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Liderazgo
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31 Agosto de 2018 08.00

Bajo el concepto de “moda ética”, Animaná articula el trabajo de artesanos para crear prendas que se venden en su boutique en la capital francesa y otros puntos de Estados Unidos y Europa.

La naturaleza fue mi mayor maestro”, suelta Adriana Marina, fundadora de Animaná. Nació en Puerto Santa Cruz y pasaba sus veranos en la estancia de sus abuelos, entre ovejas, guanacos y caballos, e interactuando con comunidades tehuelches y mapuches. “Mi abuelo fue pionero en la cría de merino australiano y en la mezcla con las ovejas locales”, relata. Con un Ph.D en Economía, y luego de vivir en Salta y “conectar con otras fibras”, Adriana comenzó a gestar Animaná en 2009. El emprendimiento, que hoy es certificado como empresa B a través de Sistema B, se enfocó en revivir la cultura andina y patagónica que tanto adora. Trabaja en colaboración con distintas comunidades de artesanos de los Andes, desde la Patagonia hasta Bolivia, en la creación de productos textiles, revalorizando las técnicas ancestrales de tejeduría e hilado, pero agregando diseño de vanguardia y logrando un producto que llegó a posicionarse en el mercado de lujo.

Con una inversión inicial de $ 1.500.000, el proyecto comenzó con un trabajo intenso con muchas comunidades. Tras varios años de trabajo en conjunto, con capacidad de respuesta para grandes producciones y ya con unas 3.000 prendas fabricadas y en stock, se empezó a consolidar la pata comercial de la empresa, que vendió unas 1.500 prendas en 2015.

Hoy, con una boutique propia en París, ventas a distintos locales de Estados Unidos y Europa, presencia en cinco locales de Buenos Aires y un showroom propio, la facturación anual asciende a $ 2 millones y los kilogramos de lana trabajada, a 800, lo que permite crear unas 3.000 prendas anuales. Para 2018, buscan duplicar las ventas al abrir un local en Argentina y potenciarlas a través del canal online.

La cadena de valor comienza con la cría sustentable de camélidos que viven en su hábitat natural, a lo largo de los Andes: guanacos, vicuñas, alpacas, llamas y merinos. Las mejores fibras son seleccionadas a través de un proceso manual de gran precisión. Los artesanos trabajan el material, y la prenda creada es sometida a procesos de control de calidad que garantizan la estética y estándares de lujo. Las piezas son únicas y reflejan contemporaneidad y sofisticación, bajo el concepto de lujo simple y escapando a la lógica habitual de la industria, donde lo que hoy está de moda mañana se descarta.

Animaná creó distintas líneas de productos. Por un lado, la de indumentaria femenina Elle de sweaters, camisas, chales y pashminas. Se suma otra de ropa de bebé con algodón nativo y orgánico, y una de Home y Deco. Por último, una flamante línea de regalos éticos empresariales, como maleta de vinos y objetos de escritorio con alpaca, metal y cobre.

Pero la consolidación no podría haber ocurrido sin Dominique Peclers, quien en 2010 se enamoró de la empresa. La fundadora de Peclers París, una de las consultoras de moda más importantes del mundo, es una aliada invaluable. “Su convivencia en las comunidades de Argentina, Perú y Bolivia crearon las bases de la colección central de Animaná, que va evolucionando de forma lenta. El diseño que logramos nace de lo que la comunidad hace, de acuerdo con sus telares, sus capacidades, su iconografía. Es una estilización y una transformación de lo que ellos saben hacer, traducida a un producto que puede estar en cualquier ciudad del mundo y que no tiene que ver con una fuerte raíz étnica, sino que es un producto clásico moderno”.

Luego de muchos años de reunir cooperativas, comunidades y empresas pequeñas, Animaná fue entablando alianzas bajo los mismos principios. Gracias a esa articulación, hoy pueden responder al mercado en cantidades. “Las comunidades fueron entendiendo que hay un potencial enorme pero que deben organizarse. Fueron años de trabajo y aprendizaje para llevar un producto a un mercado y abastecer en cantidades”, explica la emprendedora, resaltando también la alta exigencia del mercado de lujo.

Pero su objetivo personal con la marca siempre fue más allá de la moda. “Aún necesitamos entender y experimentar el importantísimo papel que representa la moda en la sociedad. Animaná reúne la columna vertebral de América Latina, llevando su cultura y sus fibras naturales, y trabajando para generar valor agregado en las comunidades a través del comercio justo”.

Por eso, en paralelo a Animaná, Adriana también se enfocó en crear la ONG Hecho x Nosotros, dedicada a la investigación sobre la industria en forma global, para entender cómo Latinoamérica podría convertirse en un proveedor sustentable al mundo. La organización recibió el primer premio del Ashoka Craft School Program en Salta, y en 2009 ganó el concurso del BID Network Women in Business, donde presentaron las obras textiles de más de 100 artesanos y diseñadores argentinos que crearon su trabajo bajo los parámetros de la moda ética.

Así, logra dar voz a la necesidad de generar en conjunto otra vía de producción y consumo. “La industria de la moda es la que hoy conlleva la esclavitud moderna, la trata de personas, y es la segunda más contaminante del mundo”. Consciente de las dos caras de la moda, Adriana busca generar un espacio del nuevo paradigma. Y concluye: “No queremos ser una empresa que hace su colección con artesanos, sino que nacemos para llevar adelante esta causa, y por esto no es responsable solo la industria, sino también los consumidores, que deben asumir un rol de presión hacia las marcas. Creo firmemente que ha llegado el momento en que debemos comenzar a escuchar”.

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