Urbanista y arquitecto, Álvaro García Resta es el secretario de Desarrollo Urbano de CABA, con más de diez años de trayectoria en el gobierno porteño.
¿Cómo se hace en la Argentina para ser urbanista, algo que requiere planeamiento, largo plazo, estabilidad y consensos?
Para ser urbanista en Argentina hace falta convicción. El urbanismo siempre implica pensar a futuro, a largo plazo, algo que no es tan habitual, común o amigable en la Argentina. Entonces, sin convicción es muy difícil. Además, la convicción permite dialogar acerca de temas que no necesariamente en todo el territorio se comprenden de la misma manera. Lo más importante es tener visión de futuro y convicción.
¿Cuál es la principal diferencia a la hora de imaginar las ciudades del futuro o el problema habitacional?
Estamos viviendo una época donde hay un primer gran consenso respecto de los problemas que tenemos que hay que solucionar, y no lo digo solamente en términos locales, en el país todos tenemos más o menos el mismo desafío. Este año se hizo en Buenos Aires la cumbre del C40 de alcaldes, con orientación obviamente hacia el cambio climático, pero se hablaron de un montón de temas. La pandemia sirvió para alinear un poco los objetivos de todos.
Ahí hay un consenso…
Claro, hay un primer consenso de que hay que atender esta serie de temas. El disenso, y sobre todo en términos locales, tiene que ver con cómo llegamos. A veces es muy común quedarse discutiendo el qué y no hacer un doble click en el cómo. En eso, el urbanismo en particular tiene un desafío que es diseñar herramientas e instrumentos, generar las condiciones para que los problemas se resuelvan.
Las ciudades son la expresión física de la vida de la gente. Si uno entiende eso y que en Argentina el 92% de la gente vive en centros urbanos o ciudades, resolver la ciudad es un gran componente de mejora de la vida de la gente. En Buenos Aires hemos logrado exponerlo de manera bastante explícita. Entonces, hay un primer consenso, que es una buena noticia, y varios disensos o desafíos que son el desafío del futuro.
¿Cómo es la atención en los reclamos de los sectores que piden tierras en desuso del sector público? ¿Qué peso tiene esa visión de desarrollo y por qué sería un problema?
Hay una primera cuestión, a la que casi todos subscribimos, que es la idea de que la densidad es sana para una ciudad porque, si más personas viven en un determinado territorio, la infraestructura y todo se hace más sostenible en el tiempo. Cuando uno asume esto, inmediatamente hay que resolver la cuestión habitacional, es decir, dónde va a vivir la gente de una ciudad, y eso tiene desafíos.
El primero es el aspecto físico, dónde en términos reales, qué departamento; lo segundo es la tierra; y, por otro lado, qué instrumentos vamos a generar para que esa persona acceda a ese lugar sobre esa tierra. Es un tema grande porque la demanda es pronunciada y además tenemos otras falencias, como por ejemplo el alquiler, que resuelve parte del acceso a la vivienda pero también está en el centro de la escena producto de varias cosas: probablemente una ley no muy feliz, una macro y una inflación que…
Que obtura el acceso al crédito…
Es un problema realmente multiescalar, y hay que empezar por todos lados. Primero, crear nuevos instrumentos que no pueden ser expropiar al privado para generar tierra como único recurso, sino cómo hacemos para crear nuevo suelo. Soy un detractor de la máxima de que el suelo es finito, se crea y se agrega valor, tenemos sobrados casos en el mundo de áreas en desarrollo. Todos deberíamos suscribir a enfocarnos a una solución en conjunto, cómo hacemos para que más personas puedan acceder a una vivienda en el país, porque no se trata solamente de una ciudad puntual.
En CABA hay desarrollos importantes, como el de Ciudad Deportiva La Boca. ¿Eso da movilidad o no cambia nada? Y, si no, ¿cómo se hace y qué se piensa para eso?
La ciudad del futuro es a escala humana, la protagonista es la persona. La revolución que viene es el cuali y no el cuanti. Hay dos proyectos de escala similar muy grandes: el Parque de la Innovación en Núñez y en zona sur lo que era la ex Ciudad Deportiva de La Boca, ahora Costa Urbana. Era el terreno privado más grande de CABA, de 70 hectáreas, y mediante un convenio urbanístico logramos recuperar 50 para el dominio público.
La infraestructura en sí misma integra parte de la cadena más allá del desarrollo en particular. Pero, además, tenemos que profundizar más en esa herramienta, donde el derivado sería que, en vez de tener 50 hectáreas en un mismo lugar, podamos transferir ese verde a otros lugares casi con la misma herramienta. Esa herramienta de transferencia de infraestructura de un lugar a otro me permite que, agarrando 1 m2 en un lugar donde el suelo vale mucho, pueda comprar 2 donde vale poco.
Es una manera de mostrar lo que decía antes: el suelo es creable, es renovable. Es una herramienta sofisticada, hace falta digerirla en el tiempo. Estas herramientas son las que nos van a dar eso que siempre coincidimos en el diagnóstico, pero nunca nadie aporta una solución. En términos tanto políticos como sociales, hay resistencia incluso para proyectos que demuestran el beneficio en un barrio.
¿Cómo conviven desde el urbanismo las miradas a largo plazo con los problemas acuciantes en temas, por ejemplo, de seguridad? ¿Cómo funciona esta coordinación?
Tenemos un caso muy concreto que es la transformación que hicimos en Plaza Houssay, una plaza históricamente insegura. Dotándola de mixtura de usos, y por ende de mucha más gente, de golpe se volvió un lugar muy seguro para estar. Lo que logra la seguridad es que ves que un montón de gente está haciendo cosas buenas, te sentís seguro. Desde lo urbano es realmente importante. Después, parte del trabajo que hacemos es trabajar con el sector privado para tratar de que esas condiciones sean, por un lado, correspondientes con la demanda del mercado en todas sus escalas.
Todos deberíamos enfocarnos en una solución conjunta para ver cómo hacer para que más personas puedan acceder a una vivienda en el país. No es un problema solo en la ciudad
Pero también logrando cierta asociatividad en que ellos también tengan la convicción de hacer ciudad y no solamente un edificio. Hay una diferencia entre el desarrollo urbano y el desarrollo inmobiliario; el inmobiliario empieza y termina entre tus medianeras y tus líneas municipales, y el urbano considera un derrame hacia el entorno inmediato (o, cuando el proyecto es muy grande, en su entorno más amplio) que hace un círculo virtuoso y retroalimenta todos estos aspectos. Un determinado desarrollo que considera su entorno, que valora la identidad, el arbolado, la iluminación, que hace que una cuadra de golpe se vuelva más segura, agrega valor. Y eso se retroalimenta incluso para el propio desarrollo.
La ciudad por definición obviamente es una construcción colectiva. La participación de la ciudadanía aumenta. El gran cambio que está sufriendo el desarrollador es que antes él hacía lo que podía hacer y ya está, ahora tiene que hacer lo que puede hacer, pero además en consenso con un montón de gente y con su barrio inmediato y no necesariamente es un expertise en el que estén formados. Es un desafío: ser conscientes de que todo lo que hacemos tiene un efecto en el entorno y que, si no hablamos o no nos vinculamos, empiezan los fantasmas.
¿Qué ciudades imaginás cuando soñás con CABA o con el país? ¿Con qué te inspirás?
Estoy muy atento siempre al trabajo que se hace en el resto del país. CABA es singular en el contexto federal, obviamente por ser la ciudad más densa, pero no por ser la ciudad que tenga resuelto el territorio logra sus objetivos. El 92% de la gente vive en ciudades, pero las proyecciones en el mundo son que hacia 2050 el 60% viva en ciudades.
Es una tendencia en el mundo mucho más baja que la actualidad en la Argentina, y eso tiene que ver con ir a buscar oportunidades a los centros urbanos que son más densos y con un abandono de las áreas rurales como suelo productivo y no tanto como elección de modo de vida. Estamos frente a una oportunidad, por eso hay que pensarlo por fuera de la caja, porque no es un tema que podamos ir atendiendo a medida que pasa, sino que ya pasó, y ahora tenemos que ver cómo aprovechamos esa densidad de manera retroactiva y la capitalizamos a nivel federal.
Miro por ejemplo San Nicolás y la transformación que se ha hecho en los últimos años, muy significativa en muy poco tiempo, muy tendiente a la calidad de vida, en contacto con el río, y aprendo de eso. Miro a Rosario; a Mendoza, que es una ciudad oasis, existe por el agua de deshielo y los indicadores dicen que en el tiempo, producto del cambio climático, va a ir disminuyendo. Miro todo, porque la escala de la ciudad te permite ver qué de eso podés aplicar en la tuya.