Una de las palabras clave de esta pandemia fue teletrabajo. Muchos se encontraron por primera vez frente a Zoom, teniendo que crear documentos online, asignando tareas en Slack, entre cientos de actividades realizadas con el fin de continuar la actividad laboral de la forma más normal posible desde el hogar.
Tengamos en cuenta que hace muy poquito tiempo, en 2017, solo el 3% de las empresas argentinas implementaban el home office y el 7,8% de los trabajadores realizaban tareas asociadas al teletrabajo, según la Encuesta de Indicadores Laborales de ese año, que relevó 3.432.791 trabajadores y 64.695 empresas en 12 aglomerados urbanos del país.
Todo cambió con la llegada del COVID-19. El 62% de los empleados en relación de dependencia y profesionales independientes pasaron a trabajar con la modalidad de home office, y se estima que el 40% de la fuerza laboral podría no volver a la oficina, tal como indica un informe de Opinaia basado en 1.200 encuestas realizadas en el AMBA.
Sin embargo, estas prácticas no son nuevas para la industria del software. No nos resultan desconocidas, y de hecho en muchos casos incluso ya se habían convertido en una rutina cotidiana desde hace bastante tiempo. Varias de las empresas tecnológicas trabajan para el exterior, además de los profesionales freelance. Así, es habitual que un equipo esté compuesto por colaboradores del interior del país, de CABA y del exterior.
El constante desarrollo de la industria y sus tiempos sumamente ágiles exigen una adaptabilidad máxima. No solo por su vertiginosa evolución, sino porque también la falta de talento capacitado hace que los recursos humanos sean un factor muy importante, aún más que en otros mercados. Por eso, los cambios y requerimientos que demandan son relevados con suma atención: en su momento, fuimos uno de los primeros segmentos en trabajar por objetivo. Luego, los home offices avanzaron hasta lograr puestos completamente remotos. De esta manera, cuando llegó la pandemia contábamos con una experiencia sin igual para poder continuar las labores.
Entonces nos enteramos de un proyecto de ley para regular la actividad. Por supuesto, como siempre, nos pusimos a disposición para brindar nuestros conocimientos en el tema. Pero nos encontramos con una idea que no compatibilizaba con la realidad.
Desde el primer momento, y luego durante su paso por Diputados y Senado, quisimos acercar la voz de toda la industria, para que no se convirtiera en una burocratización de la modalidad. Sobre todo, porque algunos puntos pueden frenar cualquier buena intención sobre el tema. Por ejemplo, diferenciar quiénes realmente hacen teletrabajo de quienes asiduamente optan por practicarlo, o cuestiones como considerar que esta modalidad se realiza desde el domicilio del empleador, solo por mencionar algunas cuestiones.
Lamentablemente se dio a entender que estábamos en contra del teletrabajo. La realidad es justamente todo lo contrario. La industria apuesta por lograr empleo de valor, de calidad, en blanco, con el aporte al Estado y que, además, continúe generando una industria del software inclusiva, igualitaria y que democratice las oportunidades de crecimiento personal con empleo de calidad. Por eso queríamos colaborar para crear en conjunto con todos los actores empresariales y gubernamentales una legislación exitosa.
Sabemos que quienes optan por el teletrabajo lo hacen por encontrarse en lugares remotos, para compatibilizar otras áreas de su vida, así como para lograr una atención que a veces no se tenía en los antiguos formatos de oficina. Un modelo híbrido, que rote entre el home office y espacios de encuentro, sería el formato ideal. ¿Por qué? Porque de esta manera se logran instancias de intercambio, para así compartir la experiencia de seniors a juniors, por ejemplo.
Finalizado el aislamiento social, preventivo y obligatorio, se contaba con 90 días para dar inicio a la reglamentación de la ley. Y aquí estamos ahora. El teletrabajo es una realidad, por eso entendemos que es importante lograr la reglamentación. De lo contrario, puede producirse una corriente de trabajo freelancer hacia el exterior, que deje al país sin un marco legal para esta modalidad, sin contenido, y solo con generación de ingresos irregulares en aquellos que logren esas contrataciones. El futuro llegó, y estamos para acompañarlo.