El estado de ánimo o humor de los directivos de una pyme puede tener un alcance importante dentro del clima laboral. Un informe de la Asociación de Directorios Asociados (Adiras) arrojó que el 50% de los número uno asume que debería cuidar más el clima laboral en su empresa, el 25 % dice que le da mucha atención, porque es fundamental, en tanto que el 25% restante sostiene que lo está empezando a hacer.
Para Martín Yechua, director ejecutivo de Adiras, el impacto del estado de ánimo del número uno en el clima laboral se da por varias razones: primero porque en la pyme la cercanía con los demás colaboradores en general es mayor a la multinacional, se ven más seguido, tienen más presencialidad y tienen más acceso directo con todos los empleados. A su vez, el entusiasmo es algo que se transmite día a día con el cuerpo, con el discurso y con gestos y, si el número uno está preocupado o de mal ánimo todo el tiempo, es inevitable que impacte en la empresa.
Esta apreciación es compartida por Alejandro Bertin, gerente general de San Ignacio, para quien el directivo de la micro y la pequeña empresa se relaciona con un círculo muy reducido por lo que el impacto es directo. En pymes más grandes, pymes tramo 1 y 2, es posible que haya una estructura de contención, pero de todos modos, tarde o temprano el desánimo llega a las bases, agrega.
Para Carlos Contino, socio gerente de CONA RH, en la empresa pyme que muchas veces son más familiares el estado de ánimo se transmite por canales formales e informales a toda la organización, mientras que en la empresa grande esto es más diluido ya que suele haber una comunicación formal institucional más organizada y muchas veces consolidada en 2 o 3 canales específicos dentro de la empresa que lideran especialistas en temas comunicacionales.
Patricio Navarro Pizzurno, director de gente y cultura en iFlow, relaciona el tema con el nivel de profesionalización de la empresa y del número uno. "Si el CEO es profesional, su estado no debería impactar en las decisiones que tome. Si un día llega ansioso, angustiado o deprimido, ese estado de ánimo no debería generarle ceguera o impulsividad a la hora de tomar una decisión. Entendemos que el CEO o cualquier líder puede dejar de lado sus emociones. En las pymes, ese estado de ánimo con el mismo nivel de profesionalización es posible que no incida en el futuro de la empresa, pero sí en lo comunicacional de la gente que rodea al CEO, que es mucho más cercana que en una grande, sostiene.
El consultor en RRHH Guillermo Occhipinti comparte esta apreciación y agrega: "Está comprobado que un líder optimista empuja al equipo en su actitud, porque inspira y motiva. Ahora bien, si luego se comporta de manera ególatra, se diluye la motivación y se apagan sus motores. Es decir que con tener un buen estado de ánimo no alcanza ya que eso que vende el directivo tiene que ser realista y alcanzable. Además, los líderes con estado de ánimo positivo deben saber escuchar los consejos y aprender que recibir advertencias no significa siempre que una persona solo quiere destruir la generación de ideas.
José Ignacio Dama, director de Enfoque Medio, introduce un asunto complejo: "Según un estudio de Gallup, solo el 30% de los mandos medios se sienten apoyados por la alta dirección, y esa falta de apoyo es una de las principales causas de frustración de los mandos medios. En las pymes locales, ese problema es aún más profundo y, en muchos casos obedece a el cambiante estado de ánimo del número uno.
Como es sabido, el entramado pyme es lo suficientemente heterogéneo como para generalizar cuán relevante sería el impacto del número uno en el clima. Una de las variables de ajuste es el nivel de profesionalización en tanto que otra a considerar es el sector. Para Bertin hay sectores más vulnerables que otros al estado de ánimo en tanto que el grado de madurez de cada una de las empresas de sectores con una impronta diversa, como industria o servicios, serán más o menos sensibles al estado de ánimo del número uno. Para Yechua, "en la industria puede ser más vulnerable ya que están en un mismo lugar físico, aunque esto depende del proceso de delegación que haya iniciado el número uno en su gestión diaria.
De acuerdo al directivo de Adiras, es clave el grado de profesionalización del número uno y de la empresa donde la formación de equipos de trabajo y sobre todo directorios externos favorecen una concepción menos emocional de situaciones a resolver. Contino, en tanto, sostiene que los cambios culturales que se están dando condicionan la voluntad del número uno, su realidad, ya que las nuevas generaciones y los acontecimientos externos presionan para alcanzar una profesionalización necesaria.
Hay un común acuerdo en que profesionalizar la empresa implicaría menos volatilidad asociada al estado de ánimo del número uno. Para Navarro Pizzurno, es clave para evitar que la emocionalidad lleve a tomar decisiones impulsivas o poco racionales asociadas a las variables del negocio. Ser emocional no implica que el número uno no muestre sus emociones, sino que tenga en cuenta que esa puesta en común en algunos momentos debería quedar restringido a la mesa chica, sobre todo cuando la emoción es preocupación o si reviste cuestiones relacionales. Si el CEO de una pyme maltrata, destrata en una pyme, llega a muchos más estratos que en una organización grande. No hay que negar la emocionalidad, ya que sería deshumanizar al CEO. No veo que haya sectores donde haya más emocionalidad en uno que en otro. Eso depende de la personalidad del líder y no del rubro".
Occhipinti considera que a sabiendas que muchas pymes están dirigidas por sus dueños y que para ellos son una creación, un hijo más, las emociones están más a flor de piel. Un estado de ánimo positivo conduce a una mayor resiliencia a los desafíos que enfrenta. Este punto también es retomado por Contino, quien agrega que por lo antedicho el estado ánimo del número uno afecta la competitividad y sostenibilidad de la empresa a favor o en contra. Las empresas con una cultura organizacional centrada en la gestión de personas sobresalen y perduran más que otras que no lo hacen".
*La columna fue escrita por Pablo Orcinoli, director de Prolugus.