¿Qué expectativas tiene para el sistema financiero local en 2020?
El sistema está sano, líquido y solvente. Tiene buenos ratios de liquidez y bajo riesgo de descalces, fundamentalmente de monedas, que son los más peligrosos en países con devaluaciones o volátiles. Este año se enfrenta a un equilibrio inestable. La reestructuración de la deuda es un evento clave. Va a haber un sistema financiero con reestructuración y otro sin reestructuración. Si hay default, el sistema financiero va a estar impactado por ese evento y la actividad va a ser muy baja. Con reestructuración, se puede recuperar bastante la actividad pero no depende tanto de la restructuración en sí, sino de la recuperación de la confianza y de la demanda de pesos. El gran problema que tiene hoy el sistema es que no hay demanda de pesos, por ello es que la tasa de interés está muy alta. En caso de que haya una reestructuración, va a haber una recuperación de la actividad pero no va a poder romper fronteras estructurales hasta que no haya más claridad para los que toman decisiones de inversión. La reestructuración de la deuda es condición necesaria pero no suficiente.
¿Cómo está el sistema financiero argentino en comparación con el resto de la región?
Está listo para crecer. Hoy el ahorro en Argentina es del 13% del PBI, y en el resto de los países de América Latina es del 49%. El mercado de capitales en Chile es siete veces más grande que el nuestro. El sistema financiero argentino es muy cortoplacista por las distintas incertidumbres y por la falta de ahorro estructural. Lo que da horizonte de temporalidad en mercados de capitales son los fondos de pensión, que en Argentina ya no hay. Mientras gran parte de los depósitos en bancos son el capital de trabajo de las empresas o los depósitos a plazo fijo de 30 días de las familias, el sistema financiero no tiene mucho para crecer o para imitar a la región. El sistema financiero es una consecuencia de otras variables endógenas de la Argentina que son las que hacen a la confianza, desde temas institucionales y económicos hasta los culturales. Mientras tanto, opera de modo cortoplacista. En comparación, entonces, es sólido pero muy pequeño.
¿Cómo impacta lo que está sucediendo en la economía mundial?
No soy pesimista. El mundo no está tan mal. Argentina es muy vulnerable básicamente porque tiene históricos déficits y no tiene mercado de capitales propio. El fondeo de largo plazo lo aportan los fondos de pensión, y en Argentina, de nuevo, no existen. Dado esto, lo que sucede en el exterior es muy importante. La parte positiva desde el lado internacional es el piso en los valores de los commodities, la tasa de interés cercana a cero o negativo en países desarrollados, y Brasil, que este año va a volver a retomar la senda del crecimiento. Yendo al tema puntual del coronavirus, hay que estar atentos porque puede provocar una mayor desglobalización, con lo cual lo que va a aumentar es la desconfianza por el comercio internacional. La dinámica de los miedos, las dinámicas de los aranceles, la dinámica de las guerras comerciales a un país como Argentina pueden llegar a beneficiarlo porque tiene todos los recursos naturales habidos y por haber. El mayor impacto del coronavirus va a ser por el lado de la desglobalizacion; va a caer el comercio entre países. Va a haber un nuevo paradigma a la hora de tomar decisiones de las multinacionales respecto de dónde instalar sus plantas. Va a recobrar valor el hecho de que el país donde se invierta tenga recursos naturales y no tanto un bajo costo salarial. Es muy importante. Creo que, en el mediano plazo, la desglobalización, si bien no es buena para la aldea global, para el caso puntual de Argentina puede no ser tan mala.
¿Cómo afectó la caída de la actividad económica en la cartera de préstamos?
No demasiado, porque la cartera de préstamos está más relacionada con el capital de trabajo de las empresas. No hay demasiado volumen de préstamos a cinco años. Aún no hay una estrategia de financiamiento óptima intertemporal. La realidad es que, si bien la correlación con el nivel de actividad es directa, no hubo gran impacto. Los préstamos de largo plazo o para inversiones son muy bajos. En general, la poca inversión que existe es en áreas estratégicas como energía o todo lo que es Vaca Muerta. La mayoría de las empresas lo hacen con colocaciones de bonos en los mercados de capitales externos. No hay en el sistema financiero montos relevantes de préstamos estructurados de largo plazo como para decir que un cambio de las perspectivas puede tener un gran impacto de las carteras de préstamos.
¿Qué medidas ayudarían para reducir las tasas de interés?
La tasa interés es la emergente de un conjunto de factores que interactúan entre sí, donde lo más importante de todo es la confianza. La demanda de dinero es clave, y en Argentina es mínima. Cuando se emiten pesos, el público los devuelve comprando bienes o dólares. Esto es inflación o devaluación. La gente no quiere tener pesos en el bolsillo. Cuando no existe demanda de dinero, no hay política monetaria que se pueda ejecutar. Entonces la única forma de atraer, de aumentar esa demanda de dinero es pagando tasa de interés. No hay demanda de dinero porque no hay confianza, porque hay mucha incertidumbre. El sistema financiero no puede hacer nada para bajar la tasa de interés. El día que exista un horizonte temporal a tres años más claro, con una reestructuración de la deuda y el plan económico se conozca bien, ahí puede llegar a dispararse cierta confianza, y eso es lo que va a hacer bajar la tasa de interés. Los bancos son tomadores de tasa. Son intermediarios.
Por Guillermo Laborda