Una antigua carta del matemático y físico Albert Einstein podría haber descifrado interesantes pensamientos sobre los sentidos de los animales incluso antes de que se presentaran al mundo pruebas empíricas siete décadas después. La carta, escrita a un ingeniero curioso en 1949, arroja nueva luz sobre sus esclarecedores puntos de vista sobre los pájaros, las abejas y sus vínculos con la física.
La consulta original del ingeniero Glyn Davys, que quien inició el diálogo entre ambos, se perdió, pero a juzgar por la respuesta de Einstein, la pregunta de Davys tenía que ver con la percepción animal y lo que ésta puede decirnos sobre el mundo físico.
“Es posible que la investigación del comportamiento de las aves migratorias y de las palomas mensajeras pueda conducir algún día a la comprensión de algún proceso físico que todavía no se conoce”, escribió Einstein al final de su breve carta.
Una vez más, tenía razón
Más de 70 años después, sabemos que la corazonada de Einstein era acertada. Las pruebas sugieren ahora que las aves pueden percibir el campo magnético de la Tierra gracias a unos fotorreceptores especiales que tienen en sus ojos y que son sensibles a los cambios sutiles del campo magnético del planeta. Esto es lo que les permite migrar miles de kilómetros sin perderse.
Otros animales, como las tortugas marinas, los perros y las abejas, también muestran una extraña capacidad para percibir los campos magnéticos de nuestro planeta, aunque no necesariamente a través de los ojos.
“Es asombroso que [Einstein] concibiera esta posibilidad, décadas antes de que las pruebas empíricas revelaran que varios animales pueden efectivamente percibir los campos magnéticos y utilizar esa información para la navegación”, escribieron los investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde la carta fue donada recientemente.