uno de los relojes que reciben mantenimiento en un taller del Servicio Mundial Rolex goza, además, de una garantía de servicio internacional de dos años de duración, aplicable tanto a las piezas como a la mano de obra. De este modo, todo reloj estampado con la corona puede cumplir plenamente con sus funciones sin límite de tiempo, transmitirse de generación en generación y vivir, así, varias vidas. La disponibilidad de las piezas y de la mano de obra está garantizada durante al menos 35 años desde la retirada del catálogo de cada reloj, a fin de asegurar su longevidad. Una vez finalizado este período y en caso de que los componentes ya no estén disponibles, el Taller de Restauración tiene capacidad para reproducirlos de forma idéntica.
El Servicio Mundial Rolex está presente en todos los continentes a través de los centros de servicio (talleres de relojería ubicados en los distribuidores oficiales de la marca o en las instalaciones de las filiales regionales). Cada uno de ellos cuenta con uno o varios relojeros autorizados por Rolex, que son los únicos cualificados para efectuar operaciones de servicio posventa a un reloj salido de los talleres de la marca. Perpetúan la voluntad de Rolex de proporcionar en todo momento, y sin importar el estado del reloj, un servicio de primera. Este se efectúa con arreglo a las normas del arte relojero y siempre respetando las exigencias de la marca ya que, al igual que su fabricación, el mantenimiento de un reloj requiere el más alto nivel de experiencia y destreza. En función de la antigüedad del reloj, su mantenimiento se realiza directamente en un distribuidor oficial, en la filial o en la sede mundial de Rolex en Ginebra.
En 2018 la marca inauguró su Centro de Formación en Ginebra. Concebido como una plataforma de intercambio, esta estructura ofrece las mejores condiciones a los jóvenes aprendices y a los empleados y empleadas de Rolex. Con la vista puesta en el futuro, el centro evoluciona sin descanso y siempre teniendo en cuenta los
últimos avances pedagógicos y tecnológicos. Rolex ofrece en sus filiales una formación de un año y medio ?Rolex Watchmaking Training? a cuyo término el relojero Rolex es capaz de efectuar un servicio completo a la mayoría de los movimientos Oyster.
La marca forma de manera interna a cada uno de los relojeros que trabajan en sus talleres de servicio posventa. Estos relojeros Rolex -como mínimo uno por taller- asisten con regularidad a cursos específicos que les permiten mantener su nivel de conocimientos y seguir la evolución de los productos y las técnicas de Rolex.
Los talleres del Servicio Mundial Rolex ofrecen diferentes prestaciones. El servicio completo, por ejemplo, implica un mantenimiento integral del movimiento y de la caja y el brazalete. También se proponen operaciones más específicas, como el ajuste de la longitud del brazalete o la renovación de los acabados de la caja. En la mayoría de puntos de venta de Rolex, relojeros formados por la marca proponen una serie de servicios que se realizan in situ en menos de un día.
El mantenimiento de un reloj Rolex sigue un proceso de varias etapas que requiere herramientas e instrumentos específicos, puestos a prueba y en ocasiones incluso desarrollados por la marca. Una vez recibido el reloj, elaborado el presupuesto y aceptado por parte del cliente, el relojero comienza por separar el brazalete de la
caja, de la que extrae con delicadeza el movimiento, todavía coronado por la esfera y las agujas. A partir de ese momento, movimiento, caja y brazalete van a seguir diferentes recorridos.
La esfera y las agujas se separan del movimiento y este se desmonta por completo. Cada uno de sus componentes se examina con atención, con el fin de determinar si sigue respondiendo a los criterios de exigencia de Rolex; en caso contrario, se sustituye por uno nuevo procedente de la manufactura de Bienne, donde se producen los movimientos. Todos los componentes se lavan en un baño de ultrasonidos que elimina hasta la más mínima impureza y, a continuación, se secan. Entonces el relojero vuelve a montar el calibre, pieza a pieza siguiendo un orden predeterminado, y procede a su lubricación. A continuación ajusta su precisión una primera vez, antes de recolocar la esfera y las agujas.
La caja también se desmonta. Los elementos, ya sean de acero Oystersteel, de oro de 18 quilates o de platino 950, se vuelven a pulir o satinar uno por uno, a mano. Estas delicadas operaciones de acabado, que exigen una gran destreza, permiten devolverles a las piezas su brillo y luminosidad, así como eliminar las posibles marcas o rayaduras. Se sustituyen las juntas y posteriormente se vuelven a montar el cristal, el bisel y la carrura.
El brazalete sigue un procedimiento similar al de la caja. Cada eslabón se pule o satina con meticulosidad en función del acabado original y, posteriormente, se limpia el conjunto concienzudamente. El relojero vuelve a instalar entonces con delicadeza el movimiento en la caja. De nuevo mide su precisión y procede a los ajustes necesarios para que cumpla con el rendimiento cronométrico que se le presupone. A esta etapa le sigue una prueba de precisión que dura como mínimo veinticuatro horas.
A continuación verifica la hermeticidad del reloj mediante una prueba en el agua bajo presión. Una vez superada y recolocado el brazalete, la pieza está lista para un último control: se trata de comprobar su correcta marcha, así como la de sus funciones, y de asegurarse de que la estética es impecable y cumple con las normas de Rolex. Al final del proceso, el reloj se coloca en una bolsa destinada a protegerlo mientras no se lleva puesto o durante un desplazamiento. Goza de una garantía de servicio internacional de dos años de duración, aplicable a las piezas y a la mano de obra.
Los excepcionales relojes históricos se restauran únicamente en Ginebra, en el Taller de Restauración, donde trabajan maestros relojeros especializados en piezas de colección. Por la naturaleza tan específica de su misión, los maestros relojeros del Taller de Restauración combinan en su día a día exhaustivas investigaciones históricas, métodos ancestrales y las técnicas más modernas. Los componentes que ya no responden a los criterios de calidad de la marca pueden restaurarse o reproducirse de forma idéntica con arreglo a los criterios de la época. Cada restauración se efectúa mediante una metodología rigurosa que abarca desde el control de los riesgos vinculados a las intervenciones hasta la perfecta trazabilidad de las labores realizadas. Los relojes restaurados se entregan entonces a su propietario en un estuche específico y acompañados de una cartilla personalizada
Desde la fundación de la filial ROLEX Argentina, en 1932, la empresa ha reclutado a los mejores relojeros del país. Cado uno de estos profesionales es capacitado de manera periódica en Ginebra, a fin de que la experiencia
del consumidor, el servicio de excelencia y la seguridad en el tratamiento de cada pieza sea con el mismo standard de calidad que se recibe en la casa matriz Rolex de Suiza.
Hoy, a la hora de necesitar mantenimiento o reparación de su Rolex, el cliente tiene como opciones, visitar a uno de los 10 distribuidores oficiales de la marca en todo el país, o acercarse directamente al Servicio PostVenta ubicado en Suipacha 1111, piso 24, CABA.