Mariela es Gerente Senior de una reconocida empresa de servicios financieros. Luego de algunas primeras prácticas laborales mientras aún era estudiante de Ciencias Económicas, ingresó como joven profesional en el área contable.
Su compromiso con el trabajo, su dedicación y buenos resultados le permitieron lenta pero consistentemente ir creciendo en la escala jerárquica hasta llegar al puesto actual, en el que está hace más de siete años. Mientras desarrolló su trayectoria profesional, se casó con Gastón, formaron una familia y juntos tuvieron 2 hijos que hoy ya son pre-adolescentes.
Paulatinamente la posición económica de Mariela fue consolidándose, lo que les permitió comprarse una casa en un barrio cerrado al que se mudaron, vacacionar todos los años en el exterior, enviar a sus hijos a una reconocida escuela bilingüe y tener una vida social muy variada. El presupuesto mensual de la familia fue incrementándose debido al ritmo de vida que tienen, siendo Mariela quien genera actualmente el 70% de los ingresos del hogar.
Pero Mariela tiene un dilema muy grande: no se queja de su salario y los beneficios que recibe (aunque es consciente que ha perdido su capacidad de ahorro y que el bono anual ya lo destina a gastos corrientes) pero se da cuenta que su trabajo no la motiva, que se le ha vuelto rutinario. Sabe que no tiene muchas oportunidades de seguir creciendo y luego de tantos tiempo en la misma organización se siente con pocos incentivos profesionales. Su trabajo lo hace de manera correcta, pero ya no es lo mismo, tiene ganas de hacer un cambio. Por algunos contactos logró acceder a tres entrevistas con “head-hunters” y en todos los procesos tuvo un final parecido: le encantaban las propuestas, pero el salario que le ofrecían era sustancialmente más bajo que el que recibe actualmente.
Cada vez hay más “Marielas” en el mercado. Personas que tienen aún mucho camino por recorrer pero están ancladas en una organización. No están satisfechas, saben que no es su lugar, cumplen, pero si pudieran cambiar, lo harían.
Sin embargo, las propuestas que reciben del mercado (cuando acceden a las mismas) son insuficientes para el nivel de egresos que tienen, por lo tanto se terminan quedando, desmotivados y con una sensación de asfixia muy grande.
En diferentes industrias, profesiones y niveles jerárquicos la situación se asemeja y el discurso es similar: “ya no es lo que era antes, me levanto sin motivación, perdí esa energía que siempre me animaba a dar más. Me encantaría poder cambiar, pero nada de lo que hay afuera satisface lo que yo aspiro. Acá tengo de todo, pero en realidad no tengo nada.”
Lo escucho de personas que viajan mucho y se la pasan arriba de un avión, pero también de aquellos que harían cualquier cosa para poder viajar un poco y salir de su rutina. De consultores que no ven la hora de pasar “a la línea” y a la inversa: los que están hace varios años “en la acción” y quieren pasar a la consultoría. De los que trabajan en empresas familiares y de los que están en multinacionales. De los que trabajan en relación de dependencia o de manera free-lance. De compañías tecnológicas, de servicios e industriales. De profesionales de las finanzas, pero también de la medicina, el derecho, la ingeniería o la odontología.
En todas las situaciones la problemática es similar: no sentirse “en plenitud”, pero no poder bajarse de esa montaña rusa, de ese nivel de ingresos y nada de lo que se visualiza – si es que lo hacen- los satisface. Es una prisión de terciopelo, a veces imperceptible, tan atractiva, tentadora y confortable como imposible de abandonar.
¿Qué es, por lo tanto, la “jaula de oro”?
Es una metáfora, una alegoría, una imagen para representar a todos los que están en una situación que a priori es de confort y abundancia. Pero tanto el confort como la abundancia son solo materiales. Porque al mismo tiempo están en una prisión virtual, que ellos mismos se la generan. Parece encantadora, pero, en lo profundo y a lo largo del tiempo, termina siendo muy limitante. El nivel de ingresos y los beneficios que perciben termina convirtiéndose en la misma barrera de salida. Tener teóricamente todo, pero sentirse totalmente frustrado.
Hace más de veinticinco años, la “jaula de oro” fue definida por Marc J. Schabracq, Jacques A. M. Winnubst y Cary Cooper para aquellas situaciones en la que el profesional tiene altos ingresos, alta seguridad laboral pero paralelamente estancamiento profesional. Se da en los que casos de la simultaneidad de altas recompensas y el sentimiento de estar "embotellados", porque los costos de abandonar la organización son mayores que las posibles ganancias en otra empresa.
La misma investigación distingue a los de “collar dorado” de los que están en la jaula de oro. La única diferencia: si bien los dos están altamente desmotivados, los primeros tienen posibilidades de ascenso y sus trayectorias no se han estancado, aún. Increíblemente, en ambos casos, las prácticas de Gestión de Talento tienen por un lado la potencia de fidelizar a los empleados por la propuesta de valor económica atractiva, pero a su vez se convierten en un factor de desmotivación. Se quedan solo por la compensación, pero preferirían marcharse.
Como bien se define en un análisis de la Universidad de Tilburg, Países Bajos, son tres prácticas de Gestión de Personas que se dan en simultáneo y colisionan: alta seguridad laboral, altos ingresos y falta de oportunidades de promoción. Es muy contradictorio, porque ante la apariencia de mayor libertad, cada vez se genera mayor dependencia, mayor opresión, mayor sometimiento. Y es un círculo vicioso no acaba nunca. Cada vez nos acomodamos más en el calabozo.
La buena pregunta en esta dirección es ¿Qué significa la libertad? Muchas veces los barrotes los generamos con nuestra propia mente. Porque, a pesar de que no nos gusta, seguimos sosteniendo ese trabajo.
¡Alertas! La jaula ya no es tan confortable
Podemos considerar algunos indicios, luces amarillas que nos alertan de estar atrapados en la jaula:
- Quejarse con frecuencia por el modelo de la empresa.
- Tener conversaciones negativas con colegas.
- Preocuparse por la falta de oportunidades de desarrollo y crecimiento.
- Participar de búsquedas laborales externas y autoexcluirse del proceso por cuestiones económicas.
- Ir a trabajar cada día en piloto automático; una pérdida de pasión.
- Siempre encontrar el lado negativo de nuestro trabajo.
- Sentir que los fines de semana y las vacaciones se nos pasan demasiado rápido.
- Mirar demasiado el mercado externo de trabajo, pero sabiendo que es inaccesible para nosotros.
- Sentirse preso del trabajo, asfixiado sin salida.
- Sobrevalorar símbolos de estatus (el auto, algunos beneficios, el nombre de la empresa, el puesto, etc.)
Muy posiblemente, sean muchas las personas que tienen estos síntomas y más que en una jaula de oro se sienten en una jaula de plata, o de bronce y o incluso de lata en función de sus ingresos…
¿Qué podemos hacer si ya estamos en presencia del fenómeno?
- Tomar consciencia, conectarnos con nuestro deseo y propósito más profundo.
- Pensar con sentido y en perspectiva, tomar distancia y buscar opciones sostenibles basadas en nuestros valores, adoptando una actitud significativa, madura y honesta.
- Intentar abrir la puerta de la jaula -¡depende de nosotros!- y visualizar otras opciones con una mirada diferente, más holística y positiva. Nuestro trabajo no es solamente una actividad por la que recibimos una compensación, sino el lugar en el que le mostramos al mundo quiénes somos y cuál es nuestra contribución a hacer del mismo un lugar mucho mejor donde vivir.
A veces, prescindir de algunos de los elementos de nuestra propia jaula nos permiten disfrutar de muchos otros que nos enriquecen genuinamente, no solo desde el punto de vista económico o de estatus social.
Porque, tal como afirmó el neurólogo y psiquiatra Viktor Frankl, sobreviviente de los campos de concentración del nazismo, “nuestra más grande libertad es la libertad de elegir nuestra actitud”.
* Alejandro Melamed es Doctor en Ciencias Económicas, speaker internacional y consultor disruptivo. Autor de ocho libros, entre ellos El futuro del trabajo ya llegó (2022), Tiempos para valientes (2020), Diseña tu cambio (2019) y El futuro del trabajo y el trabajo del futuro (2017). Su nuevo libro, de próxima edición, será Liderazgo + humano.