Cuatro pasos para dejar de procrastinar
Aprendé a vencer la procrastinación con estos pasos claves: enfocarte en lo realmente importante, cambiar tu mentalidad, potenciar tus conexiones y convertir los desafíos en oportunidades.

Eran las 6:30 de una fría y húmeda mañana, envuelta en niebla y oscuridad invernal. Josh avanzaba por la oficina, reprimiendo un bostezo; yo ya lo estaba esperando. Josh, un flamante fundador de una startup biotecnológica y exvicepresidente de ventas en una importante farmacéutica, me había invitado "por una profunda curiosidad", según sus palabras al estrecharme la mano. Pero, en realidad, lo hacía para enfrentar un desafío que ya no podía seguir ignorando.

Josh tenía el perfil de un caso de éxito de manual: una mente aguda, un conocimiento profundo del sector y una determinación inquebrantable. Sin embargo, sus días se veían consumidos por tareas urgentes pero no importantes. El caos operativo drenaba su energía, mientras que las decisiones estratégicas—las que realmente importaban—se acumulaban en su lista de pendientes.

"Sé lo que debería estar haciendo", admitió, "pero de alguna manera, sigo postergándolo". El problema de Josh no era reconocer el valor del tiempo, sino afinar su enfoque, construir una nueva mentalidad y asumir sus prioridades con intención.

Pasamos la mañana analizando su enfoque y elaborando un plan. Juntos, diseñamos un marco de acción que combinaba principios prácticos con un cambio de perspectiva, pensado para frenar la procrastinación y crear las condiciones para un progreso significativo. Josh salió de nuestra reunión con una estrategia clara para inclinar la balanza a su favor. Así fue como lo logró—y así podés hacerlo vos también.

1. Priorizar las acciones de alto impacto

La procrastinación suele disfrazarse de productividad. La agenda repleta de Josh era prueba de ello: estaba ocupado, pero no era eficaz. Objetivos clave como asegurar financiamiento, refinar su estrategia y construir relaciones con inversores quedaban relegados mientras se enfocaba en tareas menores.

Desarmamos su lista de pendientes y la reconstruimos en tres pasos:

  • Identificar lo que realmente importa. Josh definió los tres resultados que determinarían su éxito en el próximo trimestre.
  • Ordenar las tareas según su retorno. Cada tarea fue clasificada por su impacto potencial y el esfuerzo requerido. Las de alto impacto y bajo esfuerzo iban primero.
  • Eliminar distracciones. Las tareas innecesarias fueron automatizadas, delegadas o eliminadas por completo.

Este proceso reveló una verdad impactante: el 60% del trabajo diario de Josh tenía poca relevancia en sus objetivos a largo plazo.

La procrastinación suele disfrazarse de productividad.

En este punto, debés hacerte muchas preguntas. ¿Qué intentás lograr? ¿Qué estás postergando que deberías estar haciendo? ¿Qué es importante pero no urgente? ¿Qué es lo que realmente te está frenando? ¿Cuál es el peor escenario posible? ¿Qué es lo que más temés que suceda?

2. Reformular creencias limitantes

La reticencia de Josh a abordar tareas clave no se debía a falta de habilidades, sino al miedo y la duda. "¿Y si lo hago mal? ¿Y si no soy capaz?", confesó este exvicepresidente de ventas. Porque vender productos de una empresa no es lo mismo que vender los propios. Estas creencias limitantes lo mantenían estancado.

Trabajamos en reescribir su diálogo interno:

  • Reconocer los pensamientos paralizantes. Josh hizo una lista de sus miedos y dudas.
  • Construir el opuesto positivo. Por cada miedo, formuló un contrapunto realista. "¿Y si fracaso?" se convirtió en "El fracaso es información para mi próximo paso".
  • Tomar microacciones. Dividir tareas abrumadoras en pasos tan pequeños que fueran imposibles de fallar generó inercia y construyó impulso. "Contactar inversores" se transformó en "Escribir un correo a un inversor antes de las 7:00".

Preguntate: ¿Qué miedos y patrones antiguos te están frenando? Escribilos, desmontalos y da un pequeño—ridículamente pequeño—paso adelante.

3. Aprovechar las relaciones para generar suerte

La suerte no llega a los pasivos. Josh tenía una red valiosa de su pasado corporativo, pero no la estaba aprovechando. Su miedo al rechazo lo mantenía al margen, esperando que las oportunidades lo encontraran. Spoiler: no sucedió.

Trabajamos en transformar sus relaciones en catalizadores de oportunidades:

  • Reconectar con intención. Josh contactó a su red con actualizaciones relevantes y pedidos concretos.
  • Ofrecer antes de pedir. Compartía ideas, consejos y apoyo antes de solicitar presentaciones o retroalimentación.
  • Cerrar el ciclo. Cada conversación terminaba con pasos claros a seguir, asegurando que la inercia no se diluyera.

Un simple correo a un excolega se convirtió en una reunión de café con un inversor, lo que derivó en una posible financiación. "Al principio sentía que estaba molestando", dijo Josh. "Resultó que la gente quería saber más y ayudar", agregó.

4. Desarrollar una mentalidad de crecimiento

El pasado corporativo de Josh había arraigado en él un miedo al fracaso, sofocando el potencial de su startup. Experimentar le parecía riesgoso, pero en el mundo emprendedor, el riesgo es el precio de entrada.

La importancia de adoptar una mentalidad de crecimiento.

Trabajamos en fortalecer su mentalidad de crecimiento:

  • Celebrar avances. Cada logro, por pequeño que fuera, se convertía en un hito.
  • Reformular los desafíos. Los errores eran datos, no fracasos.
  • Fomentar la reflexión. Revisiones semanales reemplazaron las mensuales, manteniendo los aprendizajes frescos y aplicables.

Josh empezó a ver los desafíos como oportunidades de mejora, en lugar de obstáculos a evitar.

Retorno es igual a impacto dividido por esfuerzo

El cambio de Josh no fue magia, fue matemática. Ahora te toca a vos: ¿qué mejor momento que este para dejar de procrastinar y crear tu propia suerte?

 

*Con información de Forbes US.