Psicología: por qué el autocontrol no siempre es bueno para la salud mental
Mark Travers Psicólogo estadounidense egresado de la Universidad de Cornell y la Universidad de Colorado Boulder.
Mark Travers Psicólogo estadounidense egresado de la Universidad de Cornell y la Universidad de Colorado Boulder.
Tenemos muchas vías para distraernos de nuestros objetivos. Ya sean las redes sociales, los últimos cotilleos de los famosos o los teléfonos de nuestros bolsillos, la sociedad moderna creó sistemas atractivos para nuestro entretenimiento que pueden dificultar que nos centremos y seamos conscientes y constantes en nuestros objetivos.
Por eso, el rasgo de autocontrol, que es la capacidad de regular nuestros comportamientos para alcanzar nuestros objetivos, es cada vez más importante. En un mundo en el que la gente es cada vez más propensa a esas distracciones, tendemos a poner el autocontrol en un pedestal, alabando a quienes lo tienen y criticando a quienes no.
Aunque este rasgo puede ser una herramienta útil para hacer frente a las distracciones, hay algunas consecuencias negativas que pueden afectar a las personas que no se permiten ser impulsivas y despreocupadas de vez en cuando.
A continuación, dos peligros potenciales de no ceder nunca a los pensamientos impulsivos.
Por lo general, las personas se inscriben en programas que mejoran el autocontrol cuando creen que pueden ser propensas a la violencia. Sin embargo, estos programas rara vez funcionan como se pretende, según revela un reciente trabajo publicado en Social and Personality Psychology Compass.
El metaanálisis, realizado por el psicólogo social David Chester, de la Virginia Commonwealth University, repasó varios trabajos y estudios centrados en el autocontrol, la violencia y la agresividad para descubrir que, a pesar de lo que creíamos en el pasado, potenciar el autocontrol no es un método viable para reducir el comportamiento agresivo. Más bien, la agresividad puede ser un producto del éxito del autocontrol.
En cuanto a la actividad cerebral, Chester descubrió que la agresión iluminaba el córtex prefrontal, que es la sede principal del autocontrol. La corteza prefrontal es donde se lleva a cabo el pensamiento de orden superior: la planificación, la toma de decisiones y la resolución de problemas.
Es más, las personas vengativas suelen planificar sus ataques meticulosamente para maximizar y sincronizar a la perfección la violencia o la agresión hacia las personas que les hicieron. Esto requiere mucho autocontrol.
Cuando consideramos los tipos de personas que suelen cometer actos violentos, la gran mayoría tiende a tener tendencias psicopáticas. A pesar de su psicopatía, se sabe que estos individuos desarrollan su capacidad para regular sus comportamientos y acciones en la adolescencia.
Por tanto, la idea de que la falta de autocontrol explica una racha violenta no es toda la verdad. Más bien, el autocontrol debe entenderse como una herramienta para hacer frente a determinadas situaciones (como estar rodeado de distracciones digitales) que exigen regular los impulsos.
Otras veces, como cuando nos sentimos vengativos con los demás, está bien ceder a nuestro instinto, que puede disuadirnos de cometer actos de venganza.
El autocontrol es esencialmente una serie de decisiones. Cada vez que ejercés el autocontrol, estás tomando la decisión de elegir la gratificación a largo plazo en lugar de las ganancias a corto plazo y gastando parte de tu energía mental en el proceso.
Con el tiempo, esto puede conducir a una condición conocida como fatiga de decisión, que puede conducir a decisiones erróneas que potencialmente podrían causarnos daño.
Un estudio clásico dirigido por el psicólogo social Roy Baumeister y publicado en el Journal of Personality and Social Psychology demostró experimentalmente cómo los individuos que ejercían autocontrol para evitar la tentación de los bombones abandonaban más rápidamente una tarea analítica que se les planteaba a continuación, en comparación con aquellos a los que no se les pedía que ejercieran autocontrol en torno a los bombones.
¿Podría deberse la decisión de abandonar una tarea difícil al hecho de que los individuos que ejercieron su fuerza de voluntad para resistirse a los bombones habían agotado su "jugo cerebral", dejándoles con una energía mental insuficiente para perseverar en la tarea?
Este fenómeno quedó ilustrado, en el mundo real, en un estudio realizado por Jonathan Levav, de Stanford, y Shai Danziger, de la Universidad Ben-Gurion. Los investigadores descubrieron que los jueces eran más propensos a conceder la libertad condicional a primera hora del día, presumiblemente porque tenían más energía para tomar decisiones.
A medida que avanzaba el día, y los jueces se agotaban mentalmente de tomar una decisión tras otra, disminuía el porcentaje de concesiones de libertad condicional.
Esto demuestra que, incluso con la mejor de las intenciones, el esfuerzo constante de autocontrol puede provocar fatiga en la toma de decisiones, reduciendo nuestra capacidad de tomar buenas decisiones y llevándonos potencialmente a actuar de formas que normalmente evitaríamos.
El autocontrol, como herramienta mental, tiene su lugar en nuestras vidas. Es un rasgo vital que nos ayuda a alcanzar nuestros objetivos y a regular nuestros comportamientos, pero recordá que, como en todas las cosas, la clave está en el equilibrio. Es esencial saber cuándo ceder a nuestros deseos espontáneos y cuándo ejercer el autocontrol.
Al lograr este equilibrio, podemos aprovechar plenamente el poder del autocontrol sin caer en sus posibles trampas. No se trata de descartar el autocontrol, sino de utilizarlo sabiamente y reconocer que, si la situación lo requiere, ser despreocupado y espontáneo puede ser igual de valioso.
*Con información de Forbes US