La historia de Nicolás García Mayor es una montaña rusa desde su infancia hasta su actualidad, como CEO y fundador de Cmax System, una organización que diseña, fabrica y distribuye tecnología habitacional para emergencias, como refugios que se arman en menos de 15 minutos y sirven, por ejemplo, ante catástrofes naturales o guerras. Podés estar en el peor lugar, pero si soñás y ponés lo necesario, con perseverancia y enfoque, se puede, dice desde Washington D.C., donde vive hace ya varios años.
Hijo de un padre colectivero y una madre costurera, sus padres se separaron cuando él tenía ocho años. Él y sus tres hermanos se mudaron junto a su mamá a una casa que solo tenía una habitación. No había otra opción más que empezar a trabajar: juntaba botellas de vidrio en la calle que vendía para comprarse zapatillas o pagar la cuota del club para hacer básquet, asistía a su hermano electricistas en obras y se ocupaba de muchas de las tareas hogareñas, porque su mamá trabajaba de día y de noche estudiaba para terminar el secundario.
Gracias a sus ahorros, cuando terminó el colegio secundario tomó la decisión de irse a estudiar Diseño Industrial a La Plata, junto a un grupo de amigos con quienes compartiría el alquiler. Corría el año 1998. Nunca había visto a un diseñador industrial, pero me metí en la carrera y me apasionó. Como le pasa a cualquier artista, pude volcar ahí todo el poder de la creatividad. Podía estar días sin dormir hasta no resolver algo, recuerda García Mayor, que en paralelo a los estudios combinaba diferentes trabajos, como ser portero del edificio en el que vivía.
En 2001, cuando Argentina atravesaba su peor crisis económica de los últimos tiempos, sus amigos dejaron La Plata, porque no podían seguir pagando el alquiler. Pensó en seguirlos y hacer su tesis a distancia, pero fue en ese momento que se le ocurrió la idea de lo que después se convertiría en Cmax System. Cuando sucedía alguna catástrofe natural, veía a la gente en las carpas y pensaba que tenía que haber otra solución. Cuando contaba mi idea, me decían que no era algo de mi profesión, que se lo dejara a los arquitectos, cuenta. Decidido, encaró un proceso de investigación.
Pero, en el medio, se quedó sin lugar donde vivir. Tenía un contacto: el dueño de una prepaga a la que le había hecho trabajos de diseño, que tenía un hospital abandonado. Necesitaba un techo. Me dijo que sí, así que elegí un piso de los cuatro que había: la sala de radiología. Llegué con un pedazo de colchón y una lata de pintura, la limpié y la pinté. Tuve que poner luz, calefacción. No es fácil pasar noches a oscuras en un hospital abandonado. Tenía 21 años y eso templó muchísimo mi carácter. Es una determinación que me sigue dando escalofríos ahora, admite.
Unos años después, se recibió con la tesis de Cmax y su proyecto fue declarado de interés provincial. Pero hizo un pivoteo: vendió lo (poco) que tenía y se fue a vivir a España, donde ya estaba instalado uno de sus hermanos. En Barcelona, se convirtió en director de Diseño de una compañía y después emprendió con su hermano. Pasé del hospital abandonado a vivir enfrente del Mediterráneo. Pero me di cuenta que no era feliz. La pasé mal. Necesitaba encontrarme de vuelta, así que volví a Argentina, cuenta. Al tiempo, decidió retomar su carrera profesional y, desde un cyber, armó AR Estudio, un estudio de diseño que llegó a trabajar con empresas como Petrobras, Cargill y Macro. De nuevo pasé de tocar fondo a armar una empresa. Me compré una casa. Me iba muy bien. Tenía 27 años y una buena vida, pero quería volver a enfocarme en la ayuda humanitaria, dice. De hecho, creó Fundación AR, para ayudar a distintas instituciones como comedores y hogares para personas mayores.
Un día, a través de Cancillería, llegó un llamado de la ONU, para pedirle que presentara Cmax, su vieja tesis universitaria. Explotó. Llegué a presentarle el proyecto al Papa, dice García Mayor. Pero él traía una enseñanza: A los dos años de volverme de España, mi hermano falleció. Ahí me di cuenta que uno no se muere cuando se muere, sino cuando deja de soñar. No me animo a vivir sin sueños. Eso es lo que lo empujó a cambiar de rumbo cuando no estaba contento con su vida.
En 2016 me llamaron del BID para dar una charla en Washington D.C., porque había interés de inversores en desarrollar Cmax System. Cerré mi empresa y me fui con una mochila, sin papeles y sin saber inglés, explica. Su prioridad fue asegurarse la estadía (consiguió una green card de habilidades extraordinarias) y luego armar la compañía. Empecé a vender lo que tenía para mantenerme. Teníamos un contrato con una empresa francesa pero se cayó. En 2017, me quedé sin plata. Quería seguir siendo emprendedor y necesitaba aprender inglés, dice García Mayor. Con lo último que le quedaba en la tarjeta de crédito, se compró un auto y empezó a trabajar como conductor de Uber.
En 2020, pandemia de por medio, se reactivó la posibilidad de que Cmax creciera: se había pensado justamente para situaciones límites como esta, por ejemplo, expandiendo los espacios de los hospitales. Así que viajó a Perú, donde se alió con una fábrica y empezó a producir los sistemas de refugio de emergencia, que también cobraron especial importancia cuando se desató la guerra entre Ucrania y Rusia. De hecho, García Mayor viajó a Ucrania a llevar sus refugios, donde estuvo dos meses. El refugio es una especie de container que se despliega y se arma en menos de 15 minutos, convirtiéndose en un mini casa, con unidades sanitarias, kit de supervivencia y diferentes configuraciones de tamaño.
Hoy, Cmax System es una organización que exporta a siete países y, además de Perú, está abriendo fábricas en Dubai y Estados Unidos -en este país, es en una fábrica de Michigan a través de una alianza con una compañía que también invierte en Cmax. Será para afrontar la demanda: tiene más de 600.000 unidades solicitadas. Así, el negocio se estructura según las diferentes demandas. Por ejemplo, las ONG y los gobiernos de los países son quienes hacen encargos para situaciones humanitarias. Pero, además, les venden a organizaciones, que usan el diseño para generar refugios o viviendas en obras alejadas (como las de minería o petróleo), glamping o retiros. En este caso, cada 10 unidades vendidas, Cmax System dona una.
Cmax System está valuada, según datos del mercado, en US$ 50 millones. Entre los próximos pasos, la compañía lanzó un equity crowdfunding, opción que García Mayor prefería antes que salir a buscar una ronda de inversión tradicional con venture capital. Buscamos levantar US$ 5 millones. Estamos en el punto más bajo de crecimiento. La proyección es, en dos años, ser unicornio y, en cinco años, hacer un IPO y cotizar en Nasdaq. Esta es una empresa, que en términos de portfolio, en los momentos más complejos del mundo es cuando mejor le va a ir. Si estoy haciendo dinero es porque se está ayudando, asegura. Los países tienen que estar preparados para lo que pueda pasar y qué hacer con las personas en caso de que suceda. Tenemos que ser resilientes, concluye.