Mientras se encontraba trabajando en Winter Park, una ciudad cercana a Orlando en Estados Unidos, Jesica Butman descubrió un lugar que le cambiaría la vida. “No se veía nada, solamente una recepción con dos chicas en las computadoras que te daban una tarjeta prepaga donde te ponían crédito. Recién ahí pasabas al local”, recuerda. Y agrega: “Una vez dentro, era increíble. Había máquinas de vino por todos lados, más de 100 o 150 etiquetas diferentes para probar separadas por región, tipo de vino, etc. Muchos eran vinos carísimos que no podíamos comprar pero sí probar en una degustación o una media copa. Me volví loca y me pregunté cómo no existe algo así en Argentina, con la cultura vitivinícola que tenemos nosotros. Ahí me quedó la idea en la cabeza”.
Faltarían un par de años para que Butman llevara esa idea a la Argentina. Al finalizar la secundaria estudió hotelería y pasó varios años fuera del país. De hecho, luego de Estados Unidos pasó dos años en Bahamas, su último destino antes de regresar al país. “Cuando vuelvo, sabía que quería relacionar al turismo con el vino pero no sabía cómo. Empecé a estudiar y a relacionarme con gente y en una salida me encuentro con mi prima, que hoy en día es mi socia. Le dije que tenía esta idea para emprender y ella también quería lo mismo. Ahí empezó el camino que nos llevaría a crear Newine”, explica Butman a Forbes Argentina.
Los orígenes de Newine
Newine nació hace 11 años con Jesica Butman y Chantal Kleinman. En un principio, buscaron fundar un winebar con las máquinas que Butman había visto en Estados Unidos pero con el tiempo descubrieron que su oportunidad de negocio estaba en fabricar los dispenser que tienen la capacidad de almacenar el líquido hasta 21 días sin que pierda sus características.
- ¿Cómo llegan a desarrollar el primero?
- La primera idea fue traer la máquina del exterior pero en ese momento estaba Guillermo Moreno y no dejaba entrar absolutamente nada. Entonces, caduca ese intento pero sabíamos que esto acá tenía que funcionar así que, testarudas y emprendedoras de alma como somos, nos la pusimos a fabricar. Nos comunicamos con un ingeniero industrial que inventaba cosas que no se podían traer por las trabas de exportación o no existían. Nosotras hicimos la investigación porque había muy pocas empresas que hacían máquinas similares en el mundo, una en Estados Unidos y otra en Italia, y luego de mucho trabajo terminamos con un prototipo.
- ¿Cómo se financiaron?
- Al principio nos fondeamos con recursos propios y distintos concursos en los que participamos con el emprendimiento. Eso nos puso en marcha pero luego de pasar por varias fábricas tercerizadas entendimos que necesitábamos un lugar propio para producir. Teníamos que poner el pie en el acelerador porque podían venir de afuera o alguien con más plata a vender las máquinas. Pero no queríamos a cualquier inversor. De hecho, desistimos de varias propuestas importantes de bodegas y empresas hasta que llegamos a un grupo de cuatro inversores ángeles, que tenían una empresa de etiquetas para vinos y con los que hoy todavía tenemos relación porque confiaron en nosotras, que invirtieron US$ 250 mil. Con eso empezamos nuestra propia fábrica. Ahí estuvimos cuatro o cinco años y el año pasado nos mudamos a la planta actual, ubicada en La Paternal, que nos permite más producción, mayor nivel de certificación y otros procesos necesarios para crecer.
- ¿Producen a pedido o por stock?
- Justamente eso está cambiando. Al mudarnos, nos fuimos agrandando de a poco y, al día de hoy, hacemos absolutamente todo menos lo que es la parte metalúrgica. Pero todo el resto, lo hacemos nosotros: refrigeración, electrónica, neumática, mecánica, control de calidad, servicio técnico, postventa, etc. Hoy no es algo masivo. Si bien en el futuro queremos que sea masivo, a nuestra planta la consideramos como boutique. De hecho está armada de esa manera y todo apunta hacia ese lado, desde la estética hasta la forma en que trabajamos y el servicio, que es súper personalizado. Así que hoy estamos con una capacidad productiva de aproximadamente 100 equipos por mes. Por otro lado, trabajábamos a pedido pero ahora que nos agrandamos, la idea es tener stock porque muchos clientes quieren la máquina en el momento.
- ¿Cuánto valen las máquinas?
- Teníamos cuatro modelos pero hoy reducimos a tres. Hay planes para desarrollar más máquinas pero hoy hacemos foco en lo que tenemos. Sin IVA, nosotros tenemos un IVA del 10 y medio porque son bienes de uso, van de $ 400.000 la de dos botellas, la de cuatro botellas $ 760.000 y la de 8 botellas, $ 1.150.000. Son precios que con la tecnología que tenemos, no se consiguen en el mundo.
- ¿Qué tipo de tecnología sumaron?
- Siempre estamos pensando en desarrollar nuevas cuestiones. Viendo las posibilidades de todo lo relacionado a la nube, las redes sociales y la interacción con el usuario, vimos que todo esto tenía que relacionarse de alguna manera. Lo que buscamos es operar la máquina a través de una pantalla táctil, que es como todos hoy utilizan todo hoy en día, y desarrollamos nuestra propia aplicación. Como la pantalla tiene wifi, lo que logramos es que se conecte con la nube. Así se pueden poner qué vinos hay en máquina, cuánto líquido queda, te avisa cuándo hay que reponer y te da estadísticas. Pero nos faltaba la interacción con el usuario por eso dentro de poco sale una app móvil para conectarse con otros usuarios y obtener datos propios de consumo. Con esto, lo que apuntamos es poder construir la comunidad de vinos más grande del mundo.
- Buscan llevar la Big Data a la industria del vino…
- Sí. Los usuarios van a poder escanear un QR y les va a quedar la información. De esa manera, va a poder recordar qué tomó, en dónde, si le gustó o no y otros datos importantes. Eso nos lleva a tener una base de datos enorme, que es un Big Data muy importante que apunta a ser el futuro de Newine. La máquina va a terminar siendo una herramienta y lo que va avalar más que nada es la información.
El futuro de Newine
Actualmente la compañía cuenta con un staff de 30 personas. Además, tienen presencia en todo el país, en los países limítrofes, en México, Panamá, Venezuela y Estados Unidos. “Tenemos planes de crecimiento porque la idea es expandirnos por todo el mundo”, señala Butman a Forbes Argentina.
- ¿Qué tipos de clientes tienen?
- Es súper versátil lo que la máquina puede hacer y los usos que uno le puede dar. Según como la gestiones, puede ofrecer diferentes servicios. Por eso nosotros tenemos clientes que son bodegas, tanto para ellas mismas como para distribuirlas entre sus clientes para promocionar sus vinos, vinotecas, que quizás es el primer cliente que tenemos en porcentaje de ventas, hoteles, restaurantes, casinos, cruceros, concesionarias de autos y clientes particulares.
- ¿Cómo es el comprador particular?
- El público es un ABC1. Ojalá en algún momento podamos expandirlo pero hoy es ese segmento. De hecho, en pandemia crecimos mucho porque la gente estaba en la casa y si les gustaba en vino invertían en una máquina que les brindaba estas opciones.
- Mencionabas que tienen planes de expansión. ¿Cómo piensan llevarlos a cabo?
- Hasta el día de hoy, los clientes venían a nosotros pero no salíamos a buscarlos porque no nos daba la producción. Ahora que nos expandimos, la idea es ir a buscar ese mercado. Lo que planificamos es meternos en más países y a través de unos socios estratégicos, que es un cliente de Mendoza, generar una expansión de colocación de máquinas con comodato. La empresa en Mendoza nos compra las máquinas y ellos las colocan en comodato y se quedan con parte de la facturación de esa máquina. La idea es que sea en ciudades del mundo con mucha circulación.
- ¿Cuáles son los objetivos para el 2023?
- Este año tenemos que certificar toda la empresa con ISO 9001, no solo la producción. Y después queremos ampliar un poco más la capacidad productiva y ampliar el mercado internacional. Finalmente, seguir desarrollando tecnología que tenemos en mente.