Responder, recuperarse, reimaginar. Una fórmula de acción ante un contexto que ya hace más de medio año golpea a la región y gran parte del mundo. Quienes la aplican, de manera casi instintiva, son numerosos emprendedores y emprendedoras sociales operando a la vanguardia de la crisis. De todas maneras, es ingenuo pensar que pueden hacerlo solos. Estos representantes de muchos sectores de la sociedad, en su mayoría, no poseen acceso a los recursos que necesitan para incidir. Su misión es la de comprometer a sus numerosos stakeholders en la creación de valor social y económico. A lo largo de sus trayectorias e impacto, han demostrado que colaboradores, clientes, proveedores, comunidades locales e incluso el ambiente pueden beneficiarse mediante sus acciones. Los emprendedores sociales son una clara demostración de que un nuevo tipo de mercado, un capitalismo de stakeholders, puede funcionar y que los sistemas pueden cambiar.
Sin embargo, como era de suponerse, la aparición de la pandemia conllevó varias consecuencias; algunas inmediatas, pero también otras que aparecen y aparecerán gradualmente y que calarán más profundo. Países y regiones enteras bloquearon sus fronteras aislándose del mundo. Empresas cerraron sus puertas, enviando (en el mejor de los casos) a sus trabajadores a la seguridad de sus hogares, dejando en evidencia que los miembros más vulnerables de la sociedad serán los más afectados.
El Banco Mundial estima que más de 100 millones de personas se verán empujadas a la pobreza extrema debido al COVID-19, descartando todos los avances logrados en este campo desde 2017. Por otro lado, según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la región atravesará en 2020 la recesión económica más profunda desde 1930. Y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que, como resultado de la crisis económica creada por la pandemia, casi 1.600 millones de trabajadores de la economía informal, los más vulnerables en el mercado laboral, han sufrido daños masivos en su capacidad para ganarse la vida. Además, con la esperada caída del IGP (Índice de Gasto Público) y más de 30 millones de personas en situación de pobreza, la nuestra seguirá siendo la región más desigual del mundo. Una vez que la fase más crítica del COVID-19 y de la pandemia haya terminado, América Latina enfrentará problemas complejos y estructurales aún más graves de los que ya tenía hasta marzo pasado.
EL BANCO MUNDIAL ESTIMA QUE MÁS DE 100 MILLONES DE PERSONAS SE VERÁN EMPUJADAS A LA POBREZA EXTREMA DEBIDO AL COVID-19
Las consecuencias económicas del COVID-19 podrían llevar a la pobreza a 500 millones más de personas, dijo Saskia Bruysten, cofundadora y directora ejecutiva de Yunus Social Business. Los emprendedores sociales son la red social en muchas economías emergentes. Necesitamos intervenir para ayudarlos, antes de que sea demasiado tarde.
Desde el Foro Económico Mundial, se lanzó en el mes de mayo la COVID Response Alliance for Social Entrepreneurs (Alianza de respuesta ante el COVID para emprendedores sociales). El colectivo reúne más de 50 organizaciones líderes de todo el mundo con la intención de coordinar respuestas y brindar apoyo a más de 50.000 emprendedores sociales que intentan sobrellevar los impactos significativos de la pandemia.
Los emprendedores sociales y sus aliados han estado trabajando durante años para resolver las fallas del mercado y demostrar modelos más sostenibles e inclusivos, dijo François Bonnici, director y cabeza de la Fundación Schwab para el Emprendimiento Social, en el Foro Económico Mundial. Sus organizaciones ahora se enfrentan a la bancarrota y a graves limitaciones, mientras que también innovan y responden a esta pandemia mundial. A través de esta Alianza, sus miembros están comprometiendo su apoyo a los emprendedores sociales para proteger décadas de trabajo en el sector de impacto.
Entre las organizaciones que integran el colectivo se encuentra Ashoka, presente en más de 90 países y potenciando la red de emprendedores sociales más grande del mundo, con más de 3.700 miembros, desde hace 40 años. Como parte de la Alianza, Ashoka activa una verdadera comunidad de agentes de cambio que buscan construir sociedades más fuertes a través de la implementación de una amplia gama de soluciones innovadoras y sistémicas. En este contexto se presentó la iniciativa Changemakers Unidos, con la intención de identificar, diseminar, apoyar, conectar y escalar este tipo de soluciones ideadas por innovadores sociales integrantes de Ashoka, ante los desafíos que el COVID-19 introdujo y profundizó en nuestra región.
Muchos de estos emprendedores han demostrado, una vez más, la capacidad de ubicarse no solo en una postura defensiva y de respuesta rápida, sino en la línea ofensiva. Si bien la iniciativa comprende a emprendedores de toda la región, un ejemplo de Argentina es la integrante de Ashoka Delfina Irazusta, fundadora de la Red de Innovación Local (RIL), organización que desde el comienzo de la pandemia abordó la coordinación de gobiernos municipales para promover innovaciones frente a la crisis del COVID-19. Para ello, crearon la sección COVID en la herramienta Mapa de Soluciones Locales con el objetivo de promover el intercambio de aprendizajes entre funcionarios municipales, actores que juegan un rol preponderante en la contención de la pandemia.
Otro ejemplo local es el de la emprendedora social Carolina Biquard, quien debió reorientar la estrategia de su proyecto Potrero Digital con la llegada de la pandemia. El objetivo siempre fue la empleabilidad de jóvenes de escasos recursos (mayores de 16 años) a través de capacitaciones en los nuevos oficios digitales, buscando generar un cambio cultural en las comunidades en las que trabajan. La modalidad pasó a ser 100% online a raíz del contexto, alcanzando así mayores audiencias y geografías e incluso disminuyendo sus inversiones. Estiman que lograrán un incremento del 600% durante el resto de 2020, y la intención es mantener un crecimiento enfocado en la expansión regional hacia el 2021. En un contexto de aumento del desempleo y de cifras récord de pobreza, los oficios digitales se perfilan como una oportunidad clave para millones de jóvenes latinoamericanos que buscan mejorar su futuro y el de sus comunidades.
El escenario por demás complejo para que emprendedores sociales puedan liderar y generar impacto implica la necesidad de financiamiento, inversores, empresas, intermediarios y organizaciones que los respalden y que puedan canalizar las necesidades de estos y más emprendedores. Esta colaboración con socios a veces improbables es la que logra permear en las estructuras, generando cambios sistémicos que perduren en el tiempo y hasta ubicando a la pandemia como la oportunidad para reimaginar un capitalismo que gire en torno a resolver las necesidades de las comunidades más postergadas.