¿Podrá Milei sostener su poder de comunicación desde la presidencia?
Florencia Radici Forbes Staff
Florencia Radici Forbes Staff
En Puede fallar. Economía y comunicación en 40 años de democracia, el economista Andrés Borenstein y el periodista y consultor en comunicación Gabriel Llorens se animan a conjeturar que, además de políticas más o menos defectuosas, en los gobiernos de las últimas cuatro décadas hubo falencias serias a la hora de contar lo que se estaba haciendo, hacia dónde iba y cuáles eran los sacrificios. Frente al cierre de ciclo del último gobierno de Alberto Fernández y el inicio del de Javier Milei, los autores analizan qué se necesita para comunicar en este momento, cómo la tecnología impacta en la forma de tomar decisiones y qué lecciones se pueden aprender de lo sucedido en la historia.
- ¿Cómo comparan la situación que se vive hoy con las otras grandes crisis de los últimos 40 años?
- Andrés Borenstein (AB): Desde el lado económico no tengo dudas de que la peor crisis fue la de 2001, seguida de la híper, y esta probablemente sea una especie de medalla de bronce. Digo medalla de bronce porque soy relativamente optimista, pero esto no terminó. Lo que sí hay es un ambiente disruptivo en la comunicación que hizo que, más allá de que quizás el PBI cayó más en 2001 que ahora, o que la salida de la convertibilidad y la ruptura de todos los contratos fue probablemente mucho más grave, hay como una sensación de “que se vayan todos”. La palabra de moda es “clima de época”, hay un clima de época muy particular ahora.
- Gabriel Llorens (GL): La tesis del libro es que hay alguna relación entre política económica y comunicación y que en esa relación se juegan parte del éxito o fracaso de lo que venimos haciendo. En economía fuimos encontrando que hay problemas que se repiten o constantes que preocupan. Pero la comunicación cambió muchísimo. Si bien el fenómeno Milei se explica desde la economía, también se explica desde un clima de época de comunicación diferente. En los 80, había cuatro canales de TV y solo uno era privado. Era mucho más controlable la conversación.
- Y menos instantánea...
- GL: La velocidad, la cantidad, el tono eran otros. Ahora es instantáneo y eso impacta en la economía. La respuesta tiene que ser más rápida, las decisiones tienen que ser más rápidas. Lanzás una política económica y resulta que con un tweet alguien te puede hacer un agujero de la nada, es otro juego.
- AB: Hoy en Twitter hay potencialmente un grupo de personas medianamente informadas que pueden influir para que el BCRA cambie una resolución. Las primeras dos décadas de la democracia tuvieron un estilo de comunicación totalmente diferente de las segundas dos.
- GL: Nos gusta una sociedad más participativa, con más canales. Para los problemas argentinos quizás complica...
- ¿Qué análisis hacen del gobierno de Alberto Fernández desde esta perspectiva?
AB: Es difícil de caracterizar. Martín Guzmán fue un personaje muy raro para comunicar, una persona que vino a tranquilizar la economía (que no es una mala frase), pero después o no supo o no pudo o no lo dejaron. No muy flexible, además. Y después llega Sergio Massa, que cambia totalmente el estilo de comunicación, porque tiene un vínculo mucho más fluido con los periodistas. Es un estilo un poco más proactivo, aunque igual no fue efectivo en el sentido de que la gente nunca dijo: “Ah, ahora nos salvamos, ahora viene el swap de Qatar y nos ponemos a gastar como locos, la economía vuela”. Con el diario del lunes, Massa nunca logró transmitir confianza; se esforzó muchísimo, pero quizás no entendió el clima de época, como tampoco lo entendieron los líderes de Juntos por el Cambio.
GL: Si pensamos en la comunicación de Alberto, encontró una historia en la pandemia. Para su relato fue un hallazgo, fue el único momento en el que encontró algo para contar que fuera creíble, sólido, y por eso quizás también lo estiró todo lo que pudo. En materia económica era hablar de viejos pasados, tranquilizar, pero nunca encontró el lugar o la forma de hacia dónde estábamos yendo, cuál era la propuesta con la inflación, qué iba a hacer con el Fondo; tardaron tres años en renovar un acuerdo con el FMI y cuando lo renovaron voló por el aire el ministro. En materia económica nunca se entendió o nunca tuvieron claro cuál era el mensaje.
- ¿Qué tipo de comunicación es la que necesita el gobierno de Milei? ¿Tiene relación con Carlos Menem cuando dijo: “Si decía lo que iba a hacer, nadie me votaba”?
- GL: Ahí tiene una “ventaja”, que es que él dijo demasiadas cosas malas que iba a hacer y así y todo fue electo. La promesa con la que él llega no es el paraíso, es una promesa compleja más identificada con un sentimiento. Eso da la sensación de que dura muy poquito. Tiene mucha capacidad de comunicación y pega con el clima de época cuando dice: “No hay plata”. Ahora, cuando el ajuste les llegue a las personas, quizá en 10 minutos cambia el humor y surge el desenamoramiento. Ahí es donde entra a jugar un armado político, una estructura económica que lo banque.
- AB: En los primeros pasos de comunicación mostró flexibilidad. Y generó esperanza, todo el tiempo está pensando en la Argentina que podemos volver a ser. También bajando las expectativas. El gran problema que veo en la Argentina es que una parte de la sociedad esperaba que el 11 de diciembre se arreglara todo. Y como eso no iba a pasar, sin importar el plan o quién ganara, tenemos problemas. Entonces, decir: “Prepárense porque los próximos meses de mi gobierno van a ser complicados” es correcto, porque no podés dar malas noticias todo el tiempo, pero si te sale bien se acabaron las malas noticias.
- GL: No va a tener los dos años que tuvo Menem hasta acomodarla, no tiene ese margen.
- ¿Qué análisis hacen de las primeras incipientes comunicaciones antes de asumir?
- AB: Milei, siendo un buen comunicador, va a los medios, pero probablemente no tenga armado un aparato de comunicación profesional. De hecho, cuando hicimos la investigación para el libro, algo que nos dijeron es que el peor error que comete un político es tratar de manejar su cuenta de Twitter. A las dos de la mañana con insomnio no es el momento de tirar bombas en Twitter. Si Milei va a querer ser su ministro de Economía es un error, porque tiene que ser presidente. No puede estar en el día a día de la economía.
- GL: Una cosa es la comunicación de campaña y otra la de gobierno. En eso me parece que hicieron un click, quizá no fue lo más ordenado o lo que dice el manual. Son una fuerza nueva, entonces es muy difícil de articular. Y si bien es cierto que los manuales dicen un montón de cosas, también es cierto que todo se está probando, todo el tiempo. Y, así como la velocidad te juega en contra, hay margen para que vos pruebes y te salga una bien y te salga una mal.
- Un punto que analizan es la relación entre los presidentes y sus ministros de Economía...
- AB: Hay una diferencia: Menem no sabía de economía, Kirchner no sabía de economía aunque creía que sabía, Alberto no sabía y sabía que no sabía (Massa tampoco sabía, ese es el otro problema). Es la primera vez en la historia argentina que tenés un presidente de la Nación-ministro de Economía. Porque la relación Menem-Cavallo fue muy buena y se tensó porque había celos políticos, pero la discusión no era por temas económicos, para Menem lo que decía Cavallo era palabra santa. Milei podrá no ser el mejor economista del mundo, pero entiende de economía, tiene su visión y la puede defender con argumentos, no es ideológica.
- GL: En nuestra repasada identificamos que el político Alfonsín con el técnico economista Sourrouille tuvo un momento que realmente funcionó, Menem-Cavallo lo mismo, Duhalde-Lavagna... Son todos ministros economistas con sentido político. Lo que más suele funcionar es un político bien político al mando y un economista bien plantado, con una relación personal sólida, también.
- De hecho, a la mayoría de estos ministros de Economía no les fue bien sus carreras políticas. El único quizás fue Axel Kicillof.
- AB: Lo interesante es que Axel no construyó su carrera política a partir de ser economista. No lo votan por ser economista. En cambio, Cavallo y Lavagna trataron de construir carrera política a través de gestión económica, que en los dos casos fue una gestión buena, medida por baja inflación, por crecimiento de PBI, o sea por datos objetivos. Axel no tiene eso.
- GL: Lo mismo en el caso de Milei, que es el primer economista que llega a la presidencia. No porque habla de temas económicos o porque explica la economía.
- De las lecciones que dejan en el libro, ¿cuáles se pueden tener en cuenta para esta etapa?
- GL: Tiene que haber una promesa, pero también hay que regularla. No tiene que ser exagerada pero tampoco se tiene que quedar corta. Hay una calibración de esa administración de expectativas y de promesas que tiene que ser justa como para que los expertos en economía la vean posible, pero que tampoco sea un delirio descomunal. Lavagna nos lo dijo: “Uno desde el Ministerio de Economía o desde el Gobierno pone señales y después la gente elige por dónde va, entonces es poner correctamente esas señales, que las crean”.
- ¿Qué ejemplos hay de buenas medidas económicas mal comunicadas o al revés?
- AB: La buena mal comunicada fue el bono a 100 años. Para mí fue un acierto espectacular deuda a largo plazo para un país que tiene muy poco acceso al crédito. Es verdad que no es algo que se pueda anticipar, pero tendrían que haber buscado la vuelta para explicarle a la gente que endeudarte a largo plazo es bueno y que la tasa era recontra baja.
- GL: Para mí una medida pésima desde el punto de vista económico pero muy bien comunicada es Precios Cuidados y después Precios Justos. Es en un momento de emergencia y está hace diez años. Hay una potencia de comunicación de Augusto Costa y la última gestión de Axel, que en medio de la aceleración de la inflación lograron instalar eso, que no soluciona, porque está demostrado; al contrario, altera precios.
- AB: El mensaje es que la comunicación no sustituye a la buena política económica, tener equilibrios macro razonables y regular la micro como corresponde. Pero no tener una política de comunicación es un error. Porque la economía es una ciencia que depende mucho de la psicología, de las expectativas. Y, al igual que en la política económica, uno puede cometer errores y después se corrigen. Es un activo.
- GL: La comunicación interna es clave. Primero convencé a los tuyos. Vimos fracasar muchos planes o muchas buenas medidas porque el frente interno estaba con dudas o salen a correr por afuera. Va a ser interesante ver cómo lo trabajan en una fuerza que es nueva.