“Estábamos convencidos de que las ambiciones ambientales también las podíamos llevar adelante desde el mercado, no aparte. Queríamos compartir esa vocación pública desde las propias empresas, y nos dimos cuenta de que los empresarios y empresarias podían ser nuestra oportunidad”, asegura Pedro Tarak, uno de los cofundadores de Sistema B Internacional, que certifica el nivel de apego de las compañías a las acciones sostenibles. Tarak es un referente de quienes buscan unir el mundo corporativo con un compromiso social, pero no como un agregado a sus actividades empresarias sino inserto en el propio negocio. Eso lo llevó a crear Sistema B, que propone una “nueva identidad empresarial”, en la que se propusieron encarar el desafío de ser “resonantes con todos”. Y define: “No convenzo más a nadie. Yo comparto entusiasmo por un nuevo camino”.
¿Cómo comenzó Sistema B?
Fue el encuentro de cuatro amigos (dos chilenos, una colombiana y yo) que estábamos en la búsqueda, nos habíamos dado cuenta de que nuestras aspiraciones sociales, ambientales y las de la polis también las podíamos llevar adelante desde el mercado. Yo estaba en Guayakí acompañando a una empresa cuyo propósito era la regeneración de la selva misionera en Brasil, Paraguay y Argentina. Así como la selva se fue, ¿cómo se hace para que vuelva? Bien concreto, muy mundano, pero desde el mercado, no como algo aparte, no como responsabilidad, sino como sentido de legado.
En el caso de Gonzalo Muñoz, un chileno que es el que desarrolló Race to Zero desde Naciones Unidas cuando Chile tenía la presidencia, su vocación, su llamado personal, era la educación del consumidor. ¿Cómo lo hacía? A través de la industria del reciclaje, puntos limpios al principio. En el caso de Juan Pablo Larenas (también chileno), su vocación era la equidad ante el agua, entonces hicieron Late!. Y en el caso de María Emilia Correa, colombiana, ella venía del mundo corporativo y de desarrollar áreas de sustentabilidad. Cada uno de nosotros sentía que nos estaba haciendo falta algo. Y sentíamos que podíamos compartir eso que nos estaba pasando con un montón de personas, y las empresarias y los empresarios pasaron a ser nuestra oportunidad.
¿Y cómo fue evolucionando eso?
Lo que nos pasó a los cuatro es que empezamos a sentir la necesidad de una nueva identidad empresarial. Estaba dando una charla en la Di Tella (donde estaba Charly Alberti) y dije: “Imaginémonos rápidamente reducir el analfabetismo si todas las empresas incorporamos eso como una de nuestra metas. Qué rápido lo lograríamos, porque las empresas son el mayor número de organizaciones después de la familia”.
Alguien del público con acento americano me dice: “Pero esto ya existe en mi país, son las B corps”. Esa noche mandé el mail con el link de las B corps y las B lab a los otros tres amigos de Colombia y Chile. En el momento (y esto no me lo van a creer, yo no soy nada esotérico) en que hice click y mandé ese mail me entró un mail con el mismo link por parte de María Emilia.
Yo dije: “Acá hay algo que tengo que hacer, vamos a buscar a los creadores de las empresas B”, a las personas. No íbamos a la organización, teníamos que encontrarnos con las personas que habían creado una nueva forma de organizarnos. Nos fuimos a Nueva York con plata de nuestros bolsillos. Uno diría: ¿qué son las empresas B? ¿Son de la política? No, son empresas como cualquier otra que tiene que tener rentabilidad, si no, no funcionan. Guayakí, desde el momento en que fui pequeño inversor hasta 2019, me reportó un 600% de incremento en el valor de las acciones. Son empresas que resuenan con todos los stakeholders. Nuestro gran desafío es poder ser resonantes con todos y lograr el equilibrio.
¿Te imaginás un futuro en el que solo haya empresas B?
No. Me imagino un futuro donde la gran mayoría de las empresas se comporten como empresas B, porque es muy difícil ser empresa B. Es muy difícil porque, cuidado, uno cuando recibe la certificación de la organización (no es de producto ni de proceso, es de organización, es una nueva forma de organizarnos), lo que les pasa a muchísimas empresas es que quisieran ser ese tipo de empresas, pero ¿saben qué? Hay que ser públicos, nuestro impacto con la métrica, estamos sometidos a auditorías aleatorias y cualquier ser humano en esta humanidad puede hacer un reclamo a un sistema (sería el standards committee internacional) donde uno hace el reclamo, entonces uno se somete a un nivel de riesgo.
Yo le digo a todo el mundo: “No se hagan empresas B si no lo quieren hacer en serio, no tiene sentido”. Ahora, una vez que lo hacen en serio, en los beneficios. La cantidad de nuevos clientes en este mundo de transición que aparecen por serlo es muy importante. Seguramente ustedes se preguntarán: “¿Son más rentables que las otras?”. Ni idea, falta mucho tiempo para poder llegar a esa afirmación, algunas serán más rentables, otras no lo sé, pero tiene sentido vivir la transición del sistema para reorganizarnos en esta Tierra, en la misma Tierra que tenían nuestros antepasados.
Mendoza es un caso increíble, donde ya existe el régimen de compras públicas de impacto de la Ciudad de Mendoza, existe el nodo de innovación económica con el grupo de trabajo del nuevo PBI, el PBI que aspira a contabilizar los activos y pasivos sociales y ambientales dentro de lo económico (no es aparte, siempre estamos hablando de otra genética económica). Ese grupo está integrado por gente del Pro y gente de La Cámpora y se presentan con orgullo juntos como equipo presentando sus avances. ¿No se emocionan un poquitito?
Podemos decir: “Sistema B cerró la grieta”.
Yo creo que los mendocinos, inspirados por otros y por muchos empresarias y empresarios B y por universidades, están practicando el cierre de la grieta. La empresa B es contagiosa porque su gente encuentra esa magia de creación de valor y puede salirse de la trampa del instrumental. Ninguna organización humana puede tener como objetivo un instrumento, que es el lucro. Ahora, todos necesitamos el lucro, sin esa herramienta no podemos ni medirnos cómo estamos avanzando ni podemos satisfacer la necesidad de todos nuestros stakeholders, incluyendo a los accionistas. Como accionista de varias empresas, digo: “Eso tiene que estar”. Pero tenemos que equilibrarlo con las otras formas de creación de valor y además en el momento en que se venden las acciones uno ahí dice: “¡Ajá! Tenía sentido”. Y tiene sentido.