Un veterano de Silicon Valley quiere frenar al coronavirus con drogas para otras enfermedades
Steve Kirsch, un emprendedor y genio de la computación, sabe muy bien lo que es superar grandes desafíos con soluciones creativas. Fascinado por las computadoras desde chico, trabaja en el rubro de las ciencias de la computación y la ingeniería hace más de 50 años. Fundó más de siete empresas ?entre ellas Propel Software, Mouse Systems Corporation, Frame Technology Corporation e Infoseek?, todas dedicadas a mejorar el software y la tecnología informática.
Kirsch también es conocido por sus iniciativas benéficas para diversas causas ambientales, médicas, locales y de seguridad planetaria; es tan prolífico en esto que en 2003 Hillary Clinton le entregó el National Caring Award.
Esas iniciativas adquirieron un cariz personal el 11 de agosto de 2007, cuando Kirsch anunció en su sitio web que le habían diagnosticado macroglobulinemia de Waldenström, un cáncer de sangre raro. Kirsch enfrentó una situación que para otros habría sido devastadora con su típico entusiasmo: trabajó con científicos de renombre mundial para desarrollar un tratamiento experimental. Su actitud abierta y su creatividad dieron frutos cuando, para su sorpresa y placer, uno de esos tratamientos funcionó.
Cuando apareció la COVID-19, Kirsch reconoció sus vulnerabilidades como persona inmunocomprometida y la oportunidad de marcar la diferencia gracias a su fortuna. Ya había notado la eficacia y la practicidad de usar drogas ya fabricadas y aplicarlas a otras dolencias, y así fundó el COVID-19 Early Treatment Fund (CETF), la única organización del plantea que busca los remedios y tratamientos con más potencial para reducir las tasas de internación y fallecimientos si se los administra con suficiente anticipación.
Actualmente, el objetivo es juntar US$ 30 millones para seguir financiando a los científicos que están desarrollando remedios de prevención. La táctica está dando resultado: hasta la fecha, el CETF consiguió financiación para ensayos clínicos con drogas como el interferón pegilado lambda, un tratamiento para la hepatitis D, y mesilato de camostat, un inhibidor de peptidasa que se usa para tratar la esofagitis por reflujo y la pancreatitis crónica. También está juntando fondos para financiar los ensayos para la COVID de remdesivir, un antiviral de amplio espectro fabricado por Gilead Sciences, y favipiravir, un antiviral de Toyama Chemical que hoy se usa en Japón para tratar la gripe.
“Tal como los inversores, uno no debe invertir en una sola cosa”, afirma Kirsch. “Estamos identificando las mejores iniciativas para financiar y buscando las mejores oportunidades para bajar las tasas de internación y de fallecimientos, porque si podemos mover la aguja ahí, sería tremendo”.
Autor: Aaron Kwittken
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