¿Solo cambiando una estructura vamos a desbloquear la innovación y lograr los resultados de negocios que buscamos?, se escucha a menudo dentro y fuera de nuestros espacios de conversación en la organización. Si cambiar la estructura es sinónimo de cambiar el centro de gravedad de nuestros procesos internos para anclarlo en las necesidades de aquellos a quienes servimos como compañía, si es mover la toma de decisiones lo más cerca posible de nuestros clientes, si es minimizar la planificación y fomentar la acción, si es alentar ciclos rápidos de identificación de objetivos, ejecución y revisión de impacto, si es relevar a los líderes del rol de control y volcarlos a habilitar equipos de trabajo como coaches… entonces sí, quizás vale la sobresimplificación de decir que estamos cambiando las estructuras y esperamos ver un gran impacto en la innovación y creación de valor. Y saber que es mucho más que cambiar la estructura.
Hoy, el mundo nos demanda y da la oportunidad de innovar a través de vínculos y sistemas de relacionamiento diferentes en tanto la tecnología disponible amplifica exponencialmente esas posibilidades. Por otra parte, las personas esperamos de las compañías propósitos que nos motiven y procesos que nos habiliten y faciliten el camino para transformar la promesa de una visión en la realidad de alguien más.
Como en tantas compañías, en Bayer buscamos acelerar nuestro ritmo de innovación para atender necesidades crecientes en ámbitos de la salud y la alimentación con un talento increíble, y una cultura que se enorgullece y moviliza por nuestra misión Salud para todos, Hambre para nadie. Esa es nuestra esencia y también es el motor de la nueva identidad que ya estamos gestando.
Aun así, hay algo del sistema (léase: esa compleja mezcla de políticas y procedimientos interminables, ciclos de revisiones y aprobaciones, estilos de liderazgo que fueron moldeando una cultura de control y reporte) que se interpone a diario y nos va alejando de esas aspiraciones elevadas, acallando motivaciones y hasta naturalizando la idea de que el sistema nunca cambiará. Pero los resultados de negocio tienen ese poder de shock que nos deja en claro que seguir operando tal como lo hemos hecho asegura una performance que ya no es suficiente y que nuestra capacidad de maniobra es reducida en un mundo que impone otra velocidad y toma de riesgos.
Así, la necesidad de cambio emerge sin sutileza y, con ella, la elección de ir tras un cambio radical que reestablezca nuestra performance como compañía, genere flexibilidad estratégica para impulsar el crecimiento y coloque al sistema al servicio de la misión y las personas (no al revés).
Necesitamos ser reflejo y comprender mejor la diversidad de aquellos a quienes servimos.
Es en ese lugar donde el cambio es urgente, el plazo es corto y la acción es hoy, la apuesta fuerte es a la autonomía y la creatividad colectiva, activando formas de trabajo a tono con lo que buscamos generar. En este nuevo modelo de trabajo, las funciones tradicionales se transforman en equipos autogestionados guiados por una misión, se discontinúan aquellas actividades que no están estrictamente alineadas con nuestra visión, se definen ciclos de trabajo cortos que nos permitan evaluar impacto, aprender y ajustar la dirección más temprano que tarde, promoviendo así respuestas más rápidas para las demandas de nuestros clientes, accionistas y colaboradores.
Así como una organización jerárquica y con elevada burocracia no es el espacio hacia donde la diversidad de talento e idea gravitan, simplemente porque el sistema tiende a favorecer lo conocido y similar, exactamente lo opuesto sucede cuando decidimos organizarnos en pos de la innovación y la satisfacción de las necesidades de clientes. Puertas adentro necesitamos ser reflejo y comprender mejor la diversidad de aquellos a quienes servimos y del mundo en el que vivimos, simplemente porque cada día nos encontramos más conectados y esas puertas son mayormente imaginarias.
Y todo esto nos entusiasma, nos abruma, nos moviliza… todo a la vez. Ya sentimos que una nueva identidad empieza a emerger y a contagiarse. Y ahí vamos, guiados por una visión que nos activa desde el corazón y el orgullo, acompañados por colegas que alimentan y sostienen altísimos niveles de confianza y colaboración, no sin dudas ni temores, con ellos y aprendiendo. Porque de eso se trata el cambio. De crecer, aprender, moverse, avanzar con otros, cambiar por otros y por nosotros. Pasa en la vida y en las empresas también