En medio de un acalorado debate sobre el futuro del trabajo, con la incertidumbre de cómo las nuevas tecnologías moldearán los empleos de los próximos años, comenzó a cuestionarse el valor de la educación universitaria. Un estudio realizado en enero por la consultora DatosClaros entre 300 personas del AMBA expone que, aunque sigue siendo la opción educativa más valorada, su peso en la empleabilidad está en discusión.
Según los datos obtenidos, el 58% de los encuestados considera que una carrera universitaria es la formación de mayor importancia, por encima de los cursos con salida laboral (19%), las tecnicaturas (8%) y la formación autodidacta (2%). No obstante, un 13% de los consultados no ve a la educación formal como un factor determinante para el desarrollo profesional, una cifra que asciende al 24% en el segmento de jóvenes de 18 a 25 años.
Natalia Gitelman, directora general de DatosClaros, sostiene que "la mirada de los jóvenes sobre la educación universitaria no es necesariamente pesimista, pero sí irrelevante en términos laborales". La especialista explica que la rapidez con la que cambian las dinámicas del mercado de trabajo y los avances tecnológicos generan dudas sobre la pertinencia de carreras de cuatro o cinco años, que para muchos pueden representar una inversión de tiempo poco atractiva.
El título universitario y la movilidad social
El diploma dejó de ser un pasaporte asegurado para ascender socialmente y su valor se encuentra cada vez más vinculado al contexto socioeconómico. En los sectores medios, sigue siendo un recurso clave para mejorar oportunidades laborales, mientras que en las clases más altas se percibe como insuficiente sin una especialización adicional. En cambio, entre los estratos de menor poder adquisitivo, las dificultades de acceso y la falta de garantías laborales debilitaron su rol como motor de progreso.
El 51% de los encuestados cree que contar con un título universitario no garantiza mejores oportunidades laborales.
El análisis de DatosClaros evidencia que, a medida que disminuye el nivel socioeconómico, también decrece la valoración de la universidad y crece el interés por opciones de formación más cortas y prácticas. En este sentido, la educación superior enfrenta un desafío de adaptación.
"Las universidades públicas no se están adecuando, quedaron con carreras más tradicionales, largas y formativas a nivel general, pero que no es lo que están buscando ahora los jóvenes. Por el contrario, algunas universidades privadas se están dando cuenta de esto y están sacando continuamente carreras nuevas, más cortas, más orientadas y con salida laboral", señala Gitelman.
A esta percepción se suma que el 51% de los encuestados cree que contar con un título universitario no garantiza mejores oportunidades laborales. Este pensamiento predomina en el segmento etario de 36 a 45 años y en el grupo socioeconómico más alto. En los niveles medios, en cambio, la universidad aún representa un diferencial significativo en el acceso a mejores empleos.
En cuanto a quienes se encuentran en edades intermedias, la falta de correlación entre las expectativas previas y la realidad laboral parece haber generado una visión más crítica. "Las edades más grandes todavía tienen la percepción de que el título universitario da prestigio y acceso a mejores trabajos. Las edades intermedias todavía valoran mucho la formación universitaria, pero están empezando a darse cuenta de que no les garantiza un mejor trabajo. Que son necesarias otras cuestiones", apunta Gitelman.
La especialista sugiere que este grupo, que esperaba haber alcanzado mejores posiciones y salarios, está perdiendo confianza en la educación tradicional debido a las dificultades para alcanzar sus metas profesionales.
Un cambio en la percepción sobre la formación
Si bien el 80% de los encuestados reconoce que la educación universitaria proporciona una formación integral, su valor en términos de inserción laboral está en plena redefinición. Entre los jóvenes de 18 a 25 años, solo el 67% sostiene esta visión, mientras que en el rango de 36 a 45 años el porcentaje se eleva al 90%.
El 56% de los consultados considera que la experiencia y las habilidades personales son más relevantes que la formación académica a la hora de obtener un empleo de calidad. Esta percepción es particularmente fuerte entre las personas de 26 a 35 años, que se encuentran en una etapa donde ya no son considerados jóvenes sin experiencia, pero tampoco tienen la trayectoria suficiente para acceder a mejores posiciones.
Además, el 55% de los encuestados opina que el prestigio del título universitario disminuyó en comparación con años anteriores. La transformación del mercado laboral generó una brecha entre lo que se enseña en las universidades y las habilidades que las empresas demandan, impulsando la necesidad de diferenciarse a través de competencias prácticas y redes de contacto.
En este sentido, Gitelman advierte sobre los cambios en el mundo laboral: "El mercado laboral y el mundo cambiaron, sobre todo con la incorporación de tecnología y de inteligencia artificial en todos los procesos de trabajo y en nuestra vida cotidiana. Vemos una tendencia a la especialidad, a la microespecialización de cursos o carreras, e híper segmentación de tareas, que también hace que perdamos la visión general para entender hacia dónde vamos o cuál es el objetivo principal".
¿Qué rol jugará la universidad en el futuro?
La aceleración de los cambios en el mercado de trabajo plantea interrogantes sobre el futuro de la educación universitaria. A pesar de la pérdida de peso del título como garantía laboral, hay aspectos de la formación superior que podrían ser clave en el futuro.
Gitelman destaca que "la educación universitaria da una mirada integral que va a ser muy valiosa en el futuro. La inteligencia artificial va a reemplazar muchas de las tareas que hacemos y el valor que vamos a tener como humanos tiene que ver con la visión crítica, la empatía, la sensibilidad, y creo que todo eso lo da la formación universitaria".
El debate sobre la relevancia del título universitario sigue abierto, pero la tendencia es clara: la educación tradicional ya no es el único camino hacia el éxito profesional. Las universidades se enfrentan al desafío de adaptarse a un mundo en el que las habilidades prácticas, la especialización y la capacidad de adaptación son cada vez más determinantes en el acceso a mejores oportunidades laborales.