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Liderazgo

Cómo es la prueba "espinaca" para evaluar programas de posgrado

Diego Pasjalidis Director, conferencista y autor especializado en innovación

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En la actualidad, un número creciente de programas académicos quedan cortos frente a las demandas reales del mercado, un fenómeno que bien podría denominarse "formación espinaca": aparente robustez inicial que, al cocinarse bajo el calor del mundo laboral, se reduce a algo insustancial.

16 Febrero de 2025 08.40

Hoy en día, el mercado está inundado de opciones de posgrados que prometen transformar carreras y potenciar habilidades. Sin embargo, no todas poseen un enfoque estratégico alineado con las necesidades actuales de las organizaciones. La acelerada y permanente digitalización, la rivalidad global, y los desafíos para atraer y retener talento clave, hace que las empresas demanden algo más que simples títulos: exigen profesionales que puedan conectar el pensamiento analítico y las habilidades STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) con una comprensión profunda de la gestión empresarial.

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Es relevante señalar que las empresas no solo valoran las habilidades técnicas y analíticas, sino también la capacidad de integrar conocimientos multidisciplinarios. Una formación que combine STEM con negocios debe incluir metodologías activas, como el aprendizaje basado en proyectos reales, para garantizar la aplicabilidad inmediata de los conocimientos adquiridos. Así, se logra reducir la brecha entre teoría y práctica, y que la inversión en tiempo, energía y dinero repaguen la inversión.

La historia del MBA: de innovador a genérico

El MBA (Master of Business Administration), el estandarte de la educación de posgrado en negocios, fue concebido hace casi 120 años en un contexto industrial muy distinto al actual. Su misión original era clara: dotar a los ingenieros, quienes dominaban los procesos técnicos de las fábricas, de habilidades gerenciales para liderar y gestionar negocios con eficiencia.

Con el tiempo, el MBA evolucionó hasta convertirse en un sinónimo de éxito profesional. Sin embargo, esta masificación también diluyó su impacto. Para un ingeniero, un MBA sigue representando un avance significativo, al complementar sus habilidades STEM con conocimientos de negocios. Pero para profesionales con una formación base en gestión, como contadores o licenciados en administración, el MBA se convierte en una adición redundante, en un título superior pero que no necesariamente eleva su propuesta de valor profesional.

Las organizaciones buscan cada vez más profesionales que no solo entiendan cómo operar un negocio, sino que también sepan implementar soluciones tecnológicas, analizar grandes volúmenes de datos y anticipar disrupciones digitales. Este equilibrio entre habilidades STEM y negocios no es solo deseable; es esencial.

Entre las habilidades que más valoran las empresas en la actualidad se encuentran el análisis de datos (la capacidad de interpretar información compleja para tomar decisiones fundamentadas), la automatización y digitalización (diseño e implementación de sistemas que optimicen procesos empresariales), la ciberseguridad (protección de los activos digitales en un mundo cada vez más interconectado), el pensamiento sistémico (entender cómo las distintas partes de una organización interactúan entre sí y con su entorno) y la innovación estratégica (para identificar y capitalizar oportunidades disruptivas).

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En este contexto, las instituciones educativas también enfrentan un desafío crítico. Muchas universidades tradicionales, con programas centrados en la gestión clásica, han intentado subirse al tren de las STEM. Sin embargo, su enfoque suele ser superficial debido a que la selección de materias y la experiencia formativa están diseñadas para maximizar lo que ya tienen: una base en negocios y gestión, pero con poca o nula profundidad tecnológica aplicable.

La prueba "ESPINACA" para evaluar programas de posgrado

Para ayudar a los profesionales a determinar si un programa de posgrado o maestría ofrece un verdadero valor diferencial o si se trata de "formación espinaca", se propone la siguiente regla mnemotécnica. Cuanto más "espinaca" sea un programa, menor es su aporte al futuro profesional:

  • E - Específico: ¿el programa es demasiado generalista sin abordar problemas y habilidades particulares demandadas por las industrias? Esto es crucial porque las empresas buscan especialistas que resuelvan problemas concretos.
  • S - STEM: ¿Es muy escaso el componente de ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas? Estas disciplinas son esenciales para la innovación y el desarrollo tecnológico.
  • P - Práctico: ¿Ofrece pocas herramientas aplicables directamente en el trabajo? Sin aplicación práctica, el aprendizaje pierde relevancia.
  • I - Innovador: ¿El plan no refleja las últimas tendencias y demandas del mercado? Mantenerse actualizado es clave para competir en un mercado cambiante.
  • N - Networking: ¿Es escasa la conexión con profesionales relevantes y oportunidades laborales? El networking dentro y fuera del aula amplía el horizonte de posibilidades actuales y futuras.
  • A - Adaptabilidad: ¿Tiene una estructura que no prepara para enfrentar disrupciones y cambios rápidos en tu sector? La capacidad de adaptarse asegura la sostenibilidad profesional.
  • C - Costo-beneficio: ¿El retorno de la inversión (en tiempo y dinero) no justifica el esfuerzo? Es fundamental evaluar si los beneficios compensan los recursos invertidos. 
  • A - Autenticidad: ¿La institución que ofrece el programa carece de trayectoria comprobada en el área? La reputación de la universidad garantiza la calidad del contenido.

Cada aspecto puede evaluarse a partir de analizar la trayectoria de la universidad, el equipo directivo y docente, el contenido de cada programa, la opinión de los graduados y el mercado respecto a lo anterior.

Cuanto más afirmativas sean las respuestas a estas preguntas, más probable es que el programa analizado sea "formación espinaca". En lugar de aportar un valor diferencial, estarán limitados a conocimientos que pueden no ser suficientes para enfrentar los retos laborales actuales.

Aplicar esta prueba antes de inscribirse en un programa puede marcar la diferencia para avanzar profesionalmente. Así como la espinaca puede perder entre el 75% y 90% de su volumen al cocinarla, que lo que deje una formación de posgrado sea mucho más que un puñado de conocimientos.

Los profesionales deben ser exigentes con las opciones educativas que eligen. Se trata de invertir en programas que ofrezcan un retorno tangible: habilidades aplicables, pensamiento crítico y un entendimiento profundo de los desafíos y oportunidades del siglo XXI.

En definitiva, la formación de posgrado del futuro debe combinar lo mejor de dos mundos: la profundidad y el rigor de las STEM con la perspectiva estratégica y la gestión empresarial. Solo así los profesionales podrán superar las expectativas del mercado y liderar con éxito en un entorno cada vez más complejo y competitivo. El verdadero reto está en encontrar programas que no solo prometan volumen, sino que también entreguen sustancia. 

 

(*) Diego Pasjalidis es Director de posgrados y maestrías de ITBA, conferencista y autor especializado en innovación. 

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