Si las manos no huelen a lavandina; si el café no se cae en el teclado y sigue caliente; si la colchoneta no está en la mitad del living, y si llegó a tiempo el bolsón de verduras y frutas -y ya cumplí religiosamente con la desinfección - podría acomodarme en el sillón para seguir aplanando la curva con la satisfacción de que mi día ciento y pico de aislamiento social obligatorio por la pandemia de coronavirus fue de los buenos.
En estos tiempos en los que las paredes de nuestras casas se resignifican y amplían imaginariamente para que llevemos adelante un universo impensado de tareas en pocos metros, los hogares se han vuelto rincones multifuncionales. Como nunca antes.
Y si estamos viviendo conectados en loop o en distintas escenografías por Zoom con el perro acostado en los pies, sepamos que no es casualidad. Al contrario. Les tenemos una buena noticia: ya sabíamos de qué se trataba. Así como desarrollamos hace tiempo el concepto de multiplataforma en la comunicación, hoy nuestros hábitos han generado una multifuncionalidad hogareña que quizás ya nunca abandonemos del todo. Quién sabe.
La casa ya nunca está vacía y apagada. Y la comunicación PR tomó nota de ello: la inversión en tiempo de Covid-19 se volcó aún más a los medios digitales y también con fuerza a la televisión, que aumenta a buen ritmo su audiencia. Es que en medio de tantas fake news, la necesidad de información jerarquizada y confiable potenció el rol de los medios tradicionales que siguen vigentes porque son en sus plataformas o minutos al aire donde se sigue construyendo la opinión pública y marcando agenda. Pero en ese océano de viejos y nuevos consumos el mercado de la comunicación PR se va adaptando.
La calle ya nunca está llena y encendida. Con las cortinas bajas y los vínculos presenciales restringidos, los consumos online se agudizaron y muchos usuarios debutaron en la compra digital. Además, los que ya navegaban el mundo del e-commerce redoblaron la exigencia: se volvieron más analíticos, más conscientes; ahora ordenan mejor sus prioridades, buscan oportunidades y consideran el plano sanitario como nunca antes. También aumentó la conciencia sobre el medio ambiente y los productos cruelty free. Pero el aprendizaje es un hilo invisible que se mueve y va de un lado al otro. Las empresas tuvieron que modernizar su logística, brindar mejores servicios y generar mejores condiciones. Adáptate o muere.
En ese aspecto, los argentinos tenemos un diferencial: somos esencialmente solidarios en circunstancias de contingencia. Orgullosamente solidarios. De ahí nace la fuerza con la que las empresas están buscando darle un marco formal más fuerte a la responsabilidad social empresarial, con el objetivo de estar más cerca que nunca del conjunto de necesidades que empiezan a visibilizarse en estos tiempos. Porque ellos, las empresas, también eligen ayudar. Lo hacían antes, lo redoblan ahora. Y saben que contar con acciones puntuales las hará ser recordadas después de la pandemia.
Lo que está claro es que en el corto plazo, mientras sigamos teniendo que dejar los zapatos en la puerta de casa y continuemos extrañando las reuniones familiares, las estrategias en la comunicación PR también tendrán que tomar nuevos enfoques para generar valores diferenciales. El humor -todos necesitamos un poco de risas-, la empatía, el patriotismo, las palabras positivas y la idea de imaginar y proyectar lo que haremos cuando se termine la cuarentena son pilares. Hay en todos una melancolía de extrañar el incomparable sentimiento de estar cara a cara con alguien. Y si antes creíamos que las experiencias virtuales eran el diferencial, esta pandemia volvió a poner el foco en la importancia del vínculo, del contacto y de vivir experiencias reales con otros. Eso, quizás, sea lo más paradójico de este tiempo. El evento presencial vuelve a tomar una dimensión y una añoranza que tal vez no tenía hasta hace muy poco.
Entre el inmenso abanico del mundo tecnológico que nos contiene, la empatía en todas sus plataformas y la cercanía desde los pocos metros cuadrado de nuestros hogares multifuncionales, el desafío que atravesamos va mucho más allá del deseo personal de no oler a lavandina, ni tener café desparramado por la mesa, o el kit de gimnasia guardado en el placard y las verduras limpias sonriéndonos desde la heladera. Comprendimos, de un lado y del otro, que en estos tiempos uno de los peligros más grandes para nuestro futuro es la apatía. Y para el de la comunicación PR también.