Trabajo a primera vista: ¿Estás enamorado?
Entrar al mundo laboral es como enamorarse por primera vez. Todo empieza con una chispa, una atracción inicial, una combinación de emoción y nerviosismo que puede llevarnos a imaginar un futuro brillante.

Valentín Videla CEO de Crack Consulting

La primera impresión: el flechazo

En el amor, el flechazo sucede cuando ves a alguien y sentís una conexión que se asemeja a un rayo que te atraviesa. Te enamoras de su sonrisa, de su actitud, de sus gestos, es cuando sentís esa química innegable. En ese momento todo parece prometedor, y solo te imaginas compartiendo momentos perfectos con tu media naranja.

Así como en el amor, donde una mirada puede encender la curiosidad, el primer contacto con una oportunidad laboral es un momento de emoción pura. Lees la descripción del puesto y pensás: ¡Esto es perfecto para mí! Los beneficios lucen atractivos, las responsabilidades parecen hechas a medida y, en tu cabeza, ya te ves brillando en ese rol. Es el flechazo inicial, la primera chispa que enciende la posibilidad de algo más.

La primera cita: la entrevista

En una relación, la primera cita es un evento crucial, crítico, y probablemente, el más memorable. El corazón late más fuerte, los nervios se mezclan con la emoción, y hay una necesidad de impresionar sin perder autenticidad. Queres que la otra persona vea tu mejor versión, pero sin dejar de transitar el complejo arte de descifrar el nivel de compatibilidad que empezás a construir en tu corazón y tu cabeza.

Elegís muy cuidadosamente tu look, practicás tus respuestas en el espejo, y ensayas una sonrisa que equilibre confianza y humildad. Te sentás frente al entrevistador y, como en una primera cita, intentas dar lo mejor de vos sin parecer desesperado. Hablas de tus logros, de lo que buscás en esta relación (digo, en este trabajo) y, si la conversación fluye, te vas con una sensación de esperanza. ¿Habrá segunda cita? ¿Se habrán enamorado de ti tanto como vos de ellos?

El suspenso después de la entrevista es similar al de esperar un mensaje después de una cita. Revisas tu teléfono casi compulsivamente, buscas señales de interés, analizás cada palabra dicha para evaluar tu performance. 

Cuando finalmente sucede todo lo esperado y se abren las puertas del amor sentís la emoción de haber conquistado el mundo, te crees todopoderoso, las endorfinas rebalsan en tu cuerpo, ves el mundo color de rosa y tu vida, aunque sea por un momento, pasa a ser el mejor lugar del mundo. Sos invencible.

La luna de miel: los primeros 100 días

En el amor, la luna de miel es esa fase en la que todo parece perfecto. Cada mensaje es emocionante, cada salida es una aventura, y los defectos de la otra persona son invisibles o insignificantes. Hay euforia, descubrimiento y una sensación de que todo va viento en popa, que nada, nada, puede salir mal.

¡Sos el elegido! Comienzas tu nuevo trabajo con una mezcla de ilusión y ansiedad. Todo es emocionante: el olor del café en la oficina, la credencial con tu nombre, la primera vez que usas el correo corporativo. Es la etapa de la luna de miel. Todos te sonríen, te presentan con entusiasmo y sentís que este lugar podría ser el indicado para habitarlo por mucho tiempo.

Pones mucha energía en dar una buena impresión, por aprender rápido, por encajar en la cultura. Das lo mejor de vos, sin tener en cuenta los costos, vas para adelante, te entregas por completo porque sentís que estás recibiendo mas de lo que das. Una ecuación peligrosamente sexy.

Las semanas pasan y empezás a notar los primeros pequeños detalles que antes no veías. Procesos engorrosos, software desactualizado, reuniones improductivas, gente que te empieza a mirar mal o que ni te mira. Aun así, seguís aferrándote a la emoción inicial y te repetís sin dudarlo: no existe el trabajo perfecto. Todo tiene un "Lado B"

La realidad se asoma: la rutina

El amor, con el tiempo, deja de ser un fuego ardiente y se convierte en una llama más estable. La rutina se instala, las emociones se normalizan, y aparecen los primeros roces. Es en este punto es donde muchas parejas deciden si seguir adelante o dar un paso al costado. La emoción sanamente violenta llega a su fin.

El hechizo comienza a desvanecerse. Te das cuenta de que no todo es perfecto. Hay reuniones interminables, procesos burocráticos y compañeros que no siempre son tan amigables como parecían. Esa chispa inicial se apaga un poco, y empezas a ver las cosas con más realismo. Ya no es el amor apasionado del inicio. Comienza una relación más madura.

Aquí es donde se perciben las diferencias generacionales. Para los Baby Boomers y la Generación X, el trabajo ha sido tradicionalmente un compromiso a largo plazo, algo que se cultiva con paciencia y esfuerzo, la permanencia es un valor muy importante. En cambio, los Millennials y la Generación Z valoran más la flexibilidad, el propósito y la posibilidad de cambiar de empleo si sienten que no están creciendo. Mientras unos ven la rutina como parte del proceso, otros pueden interpretarla como una señal de que es momento de buscar nuevas oportunidades.

¿Para siempre o hasta que dure?

En el amor, laboral o personal, cada mañana decidimos si permanecemos o si ha llegado el momento de cerrar un ciclo y comenzar la búsqueda de otro. Naturalmente la inercia nos aleja de esa opción que se renueva cuando sale el sol. El profundo esfuerzo de soltar y agarrar algo nuevo es tan ajeno que por lo general nos resulta profundamente irreal. 

Frente a las múltiples crisis que enfrentamos en la vida laboral y amorosa, siempre podemos encontrar la manera de reinventarnos y seguir adelante juntos. Si no la queremos encontrar nos podemos entregar a la monótona permanencia o elegir separarse en sus múltiples versiones; en buenos términos y en paz, o en el extremo de una conflictiva desvinculación plagada de angustia, dolor y abogados.

Para las generaciones mayores, la lealtad y la estabilidad pueden ser factores clave en la decisión de quedarse, así han sido criados, para sostener relaciones y trabajos. Las generaciones más jóvenes pueden priorizar el bienestar y la posibilidad de reinventarse. Algunos optarán por seguir invirtiendo en la relación (laboral/personal), mientras que otros preferirán la libertad de explorar nuevas oportunidades, pero parecería que cuentan con una crianza donde la permanencia no esta tan sobrevaluada.

Te quiero incomodar. Te pregunto:

👴 Baby Boomer: ¿Tu trabajo sigue siendo tu pareja estable o ya estás en esa fase de "solo estamos juntos por los beneficios"?

🧑‍💼 Generación X: ¿Es una relación de respeto y crecimiento mutuo o solo sigues ahí porque el "divorcio" te llena de miedos?

📱 Millennial: ¿Sigue siendo "el indicado" o ya estás en la fase de "no sos vos, soy yo... bueno, en realidad sí, sos vos"?

🚀 Generación Z: ¿Es un amor real o solo un "crush" laboral que ya perdió la chispa y necesitas hacer ghosting?

El primer trabajo, como el primer amor, deja huellas imborrables. Te enseña lecciones, te ayuda a definir qué buscas y qué no, y, lo más importante, te prepara para lo que viene después. Porque, como en el amor, lo importante no es encontrar algo perfecto, sino algo que haga que cada día valga la pena. 

¡Que viva el amor!

Valentin Videla

CEO - Crack Consulting