Los argentinos que sí ganaron con el fútbol
Cecilia Valleboni Forbes Staff
Cecilia Valleboni Forbes Staff
FC Bola se basa en el modelo de giving back: por cada pelota vendida, dona una igual en los barrios más vulnerados. El próximo paso: desembarcar en Estados Unidos.
El negocio no se basa en vender una pelota, sino un concepto: involucrarse. “Llevar una pelota a un barrio no les cambia la vida. Es más que una pelota, es una excusa que genera vínculos, amistades, da contención y despierta en los chicos la pasión y la cultura del esfuerzo”, dicen los emprendedores. Este fue el motor que impulsó a Facundo Leiton, Federico Pería y Matías González De Biase a crear FC Bola, una empresa social que dona una pelota por cada balón vendido. Una especie de 2x1 donde el beneficio no es propio, sino para otro. “Es un negocio en el que todos ganan. Buscamos que, a la hora de jugar, todos los chicos tengan las mismas posibilidades”, explica uno de sus fundadores, Matías González De Biase.
El trabajo comenzó con la creación de la organización social Revolución Pelota: recolectaban pelotas usadas y donadas por conocidos, amigos y hasta clubes de barrio para repartirlas en los rincones más vulnerados de Argentina y América Latina. El primer viaje fue en el verano de 2013, con 80 pelotas en una camioneta en la que llegaron a Bolivia, Perú, Chile, Ecuador y Brasil. “Era para nosotros una forma de acercarnos a las comunidades que visitábamos”, recuerda. En tres años, recorrieron 40.000 kilómetros por siete países de América Latina con 300 pelotas.
Sin embargo, querían más. La idea ya los había convencido. “Juntar pelotas donadas se empezó a complicar y en pos de hacerlo sustentable en el tiempo decidimos convertirnos en una empresa social”, cuenta González De Biase. Así, decidieron lanzar una preventa en la plataforma de crowdfunding Ideame. “En dos meses, teníamos más pelotas que en dos años”, cuenta. Recaudó $ 65.000 y entre los tres socios sumaron una inversión inicial de $ 1 millón. Al poco tiempo, lograron comercializar las pelotas en tiendas como Cheeky y Falabella, que también les sirvió como vidriera para que se conociera el proyecto y se lo pudiera diferenciar de las marcas deportivas.
En dos años, facturó $ 4,2 millones y ya donó más de 8.000 balones. “En 2018, con el Mundial de Fútbol, esperamos batir récord de ventas y donaciones”, asegura. Además, la firma expandió su negocio a remeras y gorras con la marca FC Bola y la misma retribución: la pelota. “Nos pasaba que mucha gente compraba la pelota y quizás no sabía a quién regalársela o quedaba en un auto, y no se daba a conocer la marca”, cuenta. El plan es poder ampliar a otros productos de indumentaria urbana.
Quienes conocen el modelo aseguran que para que el concepto sea sostenible tiene que ser parte de una empresa rentable y comunicarlo con tal transparencia para que los consumidores entiendan que se puede ayudar y ganar plata a la vez. Este fue ?según los propios emprendedores? uno de los mayores desafíos. “No tenemos el presupuesto de marketing de las grandes empresas”, asegura. Y añade: “Lo primero que hicimos fue averiguar el costo de las pelotas, el margen que necesitábamos para donar otra y hacer menos publicidad que la competencia para lograr el precio”. Además, trabaja en conjunto con más de 30 ONG para las donaciones, como la Fundación Pupi, Red Solidaria, Techo, entre otras. “El objetivo es también empoderar el trabajo que día a día hacen en las fundaciones”, enfatiza.
La compañía fue la primera Empresa B Pendiente de Certificación en la región. Se contactaron con Sistema B ni bien comenzaron el proyecto, pero como debían tener mínimo un año de funcionamiento obtuvieron el sello Pendiente. Hoy ya forma parte de la liga de las Empresas B. “Nuestro objetivo es usar lo lucrativo como medio para llegar a lo social. Queremos generar mayor impacto. Resignamos margen de ganancia, pero ganás por otro lado”, cuenta.
Las pelotas se venden a $ 569 en su tienda online, MercadoLibre, Netshoes, Dafiti, Qüell (la cadena de Farmacity), Tienda House y otros locales. “Intentamos que sea un producto competitivo, incluso un poco más barato que otras marcas más conocidas. La gente quiere ser solidaria, pero el bolsillo manda”, destaca. Tienen distintos modelos ?con los nombres de lugares que visitaron como Janeiro, Patagonia, Tilcara, Latina y Rosarió y se fabrican en Asia, de donde viene el 95% de las pelotas del mundo. “Quisimos comprar localmente, pero por precio y capacidad de producción no lo pudimos hacer. Las hacemos en China, con una fábrica de comercio justo”, cuenta González De Biase.
Una pata importante del negocio pasa por el BTB. Trabaja con empresas y se relaciona con casi todas las áreas. “Las buscan para regalos corporativos o para los empleados, RSE y hasta para promociones o incentivo de ventas”, cuentan. Además están explorando el BTG (business to government), un canal que buscan abrir participando en licitaciones para la compra de pelotas en, por ejemplo, las escuelas.
El gran proyecto para 2018 es abrir el mercado estadounidense, también a través de una plataforma de crowdfunding. Además, tienen interesados en adquirir la representación de la brand en países de la región. “El fútbol es una pasión en todo el mundo y siempre quisimos ser una marca global. Hoy no hay una brand que represente al mundo del fútbol”, dicen.