Ingeniero informático graduado en la UBA, Marcelo Cavazzoli estuvo relacionado con la creación y gestión de productos tecnológicos desde temprana edad. Fanático de las computadoras, a los 16 años comenzó a crear páginas web y monetizarlas con anuncios. Pero su primer trabajo formal fue como desarrollador de software en Clarín.
Estaba haciendo un final de Algoritmos y Programación III, al terminar me sobraba un tiempo y le sugerí al profesor algunas modificaciones al enunciado de uno de los ejercicios. Saqué un 10 y él se quedó sorprendido por la corrección del enunciado, me invitó a una entrevista de trabajo y ahí fue que me reclutó, rememora sobre cómo llegó a formar parte de Argenprop, el portal de inmuebles del grupo, haciendo frontend y backend. Programaba el código de la página web del buscador de propiedades tal como se lo conoce, describe Cavazzoli, que en ese momento tenía 20 años y cursaba segundo año en la Facultad de Ingeniería.
De esa experiencia, cuenta Cavazzoli, el mayor aprendizaje fue haberle dado la confianza para entender sus capacidades, y lo impulsó a renunciar al trabajo en relación de dependencia y ponerse de lleno a emprender en tecnología. De hecho, hubo un disparador. Un día entró el nuevo director -jefe de mi jefe- y tuvimos que ponernos todos de pie. Yo no quería y mis compañeros me hacían señas para que lo hiciera. Recuerdo que dio el peor discurso que escuché hasta ahora, que funcionó como el puntapié inicial para que renunciara muy poco tiempo después -explica-. El discurso decía que a partir de ese momento teníamos que pensar todo el día en el proyecto, hasta cuando íbamos al baño. Eso me desmotivó muchísimo. Y lo peor de todo es que tenía que ir de camisa, zapatos y cumplir horarios, cuenta entre risas.
Era el más joven del equipo y el que siempre proponía actividades. Una fue un desafío para todo el equipo: había que construir una app mobile en un mes y presentarla. Solo dos lo terminaron y años después ese otro chico se convirtió en socio en una startup.
Cavazzoli siguió su camino y en 2013 creó Lemonatio, una software factory donde se diseñaron más de 30 apps y juegos, lanzando a su vez 3 startups in-house; la que mayor éxito tuvo fue Venti, una ticketera para eventos y pagos cashless. En 2018 participó en la hackathon mundial de Ethereum, donde ganó uno de los premios, y ahí decidió crear Lemon (Borja Martel Seward se sumó al proyecto como cofundador en 2020), con el sueño de acercar la revolución de las criptomonedas a América Latina.
Hace poco recibí un mensaje de uno de los chicos con los que trabajé en Argenprop para felicitarnos por la Serie A y me recordó una anécdota: cenando en un restaurante en Puerto Madero, me quedé mirando un edificio y le dije: 'En algún momento voy a construir una compañía y voy a estar en un edificio más alto que este'. Ahora me cuenta que él en ese momento pensó que estaba un poco loco, pero por respeto se mantuvo en silencio ante una aspiración tan grande, cuenta.