Si querés que algo se haga bien, ¡hacelo vos mismo!, dice el viejo refrán. Si estás de acuerdo, estás dentro del grupo de los fanáticos del control que necesitan que todo se haga a la perfección (así que preferiblemente por sí mismos). El otro campo pertenece a aquellos a quienes nada les gusta más que alguien a quien puedan pasarle su carga de trabajo. Lejos de ser perezoso, este grupo es estratégico. Y es una táctica ganadora de la minoría de empresarios que realmente pueden considerar la delegación como una habilidad.
Un estudio de Gallup, que sondeó a 1.446 empresarios empleadores en los EE. UU, encontró que tres cuartas partes de ellos tenían niveles limitados o bajos de "talento para delegar". Otro estudio realizado por la compañía, que analizó los perfiles de 143 directores ejecutivos incluidos en la lista Inc 500, encontró que aquellos con un alto talento para delegar generaron un 33% más de ingresos anuales que aquellos con niveles bajos o limitados.
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Curiosamente, un estudio de 2017 sugiere que a las líderes les resulta más difícil delegar que a los líderes masculinos: pueden sentir una mayor culpa y tener más asociaciones negativas en torno a la delegación. Puede haber muchas razones por las que una persona encuentra difícil delegar, incluida la culpa (¿no debería estar haciendo esto yo mismo?
Sin embargo, delegar realmente le servirá para:
-Recuperar el tiempo en su semana (y el tiempo es la moneda del trabajo del conocimiento)
-Para conservar su energía y enfocarse en tareas de mayor valor, que lo ayudarán a hacer crecer su negocio
Cualquier habilidad que pueda ayudar a las personas con poco tiempo a ser más productivos, debe ser valorada. Según los últimos datos de la Oficina de Estadísticas Nacionales, la productividad recién ahora superó los niveles previos a la pandemia en el Reino Unido. La producción por trabajador -que incluye tanto a los trabajadores por cuenta propia como a los empleados- fue un 0,8% superior a la media de 2019, durante el último trimestre de 2021.
Si bien este es un paso en la dirección correcta, no todo es color de rosa: las cifras publicadas el mes pasado muestran que el Reino Unido, que ha experimentado un "rompecabezas de productividad" durante más de 10 años, continúa rezagado con respecto a otros países como EE. UU. y Francia.
Desacreditar algunos de los mitos en torno a la delegación puede ayudar a mostrar por qué es una herramienta tan indispensable para hacer más cosas.
Para empezar, los delegadores exitosos no buscan que un trabajo se haga a la perfección: basta con que simplemente se haga bien. Además, no esperan no tener que lidiar nunca más con la tarea en cuestión. Saben que es posible que tengan que responder más preguntas y tal vez, incluso, ordenar el trabajo una vez que esté terminado. Pero saben que todavía están ahorrando tiempo al no intentar hacer una tarea desde cero.
También está la cuestión de qué delegar. Los delegadores exitosos son increíblemente selectivos sobre lo que hacen y no hacen ellos mismos.
Lo mejor es observar el ahorro de tiempo en el transcurso de un mes para comprender los beneficios. Si delega solo tres tareas por día que normalmente le tomarían 15 minutos cada una, eso significa 15 horas ahorradas cada mes, o dos días hábiles completos. De esa manera, los líderes pueden dirigir más energía a las grandes tareas que requieren su visión y creatividad.
Los delegadores exitosos también son lo suficientemente conscientes de sí mismos como para darse cuenta de que es posible que no posean los conocimientos o la experiencia necesaria para hacer bien una tarea en particular. Identificar sus propios puntos débiles les ayuda a ahorrar tiempo y energía en trabajos que es mejor dejar en manos de otra persona.
Un concepto erróneo común es que poder delegar es algo así como un lujo. Muchos empresarios piensan que necesitan abordar todo solos hasta alcanzar cierto estándar de éxito.
La ironía es, por supuesto, que aquellos que están dispuestos a delegar desde una etapa anterior tienen más probabilidades de alcanzar sus metas más rápido. Así que no permita que la culpa fuera de lugar o los malentendidos le impidan dominar esta habilidad que cambia el juego.