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La NASA encuentra evidencias de un océano subterráneo en una luna que orbita el planeta Urano

Jamie Carter

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Ariel es una de las 27 lunas que orbitan Urano, el séptimo planeta desde el Sol y el tercero más grande del sistema solar.

22 Agosto de 2024 12.46

Nuevas observaciones del Telescopio Espacial James Webb de la NASA sugieren que una luna helada alrededor de Urano podría tener un océano subterráneo de agua líquida.

Ariel es una de las 27 lunas que orbitan Urano, el séptimo planeta desde el Sol y el tercero más grande del sistema solar. Es una de las cuatro lunas que han despertado el interés de los científicos en su búsqueda de agua en el sistema solar; las otras son Umbriel, Titania y Oberon.

Su nombre proviene de un personaje de "La Tempestad" de William Shakespeare, mientras que Titania y Oberon llevan los nombres de personajes de "Sueño de una noche de verano" del mismo autor.

Dióxido de carbono

Como parte de un proyecto planificado denominado "Lunas de Urano", los científicos utilizaron el telescopio (TEJW) para observar las cuatro lunas durante 21 horas, buscando rastros de amoníaco, moléculas orgánicas, agua y hielo de dióxido de carbono.

Se cree que es poco probable encontrar hielo de dióxido de carbono en Urano porque, a esa distancia del Sol —20 veces más lejos que la Tierra— debería convertirse en gas.

Sin embargo, se encontró que la superficie de Ariel, que presenta cañones, surcos y regiones lisas, contiene hielo de dióxido de carbono, particularmente en el lado de la luna que mira en la dirección opuesta a su órbita.

¿Océano líquido?

El origen del hielo de dióxido de carbono sigue siendo un misterio, pero el artículo de investigación —publicado en The Astrophysical Journal Letters— sugiere que podría provenir de un océano líquido bajo la superficie de Ariel. Otra teoría es que el hielo de dióxido de carbono en Ariel se produce por la descomposición de moléculas debido a la radiación en el campo magnético de Urano.

Los investigadores también encontraron monóxido de carbono, la primera vez que se detecta en Ariel. “Simplemente no debería estar ahí”, dijo Richard Cartwright, autor principal, del Laboratorio de Física Aplicada de John Hopkins en Laurel, Maryland. “El monóxido de carbono sólo es estable a temperaturas inferiores a 30 kelvins [menos 405 grados Fahrenheit, lo que equivale a -242.78 grados Celsius]”. La temperatura promedio en la superficie de Ariel es alrededor de 65 grados Fahrenheit más cálida.

Actividad geológica

Los océanos subterráneos son intrigantes, pero no inusuales. Existen en Europa, Ganímedes y Calisto, tres de las lunas más grandes de Júpiter, y en Encélado, Titán y Mimas en Saturno. Los océanos subterráneos fascinan a los científicos porque solo se cree que los mundos con actividad geológica tienen alguna posibilidad de albergar océanos.

Se cree que el hielo de dióxido de carbono en Ariel se produce por procesos químicos en el océano subterráneo y escapa a la superficie a través de grietas en su hielo, posiblemente en forma de plumas.

La investigación también encontró indicios de carbonatos en la superficie de Ariel, minerales que solo pueden formarse cuando el agua interactúa con la roca. “Si nuestra interpretación de esa característica de los carbonatos es correcta, entonces se trata de un resultado bastante importante porque significa que tuvo que formarse en el interior”, dijo Cartwright. “Eso es algo que absolutamente necesitamos confirmar, ya sea a través de futuras observaciones, modelos o alguna combinación de técnicas”.

¿Misión hacia Urano?

No se sabe mucho sobre Ariel. La sonda Voyager 2 de la NASA lo fotografió en 1986 durante su recorrido por los planetas, pero solo se capturó un tercio de su superficie. Las pistas de que Ariel, y otras lunas de Urano, son geológicamente activas y posiblemente mundos oceánicos son una de las razones por las que los científicos astronómicos han recomendado una misión de la NASA.

El Orbitador y Sonda de Urano (UOP, por sus siglas en inglés) es un concepto para una misión que explore el sistema de Urano. Las oportunidades de lanzamiento están previstas para principios de la década de 2030, y el viaje llevará entre 12 y 13 años. Si la NASA decide enviar una misión, deberá actuar rápidamente, ya que es vital una asistencia gravitacional de Júpiter, algo que solo es posible cada 12 años aproximadamente.



*Nota publicada originalmente en Forbes US

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