Escribanas: la fuerza femenina de una profesión que se reinventa frente al coronavirus
Las mujeres escribanas de la Ciudad de Buenos Aires dejaron de ser minoría. Desde los primeros tramos del siglo XXI casi empataban en cantidad con sus colegas varones, pero en estas dos décadas lograron torcer la historia. 6 de cada 10 profesionales que ejercen la función notarial son mujeres. El dato lo confirma un relevamiento del Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires y se condice a nivel nacional: de unos 8.000 escribanos en Argentina, el 60% también son mujeres. En países como Italia, las mujeres tienen apenas el 30% de representación.
A partir del año 2001, con la sanción de la Ley 404 que regula la función de los escribanos en la Ciudad, los exámenes de idoneidad para adscripción o titularidad ganaron prestigio por su rigurosidad. Dos veces al año, un promedio de 500 abogados se presentan a rendir exámenes, luego de haber superado un curso de práctica notarial. La cifra puede ser aún más a favor de las mujeres en los tiempos venideros. En los dos últimos años, las mujeres duplican a los hombres en la totalidad de las juras que se celebran en el Colegio de CABA.
El Código Civil de Vélez Sarsfield (aprobado en 1869) establecía que las mujeres casadas no podía ejercer el notariado ni ser testigos en actos notariales. La primera mujer en lograr un título habilitante fue Isaura del Carmen Quiroga de Ponce en 1896, en San Luis. Este fue el punto de partida de una larga lucha por alcanzar el acceso al ejercicio del notariado. En 1926, con la sanción de la Ley de Derechos Civiles de la Mujer y luego de sucesivas presentaciones judiciales, una sentencia de la Corte Suprema de Justicia le permitió a María Eugenia Rosales de Gauna el acceso a un registro notarial en la provincia de Buenos Aires.
En Capital Federal, la primera mujer escribana fue Zoe Bialet Laprida, quien accedió a la función en 1932. Valga la paradoja: esa mujer con funciones profesionales debió esperar 20 años para poder ejercer su derecho de voto ciudadano.
Con el paso del tiempo, las escribanas irían teniendo cada vez mayor presencia en la vida institucional, hasta que en 2013 el Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires eligió a su primera presidente, la escribana María Cecilia Herrero de Pratesi.
Rita Menéndez, secretaria del Colegio, entiende que la Ley 24.012 de cupo femenino sancionada en 1991 fue una puerta importante para que las mujeres pudieran ocupar puestos dirigenciales. En 2004 llegó a la presidencia de la Fundación del Colegio de Escribanos, una institución a la que había ingresado a fines de la década del 80, cuando las mujeres "eran clara minoría". Comenzó con el cargo más bajo -vocal suplente- y comenzó a ascender a medida que fue ganándose la confianza de sus colegas. Pero aclara que no llegó al cargo por su condición de mujer: “La ley de cupo femenino no debe ir en detrimento de las capacidades. Lo importante es que como mujeres demostremos ser idóneas para cada uno de los desafíos que se nos presentan”.
La irrupción del Coronavirus transformó la organización notarial. “Todo cuesta el triple, y para una profesional y mujer que también actúa como dirigente institucional las cosas se complejizan", dice Rita Menéndez. "Cuando parece que solucionaste un tema te llega otro problema colateral, al que se suman los problemas laborales propios y los de tu familia. Dejás 20 minutos de mirar el celular porque estuviste atendiendo el teléfono fijo de tu casa: llamó tu hija preocupada por vos y te dice 'mamá cuidate'; la enfermera de tu mamá te cuenta cómo está todo: otra hija que te pregunta si conseguiste alcohol en gel porque ya fue a 3 farmacias y no consigue... cuando volvés al celular, tenés 30 mensajes de whatsapp y 10 mails".
En las gestiones que maneja del Colegio, Menéndez enumera que “no se consiguen turnos para presentar documentación en IGJ; el Registro de la Propiedad cierra porque parece que hay un caso sospechoso de Covid-19; el banco erróneamente no realiza los débitos en la fecha de vencimiento del Impuesto de Sellos; hay que hacer el reclamo urgente a AGIP, otro a Arba, e inmediatamente hay que publicar un mail urgente comunicando que salió un nueva norma que tiene injerencia con la profesión". En tiempos de aislamiento, la vida institucional, profesional y privada se mezclan más que nunca: "Mientras te avisan que llegó el delivery con los productos de limpieza para la escribanía, te apurás porque llega la hora para el zoom en el cual las autoridades de la institución analizamos temas urgentes para resolver. Luego un cliente pregunta si puedo ir a tomarle una firma hasta su domicilio porque es persona de riesgo y no puede acercarse a la escribanía y cuando ya casi parece que termina la actividad del día, recordamos que no tenemos ayuda en casa con los quehaceres y nos queda poner el lavarropas, pasar desinfectante a los pisos y cocinar para la cena".
Hasta la década de 1990, la Academia Nacional del Notariado estaba compuesta por hombres escribanos en su totalidad. El ingreso de un nuevo miembro debía ser por unanimidad de consentimientos de sus integrantes. La escribana María T. Acquarone de Rodríguez debió padecer las negativas de uno de sus miembros, hasta que la misma Academia encontró la solución reformando las cláusulas del reglamento. Es por ello que la escribana Acquarone es la primera mujer miembro de la Academia.
La actual prosecretaria del Colegio de Escribanos de CABA entiende que no es casual que su ingreso a la Academia haya coincidido con la ley de cupo: "Coincido con Rita en que abrió puertas, pero también nos obligó a ocuparnos de nuevos desafíos”. De las restricciones de hace dos décadas, hoy las escribanas académicas tuvieron una activa participación en el debate del rol notarial ante situaciones extraordinarias como las que generó el COVID-19: casos de fuerza mayor en los que debía intervenir un escribano, qué limitaciones establecía el Código Civil para estos, o las nuevas reglamentaciones de la IGJ para la escrituración de barrios cerrados.
En estos tiempos pandémicos, el Colegio de Escribanos de CABA reglamentó la operativa de los certificados remotos y abrió una era de digitalización más fuerte de la profesión. La inmediación a través de una videollamada fue objeto de muchos análisis para resignificar la labor notarial
Eugenia Diez apenas supera los 40 años y se convirtió el año pasado en la primera mujer tesorera en los 154 años del Colegio de Escribanos, una rara avis si lo proyectamos un tiempo atrás cuando administrar los recursos de una organización así parecía destinada a la logia de los hombres. “Peor debut no podíamos haber tenido para el género. 2020 es el peor año de la historia por lejos en la actividad, en 5 meses tuvimos menos de 5.000 escrituraciones de compraventa, cuando en un año bueno rondaba las 25.000”, cuenta la joven escribana.
Esa notable baja del mercado inmobiliario se traduce en menos legalizaciones, trámites que -obviamente- la crisis sanitaria aceleró. El desafío es regenerar proyectos para atender a las necesidades de una Caja Notarial que presta salud a alrededor de 7000 afiliados directos e indirectos, y se encarga de las jubilaciones y pensiones complementarias de unos 1.000 escribanos pasivos. Otro eje fundamental son alrededor de 250 empleados con los que se articularon compromisos para que puedan seguir cobrando todo al día.
“El panorama a futuro no tiene salidas como en otros tiempos, cuando la solución al corralito fue la compra de inmuebles, por ejemplo", explica Eugenia Diez. "Es un país diferente, con otros avances que nos obligan a readecuar nuestra labor. Solo que el Coronavirus sacudió la estabilidad como a tantas otras profesiones y estamos buscando alternativas a la crisis: para cuidarnos todos, decidimos que las legalizaciones sean 100% digitales y que la gente tenga un trámite rápido y sin riesgos. Reglamentar los certificados remotos fue una solución para muchas personas que no podían moverse: se hicieron boletos de compraventa por videollamada, se renovaron alquileres, se completaron trámites de empresas. Todo facilitar la vida de la sociedad”, concluye.
En 2013, María Cecilia Herrero de Pratesi se convirtió en la primera mujer presidente en 147 años de historia institucional. Así resume su paso por el cargo que ocupó hasta 2015: “Hubo intervención 'creativa' para hacer eje en nuestro propósito o sentido de autoridad: escuchar, indagar, contener, replantear y guiar al notariado en cumplimiento de los deberes de todos los escribanos y en la defensa de sus derechos. El ser mujer contiene todo ello, poseemos un 'plus' en nuestra naturaleza para las relaciones personales y vitales, una sensibilidad e intuición mucho más fuerte para la comprensión del otro? y la época la exigía".