Florencia Radici Forbes Staff
En 17 años de carrera en Dow, Gastón Remy cumplió con todos los "pasos" de la carrera corporativa, hasta llegar a ser el número uno, una posición que le dio una exposición y un reconocimiento público del que es difícil salir. Pero decidió apostar por un proyecto que en ese momento todavía era incipiente y, junto a Miguel Galuccio y otros socios, lanzaron Vista, una de las primeras petroleras en reconocer y explotar el potencial de Vaca Muerta en Argentina.
"Ese fue mi primer gran paso emprendedor. Mi sensación fue: 'Me bajé de un transatlántico y me subí a una lancha'. Pero era algo que rápidamente tenía que convertirse en barco, y sucedió", recuerda Remy. El punto cúlmine fue el IPO, tanto para la compañía como para él. "Decidí tomarme un año sabático. Tenía la sensación de que, después de haber tocado el éxito, podía parar", dice. Justo llegó la pandemia. Y no paró, porque creó Seamos Uno, una organización que entregó 60 millones de platos de comida. "Si bien el principal driver fue hacer cosas, a la distancia me doy cuenta de que todavía tenía las revoluciones muy altas y no podía frenar", admite.
Así, se convirtió en emprendedor, con el lanzamiento de Nuqlea, una startup con la que busca revolucionar el mundo de la construcción. "Empecé a mirar para atrás y me di cuenta de que lo que hice este tiempo fue salir de la zona de confort y testearme a ver si era más importante la oficina, el chofer y el título de CEO, o lo que yo representaba. En este quiebre fui haciendo una búsqueda mucho más profunda de mí, pero la desaceleración no fue fácil", explica. En Nuqlea, dice, es donde finalmente se sacó el traje de CEO (literal y metafóricamente).
"Es una muestra de que, en esta etapa de hipertecnologización, estoy convencido de que estamos en la época del hiperhumanismo. La IA no va a reemplazar los vínculos ni los valores, ni va a motivarte por cuestiones más trascendentales. Estoy muy orgulloso y agradecido de la carrera que hice, pero ya no me puedo ver ahí", asegura, a pesar de las ofertas concretas que tuvo para hacerlo.
Hoy, por un lado, sigue adelante con Nuqlea, con la que, por ejemplo, el año pasado crearon la primera tokenización de materiales de hierro en el mundo, con un acuerdo con ArcelorMittal, y aprovechará este año de macro más estable para cerrar acuerdos de financiación. Además, se asoció con los exbasquetbolistas Manu Ginóbili y Pepe Sánchez, con quienes está desarrollando un proyecto deportivo y negocios gastronómicos en Estados Unidos (Miami y San Antonio), además de adquirir una empresa de contenidos digitales. También tiene inversiones en Vaca Muerta y este año lanzará un ciclo de podcasts, The CEO PoV, donde realizará entrevistas íntimas con una mirada 360°.
"Tengo el plato re lleno, pero rodeado de gente muy diversa. Salirme de la estructura rígida me amplió el horizonte y el mundo. Hoy puedo elegir qué proyectos encarar, con qué socios, qué objetivos tener. Es una sensación de libertad muy grande que no estoy dispuesto a ceder por nada en el mundo", asegura. Dejar la adrenalina de la vida corporativa y los éxitos no es fácil, pero Remy busca, ayudado por la meditación, la terapia y los retiros espirituales, ir a un lugar "más pausado y más profundo".
"Hay una tendencia a los liderazgos cada vez más humanos. Por la velocidad de los cambios, el nivel de ambivalencia, contracción y estrés, sin este tipo de liderazgos, las corporaciones se quiebran. Hay un cambio de agenda, pero todavía no somos conscientes del impacto de la pandemia y haber estado encerrados", dice. Y agrega: "En el rol de CEO hay algo verticalista. Te acostumbrás a ser el centro. En un momento, te sacudís de eso y te preguntás: '¿Quién soy?'. Eso hice con mis quiebres". Y, al revés de los que luchan contra el síndrome de la agenda vacía, Remy dice: "Lucho para que esté un poco más vacía, para tener momentos de reflexión y pausa. Porque muchas veces llenar huecos y vacíos es para no conectar con uno mismo".