En este imprevisto contexto, las empresas reaccionaron con empatía, y las primeras acciones de filantropía -tan necesarias- se enfocaron en apoyar el acceso a la alimentación y elementos de higiene básicos para las comunidades con menos oportunidades. También se visualizaron casos de apoyo al sistema de salud pública con el aporte de insumos de indumentaria adecuada para el personal sanitario, entre otras contribuciones tan valiosas. Argentina, acostumbrada a los vaivenes, rápidamente reaccionó con respuestas como la aceleración de la telemedicina, la educación virtual y el teletrabajo, entretantas otras acciones.
Algunos ejemplos en los que se vio de manera muy clara cómo las empresas entraron a jugar en la cancha, asumiendo un liderazgo filantrópico, fueron “Seamos uno” y “Argentina en acción”, dos campañas de recaudación de fondos para asistir a los sectores más vulnerables de la sociedad durante esta urgencia.
En simultáneo, sin embargo, el COVID-19 también trajo una gran oportunidad para sumar nuevas maneras de hacer negocios: las compras inclusivas, en las que las empresas incorporaron en su cadena de abastecimiento a actores procedentes de la economía social y solidaria; una manera también de aumentar el alcance de la transformación de cada peso invertido.
Lo más importante que hizo hasta ahora esta crisis fue desarmar los modelos para repensarlos desde una nueva mirada, la que conjuga innovación y empatía bajo un marco de colaboración y valor compartido. Existen casos preexistentes llevados a cabo en numerosas empresas que incorporan bajo sus programas de responsabilidad social el desarrollo de compras inclusivas. Un caso pionero es el de Arcor, que desde 2009 lleva invertidos US$ 3,2 millones en este tipo de acciones. Desde hace años mantiene una relación comercial sostenida con la Asociación Civil El Arca, trabajando con más de 60 mujeres emprendedoras de la industria textil en Mendoza. Sin embargo, esta lógica de intercambio aún está lejos de ubicarse en el core del negocio de la mayoría de las compañías del país.
La experiencia de la pandemia invita entonces a rearmar la propuesta. Fortalecer la cadena de valor hoy implica gestionar negocios cumpliendo con los vectores vigentes de los Objetivos de Desarrollo Sustentable de la ONU. Es un desafío presente, y la coyuntura indica que la alternativa para subsistir y salir a flote (todos) es aunando esfuerzos en el marcode una nueva lógica de interacción productiva y comercial. Alguna vez se dijo: “Sin comunidades saludables, no hay negocios prósperos”.
El consumo ocurre -aún en recesión-, y pandemia mediante, si bien se resienten rubros, otros trabajan a toda máquina para dar respuesta a la demanda. Hoy las compras inclusivas se tornan centrales para sumar nuevos proveedores y en especial para hacer compras con lógica de desarrollo local en las comunidades, tendiendo a fortalecer la trama económica, productiva, social y ambiental. El gran desafío es que se produzca la vinculación entre unidades económicas que se proyectan desde realidades y lógicas comerciales distintas.
Hay que repensar los modelos para conjugar innovación y empatía en un marco de colaboración y valor.
Entonces, en este contexto desafiante, nacen posibilidades de innovación y de gestión de oportunidades que, adecuadamente distribuidas, se convierten en una herramienta de desarrollo económico local. Y cuyo resultado directo es generar fuentes de trabajo, dar lugar a nuevos aprendizajes de cómo ser activos protagonistas de la economía en las comunidades y, en especial, fortalecer la trama social que permite resistir y superar la coyuntura mientras se planifica a mayor plazo.
Pero ¿cuál es el primer paso? Son varios, pero sin duda se empieza por salir de la zona de confort y, al menos virtualmente, también de las oficinas para acercarse a las comunidades productivas. Actualizar la mirada y conocer a los nuevos actores en la economía, es decir, los nuevos productores de bienes y servicios en las cercanías de nuestra operación: cuál es su trayectoria, cómo y cuánto producen, cuál es su rango de precio, etc. Generar una nueva base de proveedores que sume a las nuevas formas asociativas que dan respuesta a trabajadores y trabajadoras de la economía social.
El proceso es un camino, no es inmediato. Y el contexto brinda la excusa para comenzar a transitarlo bajo una óptica que la pandemia nos puso en la cara de manera disruptiva. No se trata de deponer los criterios de compras, ni las condiciones de calidad, sino de priorizar el espíritu de sumar, y trabajar en las conversaciones necesarias que tiendan los puentes para que las compras inclusivas ocurran. Y que ocurran bajo la aplicación práctica de una estrategia de sustentabilidad que debe ocurrir de manera transversal en las operaciones de las compañías.
No importa el tamaño de la empresa. Ninguna está exenta de ser agente de cambio. El contexto es una oportunidad para que las lógicas puedan transformarse de manera profunda y gradual, ya que cualquier decisión “espectacular” podría malograr la mejor intención. Y, en especial, se debe tener en cuenta que no se trata del reemplazo de proveedores históricos, sino de ir sumando con criterios de ampliar la base con proveedores inclusivos.
Tomar la decisión política, definir lineamientos, flexibilizar formalidades para minimizar las barreras posibles son algunos de los pasos a seguir. Concretamente, definir criterios de compra directa por montos, plazos de pago, posibilidad de entregar anticipos de dinero para la compra de materias primas, y avanzar identificando nuevos actores de la economía social para darles el alta de manera que estén listos para el abastecimiento. Y en esta construcción es central la actitud de quienes implementan en el día a día, los responsables de Compras, de Administración y Logística, porque son estratégicos en esta ruta posible. Sin su compromiso, estas innovaciones quedarían en el papel.
Detrás de los productos o servicios que son realizados por proveedores de la cadena de valor inclusiva, hay caras con nombre propio, vidas que cambian para siempre; hay destrezas que se adquieren, hay autonomía, pero en especial sueños colectivos que se cumplen y nuevos sueños de crecimiento por cumplir. Y, del otro lado, consumidores que cada vez más exigen marcas responsables, que estén cerca de las comunidades donde operan. Y por ello serán recordadas, por cómo se manejaron en este contexto.
Implementar, medir, ajustar, aprender, compartir con el partner proveedor y volver a comprar hacen el círculo virtuoso en el que muchas empresas de Argentina ya accionan, generando no solo trabajo y crecimiento, sino también bienestar. Ha llegado la hora de contagiar a la cadena de clientes y proveedores, para que la economía circule, el virus no.