9La Argentina se convirtió en un ejemplo paradigmático de lo que se conoce como policrisis, enfrentando dificultades económicas, sociales, ambientales e institucionales, en simultáneo y a lo largo de décadas, según define Gala Díaz Langou, directora ejecutiva de CIPPEC. Pero para la directiva del think tank, hay algo distinto en 2024 y que marca un contraste con el resto de las crisis que sufrió el país: un consenso creciente de que sin estabilidad macroeconómica ningún desarrollo es posible. Y también parece que al menos una parte de la población está dispuesta a atravesar una situación más difícil si eso implica salir adelante de una vez por todas.
Soluciones y teorías se plantearon muchas a lo largo de los años. CIPPEC hoy está trabajando en cuatro avenidas para atacar integralmente a los problemas de la Argentina: finanzas públicas sostenibles, educación para el desarrollo, inclusión social y un Estado capaz e inteligente.
¿Cuál es la diferencia de esta crisis que estamos viviendo ahora con respecto a otras del pasado?
Hoy hay un rasgo diferencial muy claro, porque hay un consenso transversal respecto de la urgencia que tiene la necesidad de estabilizar la macroeconomía para que cualquier tipo de desarrollo sea posible. Este consenso es relevante porque atraviesa a todo el arco político y a la dirigencia en un sentido amplio. Estamos todos de acuerdo en que sin una estabilidad macro no es posible alcanzar el desarrollo y hay un creciente acuerdo sobre cómo se llega a ese equilibrio. Argentina sin duda necesita equilibrar las cuentas públicas y para eso nuestra mirada está puesta, sobre todo, en cómo lograr que ese ajuste fiscal que se necesita sea sostenible y perdurable, sin dañar el potencial productivo del país, pero tampoco el tejido social.
El mensaje de las urnas fue claro: la gente estaba dispuesta a hacer ese esfuerzo. Pero ¿hasta cuánto se puede tirar de esa cuerda?
La gente está dispuesta a atravesar un momento más difícil si eso implica una solución a los problemas estructurales y eso es, como se dice en inglés, un big if. Es un condicional grande en el cual es necesario poner un foco enorme. Estamos viendo mayores niveles de desgaste de la paciencia por parte de los mercados que por parte de la población. Es importantísimo seguir construyendo un camino hacia un equilibrio macro, aprovechando esta situación que se tiene por parte de la población, pero teniendo en cuenta que no va a durar por siempre, sino que es necesario tener en cuenta cómo se va a regenerar el tejido social y, sobre todo, el empleo de calidad. Ese foco en la reactivación productiva tiene que ser parte de una estrategia de desarrollo más amplia, desde la que en CIPPEC venimos trabajando hace décadas. Argentina tiene todo, y eso no se traduce en calidad de vida para la población. Para que esto sea posible el primer paso es sin duda la educación. Estamos atravesando una crisis educativa extremadamente profunda: el 98% de los chicos arranca el secundario y solamente el 15% lo termina en tiempo y forma. Es una deuda enorme del presente, pero también un obstáculo concreto a futuro. Es imposible que eso se traduzca en calidad de vida si no resolvemos la educación, por eso es necesario un pacto que ponga a la educación en el punto uno. Este es el primer paso para poder revertir la sucesión de crisis tras crisis que viene enfrentando el país. Muchas veces parece contraintuitivo cuando hay que apagar los incendios pero, en la medida en la que no resolvamos estos problemas estructurales, no vamos a salir de esta situación.
En un contexto del no hay plata, ¿cómo se priorizan estos temas?
Te voy a dar dos ejemplos. Primero, tenemos que equilibrar las cuentas públicas y el principal componente del gasto público es el sistema previsional. Son 10 puntos del PBI, más o menos. Nuestra propuesta no es bajar la jubilación mínima y empeorar la situación de los jubilados, sino que cuatro de los 10 puntos son excepciones, son jubilaciones un 85% más altas que el haber promedio del régimen general y que entran por otras puertas, con edades jubilatorias más bajas y beneficios extraordinarios. Es posible tener un sistema provisional más sostenible y equitativo. La propuesta que estamos trabajando mejoraría la situación del 80% de los jubilados. La clave es trabajar en las excepciones. El segundo ejemplo es el abandono escolar. Hay 180.000 chicos que se alejan del secundario cada año. Venimos empujando la implementación de sistemas que levantan alertas de manera temprana en los casos en que hay riesgo de abandono para poder actuar preventivamente. Venimos trabajando en su implementación hace tres años en Mendoza y Entre Ríos y hubo caídas sustanciales en las tasas de abandono: 6.500 chicos entre las dos provincias que no dejaron el secundario. Ya estamos lanzando en Misiones, Salta y Jujuy, y probablemente lo ampliemos. Esto implica usar la información que ya tiene el Estado de una manera inteligente para aprovechar las políticas públicas ya existentes de una manera precisa.
¿Cómo se usa la tecnología?
Es un sistema de información que todas las provincias tienen, al que se le pone un componente específico de alerta temprana. Es un desarrollo tecnológico que hacemos e incluye cuestiones vinculadas a IA para algunos procesamientos. Lo que sucedía antes era que estos sistemas tardaban en ser cargados y el procesamiento no era sencillo, con lo cual recién se tenía esta información con dos años de demora. Se trabajó muchísimo en las escuelas para cargar esta información en tiempo y forma, y permitir que se levanten estas alertas en tiempo real.
¿Qué autoevaluación se debe hacer de lo que pasa también puertas adentro de las escuelas y de cómo se está preparando a los chicos para el mundo laboral de hoy?
Se vinculan los dos temas porque la principal causa del abandono escolar es la baja percepción de la utilidad del título. Es una percepción errónea, porque, a igualdad de condiciones, un chico que tiene el título secundario después gana en el mercado de trabajo 37% más que uno que no. Hay un valor económico, pero no lo perciben. El objetivo es cerrar esa brecha y que sientan que lo que aprenden en el secundario les sirva para su proyecto de vida, no solo para insertarse al mercado de trabajo. El sistema secundario recibió pocas modificaciones en los últimos 50 años, es necesaria una transformación mucho más integral. Además, cada provincia tiene un entramado productivo particular y va a requerir distintas habilidades. Necesitamos tener esta mirada mucho más localizada según lo que requiere el mercado de trabajo de cada región para informar cómo esas habilidades se pueden incorporar en la currícula.
¿Cuáles son los otros temas urgentes?
Es ineludible estabilizar la macro y el primer paso para la educación es el desarrollo, pero no es posible excluyendo a más de la mitad de la población, que es lo que está sucediendo en Argentina, y sobre todo con un foco tan grande de pobreza infantil. Más de 6 de cada 10 chicos viven y crecen toda su vida en la pobreza y esta es la principal deuda que tenemos como país, pero también se transforma en un obstáculo concreto para el desarrollo. Es urgente mitigar los efectos de la crisis, pero no alcanza: tenemos que potenciar una estrategia de reducción de la pobreza que articule la generación de empleo con la mejora de las condiciones de vida de una manera mucho más concreta, como hicieron nuestros países vecinos. Todos lograron disminuir la pobreza en un marco temporal en el que la Argentina no lo logró e incluso aumentó los niveles. La infancia tiene que ser el corazón de la estrategia de reducción de la pobreza en nuestro país y ahí hay políticas, sobre todo de cuidado para las familias con niños y niñas, que pueden garantizar mejores condiciones para la infancia y tienen un efecto multiplicador. Por ejemplo, que las familias puedan contar con una vacante en un jardín maternal para que puedan salir a trabajar, sobre todo las mujeres, ya que hoy muchas no pueden por tener a cargo el cuidado de sus hijos o nietos. La creación de más espacios de cuidado implicaría brindar la vacante y generar un puesto de trabajo: se generarían 1,2 millones de puestos de trabajo y en un contexto recesivo como el actual es realmente significativo.
¿Y el Estado?
Necesitamos un Estado que funcione muchísimo mejor. La conclusión no es erradicar el Estado, sino que necesitamos un Estado mucho más inteligente. Hoy hablamos de un Estado con anabólicos porque tiene un tamaño que no se condice con la capacidad de resolver problemas, pero esa fuerza la necesitamos y necesitamos que sea genuino, porque si no, no solo no vamos a resolver los problemas que ya tenemos, sino que además se van a ir ampliando otros más incipientes, como el avance del crimen organizado. Necesitamos que el Estado use la información que tiene para tomar mejores decisiones y que esté integrado por personas idóneas con dotaciones planificadas en función de lo que tiene que hacer. En CIPPEC venimos acompañando a varias provincias en la digitalización, porque en Argentina muchas dependencias del Estado funcionan todavía con papel, lo que es un obstáculo para el uso de la información y genera que las decisiones públicas sean de peor calidad. Al acompañar procesos de digitalización, es posible que el Estado tenga más capacidades y que las decisiones sean mejores, siempre en el marco de las instituciones de la democracia. Si queremos tener un futuro mejor y perdurable tenemos que hacerlo a través de las instituciones de la democracia.
La discusión del tamaño del Estado caló muy profundo y polarizó opiniones. ¿Nos estamos acercando o alejando de ese Estado más inteligente y eficiente?
Me parece importante desmitificar algunas cosas. En Argentina, el grueso del empleo público, 80%, es provincial. Si sacamos el 20% nacional restante, el 60% corresponde a fuerzas de seguridad, docentes y personal de salud, o sea, no el empleado público tradicional como el extremo del personaje de Gasalla, sino personas que cumplen funciones que probablemente la población coincidiría en que son muy relevantes. En el Estado nacional son cerca de 300.000 nada más las personas que trabajan en funciones administrativas, hay mucho ruido sobre un número muy pequeño. Nos tenemos que concentrar más en cuál es esa dotación en función de lo que queremos que el Estado haga. Por ahí no es que necesitamos menos gente, sino que el Estado haga más y mejores cosas. Sobre todo a nivel provincial, que es donde está el grueso del problema y de la solución. Si tuviésemos estados provinciales mucho más efectivos e inteligentes, sin duda tendríamos menos problemas. La tecnología permitiría un uso mucho más estratégico de la información con la que cuenta el Estado, que es muchísima y está totalmente subexplotada.
¿Cuál es el rol de los privados?
Es extremadamente necesario que nos hagamos esta pregunta como sociedad. Lo que estamos enfrentando en Argentina no son problemas únicos. Argentina tiene particularidades, pero a nivel internacional se habla mucho de una policrisis, porque es una crisis que tiene aristas en lo social, económico, ambiental e institucional. Es la definición de un problema complejo, wicked problems, dinámico e interdependiente. Para resolverlos se necesita una acción integral. En Argentina, el Estado viene intentando hace décadas accionar sin llegar a las raíces más profundas y de manera descoordinada del accionar del sector privado. Hasta que no logremos entender que necesitamos sí o sí del accionar de los distintos actores no vamos a poder solucionar estos problemas. ¿Cómo vamos a resolver problemas como el hambre sin los Jeff Bezos o los Elon Musk en la mesa? Es imposible, necesitamos no solo a los multimillonarios, sino a las grandes corporaciones y a todo el sector privado como un actor de peso y fundamental, y pensar esta estrategia a futuro que nos lleve a un mundo más sostenible y a una Argentina más desarrollada para poder salir de esta sucesión de crisis. El consenso que hay sobre la estabilización de la macro es un pilar interesantísimo para ir generando esos consensos transversales. El riesgo es que nos quedemos ahí. No alcanza con el equilibrio macro, necesitamos una estrategia de desarrollo por encima de eso: construyámosla en conjunto.