Cuáles fueron los inicios de Claudio Drescher, director estratégico de Jazmin Chebar
Cecilia Valleboni Forbes Staff
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A pie, puerta a puerta, tocaba los timbres de las casas vendiendo libros. Claudio Drescher, director estratégico de Jazmín Chebar y presidente de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI), recuerda: “Mi trabajo era ser vendedor: tocaba el timbre, la persona me abría y le ofrecía libros de una editorial”.
El empresario consiguió el empleo cuando tenía 18 años, mientras cursaba la carrera de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Encontró la oferta del empleo part-time a través de un anuncio en el diario, y cuando se presentó en la oficina de la editorial en la calle Viamonte se encontró con muchos jóvenes de su misma edad que también aspiraban a convertirse en vendedores. “Pasé por un proceso de selección y quedé en el equipo de ventas”, cuenta Drescher, que buscó el trabajo para poder terminar de pagar sus estudios y se desempeñó allí durante más de dos años.
Hoy, Drescher es uno de los hombres de negocios que más conocen la industria de la moda. Fundó la reconocida marca de ropa interior Caro-Cuore, desarrolló Vitamina, y en 2002 se asoció con Jazmín Chebar para llevar adelante el plan de expansión de la brand de indumentaria femenina.
“Sin dudas mis inicios marcaron la forma en la que crecí y me desarrollé en la industria”, enfatiza el empresario. Entre los principales aprendizajes, destaca el valor del trabajo en equipo. “Éramos un grupo muy grande de vendedores y vendedoras en distintas zonas del Gran Buenos Aires, y la gente te abría la puerta, te invitaba un té o un mate y te ponías a charlar”, cuenta.
Además, destaca que la experiencia le permitió entrar a un montón de hogares en Castelar, Padua y en barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y charlar con las personas o, como dice Drescher, “escuchar historias”. “Te da mucha calle”, se sincera. Para el empresario esa fue también su escuela de vendedor, algo que siempre le gustó. “Es un desafío enorme convencer a alguien de que compre lo que uno ofrece”, admite.