Es argentina, pero divide sus días entre Madrid y Buenos Aires. Adriana Amado es analista de medios, docente, investigadora y dueña de una extensa trayectoria que hoy incluye ser profesora en la Universidad Camilo José Cela y su propio canal de YouTube, Cátedra A, en donde dialoga con influencers y figuras de las redes. En diálogo con Forbes, analiza el momento actual de los medios de comunicación y del gobierno. Qué es lo nuevo y por qué lo que parece nuevo en realidad puede que no lo sea.
¿En qué etapa estamos hoy respecto de la desinformación y de las fake news?
Estoy trabajando en un grupo de investigación que coordina la Universidad Complutense de Madrid sobre desinformación en los procesos electorales. Allí pudimos ver que la desinformación existe, es operada desde los propios partidos, los candidatos y la militancia. Sin embargo, la sociedad no está tan atenta a eso como se podía suponer.
¿Qué implica eso?
Implica que la desinformación puede tener impacto en el grupo informado, que es el que está mirando. Es una paradoja muy linda: el grupo más expuesto a las fake news es el más informado, porque es el que está observando. Pero ese grupo es el informado, por lo tanto es el menos vulnerable a ese fenómeno. El que supuestamente -y digo supuestamente porque tampoco podemos tener evidencia de que exista tal vulnerabilidad- es el más expuesto está en otra cosa. No le importan las elecciones ni la información. Entonces creo que el periodismo y los medios elegimos la batalla equivocada. La batalla que tenemos es convocar a la gente a la información. Y la discusión de la desinformación lo único que hizo fue ratificarle a la gente que hace bien en no estar pendiente de la información porque puede encontrarse con cualquier cosa.
Hoy está en boga la inteligencia artificial. ¿Cómo impacta en la actualidad y qué puede pasar?
Los periodistas utilizamos inteligencia artificial desde hace por lo menos diez años. Por ejemplo, porque dependemos del traductor de Google para todo. La inteligencia artificial es una herramienta que ha facilitado mucho el trabajo al periodismo en muchos aspectos. Lo que pasa es que, como toda herramienta, todavía tiene usos inciertos y muchos oportunistas. Algunos que dan charlas y editan libros exprés. Yo planteé en un libro cuál es la tecnología que más ha transformado al periodismo en los últimos 50 años. Lo que encontré es que no era ningún soporte tecnológico en particular, ni la web ni el celular ni WhatsApp. La transformación tecnológica más inquietante ha sido la conversación pública: hasta hace poco, el periodismo era el que hablaba por la gente y hoy nos encontramos con que la gente habla solita.
Y además era el que se comunicaba con el poder, ahora está más democratizado...
Claro. La gente no solo habla por sí, sino que envía sus mensajes al poder sin la intermediación del periodismo. El periodismo a veces no tiene herramientas, no lo dejan entrar a cubrir las elecciones. Pero la sociedad sí, porque va y vota. Entonces, ella misma manda los mensajes. El periodismo se había erigido como "el vocero de". Ahora la gente dice "quedate tranquila, que yo hablo solita". Entonces la inteligencia artificial viene al auxilio. La legitimación del rol del periodista va a venir cada vez más atada a la capacidad de integrarse a la conversación que tiene la gente. Tiene que ver con lo que hablábamos antes: hay periodistas que chequearon cosas que la gente ni había visto, que se enteró de la fake news por la desmentida.
Actualmente tienen mucha repercusión algunos productos como Olga, Luzu o Blender. ¿Hay algo nuevo o es una reconversión de lo mismo de siempre?
Para los medios, el streaming es el parripollo o la cancha de pádel. Eso que hacen no es streaming, es la misma radio puesta en YouTube. Si vos seguís a los streamers auténticos, te das cuenta de que ellos conversan, juegan, participan y eventualmente transmiten. En este caso, es la reinvención de la radio y de la televisión, que no deja de ser un gran esfuerzo y es meritorio. Ahora, si lo vas a hacer desde el mismo estudio de radio, de televisión, con las mismas luces, con los mismos maquilladores, bueno, estás haciendo televisión en otro soporte. En el streaming no hay horarios ni duración, porque se convoca por la ocasión. En cambio, cuando hacés todos los días un programa de una hora, eso no es streaming, eso es radio en YouTube. Y está bien, pero es otra cosa. Los casos que nombraste son ejemplos de tecnología de punta. Es una adaptación de lo que fue el cable en su momento.
Cada red social, si generalizamos un poco, tiende a promover ciertas emociones o contenidos. ¿Qué aporta cada una y en qué pueden ser nocivas?
No es la red en sí, es la comunidad. Si tenés una comunidad de gatitos, esa comunidad solo manda corazoncitos y cosas buenas, incluso estando en Twitter. Ahora, si en Instagram, que es la comunidad que se supone es de paz y amor, ponés un mensaje político, aparece la bronca. Ni siquiera se puede decir que es el tema: hay canales de cocina que son súper amorosos y ponen corazoncitos y hay otros que están repletos de haters.
Tiene que ver mucho también con los responsables de ese contenido...
Sí, con los responsables, con los mensajes, con la oportunidad, con lo que buscan, con el financiamiento. Si solo cocinás lo que te indican los auspiciantes, la gente va a perder interés.
Mencionabas al financiamiento, ¿es algo determinante según tu visión? Por ejemplo, Twitter siempre fue un lugar propenso para la discusión, pero desde que paga a los usuarios que generan muchas interacciones parece haberse convertido en el reino del baiteo, con usuarios que dejan cebos para que el resto se indigne y comente. ¿Podría haber una cuestión propia de la plataforma que promueve ciertas conductas?
Sí, pero también es cierto que es la plataforma que no creció nunca. O sea, Twitter está en el 10% de usuarios desde hace mucho tiempo. Hoy la plataforma que reina, la que tiene más seguidores y donde hay más interacciones es YouTube. Y es una plataforma que se está usando para hacer el parripollo de la radio, cuando en realidad lo interesante que tiene es la comunidad.
Al periodismo lo entrenaron para producir contenidos. Cuando escucho a alguien que dice que está produciendo contenidos, me doy cuenta de que no está en este siglo, que es del siglo pasado. Porque la principal tarea que te demandan las redes sociales es administrar la comunidad: revisar los comentarios, contestarlos, silenciar, bloquear. Eso lleva muchísimo más tiempo que producir el video. Hay una lógica de administrar esa comunidad que va cambiando con las plataformas. Incluso la misma plataforma cambia las condiciones. Pero también vemos que la gente va corriendo hacia las plataformas en función de lo que le dejen hacer. Entonces, la gente que antes se divertía en Twitter hoy empieza a comentar en YouTube, porque sabe que lo puede hacer, que está en un grupo más afín, que se ven los comentarios. En la medida en que el señor YouTube diga "voy a empezar a cobrar como Elon Musk" la gente se va a ir a otra, porque el mundo digital es poroso. Te vas a ir adonde puedas hacer las cosas que te gustan hacer.
Con respecto al gobierno argentino y su manejo de las redes, hubo un funcionario, Fernando Vilella, que fue echado por haber puesto un me gusta a una publicación. ¿Hacia dónde vamos? ¿Te preocupa o no pasa nada?
La tecnología del motor de explosión lleva un siglo en las calles y los accidentes de tránsito siguen siendo la principal causa de muerte en la Argentina. Llevamos un siglo sin saber cuáles son las reglas y cómo protegernos. La tecnología de la conversación no tiene ni cinco años en nuestras vidas. No existía esto de que cualquiera puede hablar con cualquiera, de que podés ver los pensamientos del presidente en el momento en que los tiene porque los tuitea. Antes un presidente tenía varios filtros antes de decir lo que tenía que decir. Ahora lo dice directamente, y no solo pasa con el presidente argentino. Eso es desconcertante. Estamos en un momento de cambios muy fuertes, con un talento para adaptarnos que no me deja de sorprender.
En este tiempo, la información dejó de ser un tema. Se generó como una alfabetización espontánea, porque tener información correcta determina tu supervivencia. Necesito saber a qué hora empieza a funcionar el subte, entonces de alguna manera voy a encontrar el dato correcto. Eso pasa con todo tipo de información. Nunca pensamos que iba a ser tan rápido. Entonces lo que pasa es que los grupos más ilustrados e informados son los más reacios a este ecosistema espontáneo y caótico.
¿Cómo analizás la comunicación del gobierno? ¿Cómo la comparás con respecto a la comunicación de campaña?
Ahí está la cosa. La comunicación de campaña no la hizo el gobierno, sino la gente de manera caótica. Cuando pasás al poder tenés que hacerla, gestionarla y planificarla. Esto les pasó a todos los gobiernos. Mauricio Macri había tenido una muy buena gestión de redes como partido. Pero después cambia el rol que ocupás en esa comunidad. Una cosa son tus votantes y otra cosa son los ciudadanos. Cuando gobernás, tenés que comunicar al 100% de la Argentina, incluso a gente que no está de acuerdo con lo que hacés. Entonces la planificación es diferente. Lo que veo es que ningún gobierno que tuvo un impulso con las redes supo aprovecharlas después durante la gestión, por la misma lógica entrópica y caótica que tienen las redes sociales.
Hay una práctica constante que realizan Javier Milei y algunos de sus seguidores: la cita de autoridad. Muchas de las publicaciones se basan en una frase entrecomillada atribuida a determinada persona y eso aparece como una verdad revelada. ¿Qué implica? ¿Es una manera de simplificar ideas?
Hace 10 años escribí un libro que se llamaba Política pop, que explicaba la lógica del político populista. En ese sentido, el gobierno de Milei es parecido al kirchnerismo en cuanto a lógica comunicativa. La lógica de la autoridad se mantiene: antes era Perón, ahora es Benegas Lynch. Se mantiene el poco acceso a la información: ahora protestan los periodistas por la sala de prensa y nos olvidamos de que durante 20 años no tuvimos acceso. En ese sentido hay una continuidad. También se emparentan en la lógica de la hostilidad al que piensa en contrario. Va más allá de izquierda y derecha, Pedro Sánchez y Milei hacen lo mismo en cuanto a la comunicación: personalización, victimización, enemigo. La estructura es la misma. La comunicación populista o popular es muy efectiva. Sin embargo, es de corta vida. Es muy potente pero se diluye rápidamente. Demanda golpes de efecto todo el tiempo. Lográs ser el centro de la conversación, pero te obliga a que la próxima seas todavía más efectista. Eso desgasta, porque lo que construís es impacto y no credibilidad.
El gobierno ha sido muy efectivo a la hora de instalar temas en agenda. ¿Cómo lo puede mantener?
Es muy difícil. El día que se enamore de una mujer común y corriente... no pasa nada. ¡La próxima vez se va a tener que enamorar de Kamala Harris! Ese es el problema de la comunicación pop. Luis Fonsi nunca va a volver a hacer un hit como "Despacito". Te transformás en esclavo de tu éxito. Cuando hacés depender tu comunicación de esa centralidad entrás en peligro porque necesitás renovar cada vez más eso y se hace insostenible.
¿Te preocupan las formas y los insultos del gobierno? ¿Daña la democracia?
No depende de la intención del gobierno sino de la fuerza de las instituciones. Cuando tenés instituciones fuertes, el personalismo de quien está en el poder pesa menos. Entonces lo que importa es el fortalecimiento de las instituciones para que sean cada vez menos vulnerables al capricho de la persona que está en el poder. Si tenés una perspectiva histórica, te das cuenta de que nuestro paso es irrelevante. Cuando se cuente la historia del siglo XXI, el kirchnerismo habrá sido solo una quinta parte. ¿Cómo va a ser contado Milei? Hay que tomar un poco de perspectiva y eso da calma. Uno está en medio de la coyuntura y angustiado, pero somos nada en lo que hace a la historia del país. Un país no se rompe a pesar de leer los esfuerzos que han hecho muchos.