Laura Barnator estudió en el colegio Carlos Pellegrini y se recibió como licenciada en Ciencias de la Computación de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Además, cuenta con un posgrado de Gestión Comercial en el ITBA. Tuvo su primera experiencia profesional a los 20 años, cuando se desempeñaba como programadora en una consultora que desarrollaba sistemas administrativos. Desarrollaba sistemas, hacía el relevamiento de las necesidades de los clientes, el diseño de la base de datos, la programación, el entrenamiento y la implementación, rememora la hoy gerente general de Unilever Argentina y Uruguay.
En ese entonces trabajaba como maestra de recreación en campamentos de adolescentes y decidí que era momento de comenzar a trabajar en el área que estaba estudiando, así que renuncié a los campamentos y comencé el camino en mi profesión, cuenta Barnator. En aquellos años, su principal objetivo era absorber la mayor cantidad de aprendizajes posibles y poner en práctica todo lo que había aprendido en la universidad.
Estaba en tercer año de la facultad y todo era muy teórico. Entonces, esta experiencia me sirvió para poder poner en práctica los conocimientos, destaca. La ejecutiva asegura que esa experiencia fue muy valiosa, porque la acercó a la formalidad de un trabajo profesional. Un gran aprendizaje fue el relacionamiento con diferentes tipos de clientes. Escucharlos, entenderlos, traducir lo que querían en procesos y sistemas, enfatiza.
De hecho, recuerda uno de los proyectos que tuvo, que fue diseñar el sistema administrativo para un instituto de inglés. Fue un gran desafío entender cómo era el funcionamiento y establecer contacto con ellos. Además tuve la posibilidad de hacer el proyecto del principio hasta el final, cuenta.
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Esa experiencia también le sirvió para entender lo que era tener un jefe, en una empresa chica y con un estilo de liderazgo que era más usual encontrar en esos tiempos. En un momento la empresa empezó a tener unos problemas y me ofrecieron otro trabajo de otro lugar y decidí irme. Cuando le avisé a mi jefe, en lugar de intentar retenerme, se enojó porque me iba. Pero, más allá del momento puntual, yo ya no sentía un desafío y decidí cambiar de trabajo, concluye.