Multinacionales y empresas familiares forman uno de los polos industriales más competitivos e innovadores del país. Los fieros del nuevo campo gambetean la crisis y buscan volver a crecer.
La gran feria abre sus puertas y uno de los stands más imponentes se viste de gala. Fiat celebra sus 100 años en el país y su CEO se sube a la escenografía para hablarle de productividad, innovación y futuro al productor agropecuario argentino. A pocos metros, apenas a pasos de distancia, otro CEO, o más bien, en criollo, titular de una firma local, recibe a clientes, los saluda y agradece. “Es clave mantener una relación cercana”, define. Sabe que se mueve en un mundo de gigantes, multinacionales que llegan a todos los países, y se tranquiliza al pensar que algunos grandes todavía no se han metido en su nicho.
Oriunda de Sunchales, en plena cuenca lechera santafesina, Richiger Maquinarias es la típica empresa familiar de implementos agrícolas. Con 140 empleados, la firma se especializó en embolsadoras y extractoras de silobolsa, para granos enteros, quebrado y forraje. Históricamente fue una fábrica de muebles que luego viró a metalúrgica, desarrollando tomas de fuerza para mover máquinas, y después a la fabricación de cabezales maiceros para las históricas cosechadoras Rotania (primera cosechadora autopropulsada del mundo). “La empresa creció mucho cuando empezó a desarrollar picadoras de forrajes para hacer los silos fuentes, donde se acopiaba el maíz para reserva forrajera. También fuimos los primeros con autodescargables, junto con Cestari y Montenegro, y a mediados de los 90 empezamos con silobolsa y nos hicimos especialistas”, cuenta Gabriel Richiger, heredero y director de la firma El empresario define al 2019 como un año bueno comparado a 2018, pero donde la rentabilidad “se la terminaron llevando los bancos”. “No hay financiación, tenés que hacer una gimnasia para suplir la oferta financiera, como bancar cheques, canjes de cereales o acudir a SGR, y nosotros tenemos que ocuparnos de vender”, reclama. Lo mismo sufre Akron. Desde San Francisco, Córdoba, la firma tuvo que implementar opciones como la venta directa de fábrica o el plan Canje Cereal Futuro, en el que el productor o contratista se lleva el equipo a precio actual y va haciendo entregas parciales de soja, trigo o maíz a un lapso de dos años: “En estos momentos estamos cerrando a mayo de 2021 el pago del equipo. La moneda de cambio es el cereal”, comenta Hugo Franco, responsable de Marketing y Comunicación, que detalla que dicho plan ya representa un 75% de las ventas concretadas.
La compañía, con 200 empleados, comenzó produciendo tolvas para granos, y hoy incursiona en mixers verticales, palas niveladoras de suelos y equipos forrajeros, pero también encontró su veta en embolsadoras y extractoras de granos secos para silobolsas. “Hoy tienen una gran demanda del exterior”, destaca Franco, con salida a mercados como Canadá, Estados Unidos, Australia, Rusia, Sudáfrica. También Richiger logró paliar la caída del mercado interno con la exportación. El año pasado vendió el 70% de su producción afuera, de un total de 600 a 700 máquinas producidas.
Es que el sector viene de sufrir una fuerte caída durante 2018, con sequía (la peor en 50 años) y crisis financiera de por medio. Eso alteró una tendencia de crecimiento que había comenzado en 2016 y 2017 con la quita de retenciones al agro, años en los que se alcanzó casi un 80% de capacidad instalada (máximo nivel desde 2012). En general, las ventas se hundieron un 30%, según datos de IERAL.
Al sector lo componen 850 empresas, entre fabricantes y productoras de agropartes, que dan trabajo a 40.000 personas (directas e indirectas). Se trata de un segmento industrial que movió el año pasado un volumen de $ 31.000 millones, que exportó por US$ 47 millones (-26% contra 2017) y realizó importaciones por US$ 423 millones (-37%). Y que tiene en los tractores, sembradoras, cosechadoras, tolvas, pulverizadoras y cabezales a sus principales segmentos, según CAFMA (la Cámara de Fabricantes del sector).
Pero la rueda que mueve al sector, además del clima, básicamente son los contratistas. Con entre 10.000 y 12.000 prestadores de servicios a lo largo del país, estos actores son responsables de la compra del 60% de la maquinaria agrícola, y claramente unos de los más afectados por la suba de tasas. “Al no tener crédito en pesos, los contratistas adquirieron máquinas en dólares, lo que es un peligro. Hace falta más equipamiento y tecnologías que no están llegando a zonas del país por miedo a invertir, como Entre Ríos, norte de Santa Fe, Santiago del Estero. En Chaco se perdió el 70% del girasol por no tener equipamiento”, afirma Jorge Scoppa, presidente de FACMA (Federación Argentina de Contratistas de Máquinas Agrícolas), quien representa a un sector responsable del 75% de la cosecha. “La Argentina está para producir mucho más. Es muy poco lo que se invierte hoy”, reclama.
POLO GEOGRÁFICO
El triángulo que se extiende desde Sunchales hasta la Ciudad de Córdoba y Rosario engloba a las principales fábricas y se lo puede definir como un amplio polo industrial de la maquinaria agrícola. El 80% de las firmas se ubican entre Santa Fe (45%) y Córdoba (35%). Fue en esa zona núcleo donde tuvo lugar la revolución de la siembra directa, que introdujo al campo argentino en una nueva etapa de productividad e innovación. No casualmente, a pocos kilómetros se despliega el polo automotriz cordobés. En la localidad de Ferreyra se emplazan las instalaciones del grupo CNH Industrial donde se producen, además de los camiones Iveco, las cosechadoras y tractores Case y New Holland. Comandado por la f amilia Agnelli (aunque independiente de Fiat) y listado en la bolsa de Nueva York, el grupo es el principal jugador en el país.
Hoy una de cada tres cosechadoras que se venden en América Latina es New Holland, así como uno de cada cuatro tractores, según datos de la compañía. “Queremos seguir siendo la marca de mayor crecimiento del mercado agrícola de los últimos años”, dice Juan Martín Giustetti, recientemente presentado como director comercial y número uno de la firma en el país.
Su gestión, promete, pondrá foco en tres pilares: cercanía con el productor, mantener el portfolio más amplio del mercado y profesionalizar la red de concesionarios. “La idea es estar cerca del cliente. El productor cada vez demanda más tecnología, mejora del producto, eficiencia, reducción de costos y relacionamiento. Tenemos mucha expectativa con el crecimiento del mercado hacia adelante”, afirma
Si bien menciona distintas tendencias, como la agricultura de precisión, la telemetría y la comunicación con el operador en tiempo real, la sustentabilidad y eficiencia de costos juegan hoy un rol clave. En esto coinciden la mayoría de las empresas. Grandes, medianas y chicas conviven, se articulan, se asocian y compiten, pero cada vez se especializan más aprovechando nichos, segmentos e innovaciones. “La industria tiende a la simplificación” esgrime Guillermo Bonillo, gerente de Ventas de Mainero.
DEL INTERIOR AL EXTERIOR
En Bell Ville, a medio camino entre Córdoba y Rosario, la firma cordobesa líder en cabezales y mixers mira más allá. “Lo principal que se pondera es que las máquinas sean sencillas de usar, con poco mantenimiento, y que den resultados. Y luego entra a jugar la conectividad y monitoreo en tiempo real. La Argentina está avanzada en cuanto a lo que se ofrece”, sostiene el directivo de la firma que emplea a 500 personas y exporta a Europa, Canadá y Estados Unidos. Según su visión, el 2019 afronta dos grandes limitantes: la financiación y la incertidumbre política, que no permitieron aprovechar el crecimiento productivo, tanto de la cosecha como de la ganadería.
Así como Mainero se especializa en cabezales, Apache es sinónimo de sembradoras. La firma de Las Parejas (SF) se mueve en un segmento dominado por marcas nacionales, donde la importación representa menos del 5%, y que tiene competidores con larga trayectoria como Crucianelli, Agrometal o Pla. Con alrededor de 225 empleados, Apache tiene cerca de un 10% del mercado de sembradoras (cerca de
2.000 unidades al año), en el cual está presente hace 62 años. Tras conquistar Sudáfrica, donde ya vendió 140 máquinas, su último hito fue haber realizado la primera exportación argentina de sembradoras a Egipto, para llevar a ese país el concepto de siembra directa.
En Argentina, la siembra directa alcanza un 90% de la superficie; es el país de mayor difusión, por encima de Estados Unidos y Brasil, que llegan a entre el 50% y el 60%. “Queremos estar más presentes en el mercado y en la exportación, pero la presión impositiva es muy alta”, sostiene Carlos Castellani, titular de la compañía familiar, que produce entre 150 y 250 equipos al año. Que el segmento lo dominen compañías nacionales se debe para el empresario a la constante innovación y a que “conocemos bien el suelo y las distintas zonas del país”, pero ya advierte por los movimientos de compañías extranjeras. El año pasado, John Deere concretó la adquisición de una de las firmas locales (Pla, líder también en pulverizadoras, con sede en Las Rosas, SF) y se metió en el segmento: “En el país hay más de 50 fábricas, pero una multinacional puede llegar con financiamiento y una competencia más agresiva”, af irma. La firma estadounidense también había adquirido meses atrás King Agro, especializada en productos de fib a de carbono con sede en Campana, por lo que su estrategia en el país es crecer y diversificarse (sus tradicionales tractores y cosechadoras los produce en Granadero Baigorria, SF).
En 2016 y 2017, con la quita de retenciones al agro, se alcanzó casi un 80 % de la capacidad instalada.
Las ramas de cosechadoras y tractores sí aparecen dominadas por firma extranjeras. Aunque varias poseen producción local (caso de Deere, New Holland o Agco), la importación trepa al 40% y al 50% respectivamente. Solo Vassalli Fabril (en crisis productiva) y Pauny (única fábrica de tractores nacionales) compiten, en un mercado de alrededor de 1.000 y 6.200 unidades al año, por sector.
En este nicho, desde Alemania, Claas apuesta por la calidad y fortaleza. “Avanzamos con la agricultura de precisión, que es algo que cada vez se demanda más. Hoy el dueño del campo exige contar con conocimientos de la cosecha, el detalle de cómo está el campo. El productor argentino adopta rápido la tecnología”, afima Eduardo Gross, vicepresidente de Claas Argentina, aunque reconoce que el nivel de recambio de equipos en el país es bajo (promedio de cada 5 años). La firma importa cosechadoras y picadoras forrajeras, principalmente, pero produce localmente cabezales girasoleros, entre Oncativo (CBA) y Ameghino (BA). “Logramos un hito que fue superar los 2.000 cabezales girasoleros que exportamos a mercados europeos”, comenta.
Con respecto al 2019, y en sintonía con el resto de los directivos, afirma que, a pesar de la buena campaña agrícola y un mercado ganadero en alza, no se notó una repercusión acorde. “Por el panorama eleccionario y el reacomodamiento por la sequía del año pasado no se pudo traccionar ventas. Y la financiación siempre influ e”, acota Gross.