Su mirada está atenta a la veintena de empresas que integran el holding que, tras el paso al costado de su hermano en el marco de la causa judicial donde se presentó como arrepentido por el supuesto pago de coimas a funcionarios kirchneristas (tema del cual evitó hablar), atraviesa un proceso de profesionalización, con la incorporación de nuevos CEO y ejecutivos.
Este nuevo rol, sin embargo, no le quita horas a su primer amor (luego de su marido y sus hijos): Grupo Prominente, la compañía de IT que creó y dirige desde 1996 y que se especializa en la integración y construcción de tecnología para brindar soluciones a diversas organizaciones. Con oficinas en Estados Unidos, Argentina y Paraguay, hoy administra más de 300 aplicaciones y maneja más de 600 servers virtualizados. Según datos del mercado, la empresa representa el 10% de la facturación del holding.
Hoy su hogar está en Villa Allende, a 23 km de la ciudad de Córdoba, donde también vive Aldo Roggio, pero pasa sus semanas en Buenos Aires, de donde escapa cada viernes para estar junto a su familia.
Me casé muy joven, a los 19 años, y prioricé el cuidado de mis hijos, cuenta. Me dediqué mucho a su educación. Si bien había empezado a estudiar en la universidad la carrera de Biología, que me encanta y hoy es una deuda pendiente, decidí irme al campo con mi marido y mis hijos. Cuando volví y los chicos estaban más grandes quise seguir estudiando y empecé con la carrera de Informática. Al concluir mis estudios, justo la persona que estaba a cargo del centro de cómputos de Benito Roggio se iba y me encomendó que me hiciera cargo del área. Para mí fue una sorpresa porque en realidad no sabía si yo quería trabajar de esto o seguir estudiando, pero me metí de lleno, recuerda.
¿Cómo fue la relación con tu padre?
No fue fácil. Mi padre era de una generación muy tradicional y conservadora. El centro de mi casa eran él y su trabajo. Era un hombre con una personalidad poco común. Nos tratamos todos de usted, tanto con mis padres como con mi hermano. Nunca pregunté por qué. Mi mamá era la líder de esa casa, pero él era el centro.
¿Fue difícil comenzar a trabajar con él en una empresa tan tradicional?
Al principio había cierta resistencia, pero no fue difícil porque también hubo gente que me apoyó mucho. Con quien más tuve que lidiar fue con mi padre, porque él no confiaba para nada en las computadoras y yo tenía que demostrarle que esto funcionaba. Por otro lado, la gente que conformaba el sector informático se creía el centro del mundo, y había que hacerles entender que estaban al servicio de la gente. Durante un tiempo fue encontrar el equilibrio entre esos dos mundos.
¿Y cómo se llegó a formar Prominente?
Primero pensé que teníamos que probarnos con clientes externos para ver si éramos bue- nos o no. Así que comenzamos con las certificaciones de calidad y luego hicimos de Prominente una empresa individual. De todas formas, costó mucho porque estábamos muy identificados con el grupo y la constructora. La creación de esta empresa para mí fue importante, le dio al grupo un refresh y le aportó una dosis de soltura, libertad. Fue toda una hazaña para mí.
¿En ese entonces había mujeres en la compañía?
Había muchas en el área administrativa, en los roles más típicos. Pero en la parte más técnica y operativa había solo una arquitecta. En algún momento yo quise estudiar Ingeniería, pero mi padre me sentó y me dijo: ¿Usted está dispuesta a ir a una obra y dormir en un obrador en cualquier lugar del país?. Después de esa interpelación entendí que, si quería formar una familia, ser ingeniera era muy difícil. Años después volví a la empresa, después de haber criado a mis hijos. Desde que creé Prominente siempre hubo mujeres, y a medida que se iban recibiendo iban entrando aún más.
¿Con los años se transformó el rol de la mujer en este tipo de compañías?
El trabajo de un ingeniero en sistemas, de un analista o desarrollador te insume mucho tiempo y concentración. Cuando a una mujer la llaman del colegio por uno de sus hijos sale disparando; un hombre nunca lo hace. Eso existe y existió siempre. Porque la mujer no tiene la misma sensibilidad con los hijos que tiene el hombre. A pesar de ello, el hombre lo entiende y hoy está más dispuesto a ayudar en su casa, y los empresarios también dan el tiempo necesario para que la mujer se pueda desarrollar. Es lógico que la mujer se ocupe más, y no hay que renegar con eso. Tengo un punto de vista muy particular y las feministas se me van a tirar encima. Yo creo que, para una mujer que se desarrolla profesionalmente bien, es difícil que pueda conjugar eso con un excelente desarrollo personal. Pero si sus hijos están bien, ella va a estar bien. Una mujer para ser exitosa tiene que dedicarle mucho más tiempo a la profesión que un hombre.
¿Pero no creés que el hombre tiene que acompañar ese desarrollo?
Michelle Obama, en su libro 'Mi historia', cuenta que siempre supo que tenía que trabajar más que ninguno. En principio por ser negra y luego por su condición de mujer, pero también les dedicó mucho a sus hijos. Ella no usó la bandera del feminismo y sabía que su trabajo debía ser el doble. Es una obligación de las mujeres que están en ciertas posiciones empujar el desarrollo femenino pero sin perder de vista a la familia. La mujer es la base de la sociedad.
¿Cómo ves a tus pares de otras empresas respecto de la inclusión femenina?
Hay una tendencia bastante marcada de fomentar la inclusión, pero no estoy tan segura de que lo estén haciendo a niveles gerenciales. En lo que es tecnología, hay muchas mujeres, en otros sectores no. Mi pregunta es: ¿una mujer no llega a un cargo gerencial porque no quiere o no puede llegar? Son las dos cosas, la respuesta del mercado y la exigencia de una mujer fuera de su profesión. A medida que la mujer vaya demostrando que lo que aporta a una empresa es valioso, se va a avanzar aún más en la inclusión femenina. A diferencia de otros países, nuestra sociedad está atrasada.
¿Qué fue lo que le imprimiste a la compañía?
Mirando para atrás, porque ya estamos en un proceso de profesionalización de la empresa, transformé las relaciones. Hubo una mayor facilidad para entablar el diálogo entre empleados y directivos. También ayudaron mucho las generaciones más jóvenes. Hoy tenemos nueva gente manejando muchos de nuestros negocios, aunque yo tengo el ojo puesto en todo. Tengo mucho más tiempo ahora, con mis hijos más grandes.
Entonces ahora lo estás disfrutando
Me cuesta mucho por la coyuntura del país. Me gustaría poder ser más libre en lo que hacemos y hoy está complicado, pero confío en que esta es una crisis más. Es difícil, pero también es cíclico; nosotros hace 110 años que estamos en el ruedo. La gente que nos precedió pasó cosas buenas y malas y siempre salimos a flot.
Pero el sector está muy golpeado
Todos los sectores están complicados. Pero todos tenemos que poner el hombro. Uno nunca sabe en este país si es que se sale pronto o no. Yo apelo al sentido común de todos. Con mi padre viví muchos ciclos y lo vi eternamente preocupado, aunque no llevaba ningún problema a casa. Sin embargo, cuando algo pasaba le salía una mancha en la cara y ahí mi madre intercedía para que no lo molestáramos. Generalmente sucedía que no alcanzaba el dinero para pagar la quincena. Ahora, después de más de cien años, somos 15.000 empleados, lo que implica más de 60.000 personas que dependen de la empresa y los problemas que afrontamos siguen siendo los mismos de siempre.
¿Cómo se afronta una crisis?
Depende de la empresa. Cada empresa tiene su estrategia personal. El tema tecnológico es fundamental. La tecnología puede ayudar mucho a las compañías a manejarse de forma eficiente y sostenible. Hay mucho que se puede hacer en productividad y también para salir al exterior, algo que hoy es indispensable. Por otro lado, y ante la escasez de talento, es una responsabilidad de las empresas que sus futuros empleados terminen las carreras y no sacarlos y ofrecerles puestos en el exterior en su tercer o cuarto año universitario. Hoy estamos expectantes porque antes de fin de año tenemos la renovación de la concesión de los subtes (que tiene Metrovías desde hace 25 años). No sabemos qué va a pasar. Creo que hemos hecho un buen trabajo y aún hay mucho para mejorar.
¿Y a nivel social?
Hoy tenemos una gran discrepancia que se refleja en el todos contra todos. No llegamos nunca a ponernos de acuerdo. Yo vivo en una ciudad chica donde nos conocemos entre todos, y la diferencia en el trato y en las costumbres es lo que uno aspiraría a que suceda en el resto de la sociedad. Podemos pensar diferente, pero no estar enfrentados.
¿Cómo te ves a futuro?
Yo creo que ya tengo que dejarles lugar a las nuevas generaciones. Y quizás volcarme a otras pasiones como la biología. No sé si tengo la edad para formar una empresa desde cero pero me gustaría tener algún proyecto de base biológica. Me gusta mucho la biología. Es así que participo en el Consejo de Administración para el Progreso de la Medicina FPM en Córdoba, cuyo objetivo central, aplicando los fondos que genera su laboratorio de alta complejidad, es contribuir con el avance de las ciencias biomédicas, promoviendo la innovación, la investigación, la capacitación y la docencia.
Mientras analiza el futuro, piensa en su fin de semana con sus tres nietos a quienes, según sus propias palabras, no les dedicó mucho tiempo. No he sido la abuela tejedora, ni la que cuenta cuentos. Pero he podido viajar con ellos, les he dedicado otro tipo de recursos, dice satisfecha, a horas de partir hacia su pueblo.