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Agustina Besada es codirectora de Unplastify, una empresa social que tiene como misión cambiar la relación humana con este material cuyo reciclaje, asegura, es solo parte de la solución. Su objetivo: acelerar procesos sistémicos de desplastificación.

11 Abril de 2021 11.00

Desplastificar: “La acción progresiva de minimizar el uso de plásticos descartables de manera sistémica”. Quizás la definición del término aún no figura en la Real Academia Española; sin embargo, Agustina Besada procuró acuñarlo para su uso en el marco de las acciones que lleva adelante con la empresa social que cofundó: Unplastify. Su objetivo es nada más ni nada menos que cambiar la relación de los humanos con el plástico.

Flamante emprendedora incorporada a la red de la organización internacional Ashoka, que potencia a más de 3.700 innovadores sociales alrededor del mundo desde hace 40 años, el objetivo de Besada y el de su equipo es “simple” (al menos en su enunciación): desplastificar un millón de personas en cinco años. Esto significa reducir en un 20% su consumo de plástico descartable, lo que equivaldría a 10 millones de toneladas de plástico evitado (una cifra de extremo impacto, considerando que cada año ingresan en el océano 8 millones de toneladas). 

La pregunta es: ¿cómo lo hacen? “Acelerando procesos sistémicos de desplastificación con individuos, organizaciones, empresas y gobiernos, minimizando el uso de plásticos descartables a través del rediseño de hábitos, operaciones y normas”, dice Besada, con una impronta de convicción casi palpable en su voz.

“El plástico es un material increíble”, dispara, generando un poco de confusión ante quien pudiera ser su audiencia. “Nos ayudó a desarrollarnos. Lo que siempre señalamos es que nuestra relación con él presenta una gran contradicción, que no es mala en sí misma, sino que está un poco fuera de control”. ¿Dónde está el problema? En utilizar un material casi eterno en productos que usamos unos minutos y tiramos. Y, detrás de ello, hay un costo escondido, o no tanto, que no se está teniendo en cuenta y está asociado a su disposición final. “No hay que eliminar el plástico de nuestras vidas, sino que hay que ver cuándo es necesario y cuándo podemos reemplazarlo”. En definitiva, según plantea, hay que tener una discusión muy franca sobre el problema y sobre sus posibles soluciones.

Desde que era joven, Besada participó como voluntaria en programas de reciclaje. Pero no fue hasta sumarse a un centro de reciclaje en Brooklyn, mientras estudiaba para obtener su Maestría en Gestión de la Sustentabilidad en el Earth Institute de la Universidad de Columbia, en Nueva York, que realmente pudo “caer”, al igual que las montañas y montañas de plástico que “caían” en el centro. Empezó como voluntaria y terminó como directora, sabiendo que el 91% de los residuos nunca llegarían a reconvertirse. “No están armados los sistemas de incentivos para que este material se reinserte en la economía”, asevera. Había llegado la hora de la verdad y desplastificar.

Quiso empezar a lo grande, con un mensaje que pudiera oírse fuerte y claro. Junto a su marido y dos amigos más, decidió subirse a Fanky, un velero nombrado en honor a Charly García, y comenzar su cruzada de desplastificación, cuyo rumbo la llevaría más allá del océano. Navegó por el Atlántico con la intención de tomar muestras para estudiar y generar conciencia sobre la contaminación en el océano por plásticos. De hecho, se hicieron más reales que nunca todas esas noticias e imágenes de animales que año a año mueren con bolsas y redes que se encuentran en sus estómagos.

“Entonces, ¿cómo se cambia la relación del ser humano con el plástico?”, preguntó Besada a numerosos científicos y especialistas con los que se reunió. La respuesta que le dieron fue la misma: educación. Y así ella y su socia, Rocío González, idearon su propio plan. Con un grant de US$ 7.500 que recibieron de National Geographic, armaron los Desafíos Unplastify, un proyecto educativo que hoy se desarrolla en secundarias de Argentina, Chile y Uruguay. La clave está en que sean los mismos estudiantes los que diseñen estrategias para desplastificar sus colegios. Y ahora trasladaron esos objetivos a las empresas.

El mecanismo es el mismo: “Generar agentes de cambio internos para que ellos sean quienes desarrollan las estrategias y las implementen”. La clave, según Besada, está en actuar sobre tres niveles. “El más cultural (de los hábitos, de la conciencia, de la información); el operativo (cambiar procedimientos, procesos, productos, servicios); y en el nivel de las normas (que a veces tiene que ver con una política interna, con regulación nacional). Y el objetivo en este último caso es sistematizar”, dice, enfatizando.

“NO HAY QUE ELIMINAR EL PLÁSTICO DE NUESTRAS VIDAS, SINO VER CUÁNDO ES NECESARIO Y CUÁNDO PODEMOS REEMPLAZARLO”.

Como todo camino deja rastros, para comenzar la ruta de la desplastificación en las empresas, el inicio consiste en evaluar la huella del plástico. “Trabajamos con las operaciones internas o a nivel externo, es decir, sus productos, explica. Vemos cuál es el trade off y hacemos el análisis de las alternativas y costos asociados a cada cambio. Una vez realizado el diagnóstico, se busca el engagement con los empleados, que se organizan para pensar y diseñar soluciones e implementarlas. Y, así, se generan modificaciones en licitaciones, en proveedores, en compras, comunicación, etc. Al ser parte y diseñar estas ideas, al final son más apropiadas”, agrega. Ya trabajaron varias empresas locales y multinacionales, acompañando en el proceso de implementación y buscando que los cambios generados sean permanentes y sistémicos.

“Es fundamental que las empresas se sumen a desplastificar. Si no lo hacen y no modifican sus prácticas, no se empieza a generar un cambio cultural dentro de ellas para que los mismos empleados puedan tomar decisiones alineadas con un nuevo paradigma”, señala.

En tan solo dos años de existencia, Unplastify evitó más de 60.000 kg de plástico y recuperó más de 20.000 kg. Trabajaron con nueve empresas en dos países y reportaron una facturación de $ 4 millones. "Las empresas no son las únicas que tienen responsabilidad en la problemática del plástico. Somos todos. Y todos los distintos tipos de actores. Por eso también impulsamos los Desafíos Unplastify en Políticas Públicas, para impulsar regulación a nivel nacional y municipal para minimizar progresivamente el uso de plásticos descartables", dice. Pero también, señala: "Aprendemos mucho de cómo el sector corporativo piensa y se comporta. Las empresas tienen escala y admiramos los modelos de compañías que piensan de esta manera. Y en Unplastify pensamos igual en términos de escalar el impacto. Hacia allá vamos", concluye. 

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