Durante mucho tiempo el paisaje productivo de la agroindustria argentina fue igual: extensiones enormes de tierra con soja, trigo, maíz y girasol; numerosos lotes de vacas y casonas estilo francés rodeadas de arboledas. Pero, aunque resulte imperceptible para el ojo poco entrenado, en este escenario han sobrevenido diversas oleadas de innovación que impulsaron la producción y modificaron la forma de producir en el “campo argentino”.
La revolución verde con los híbridos, fertilizantes y agroquímicos, la revolución de las pampas con la siembra directa y la biotecnología fueron el primer ciclo de cambios que hicieron más eficiente el uso de la tierra. Luego, con el boom de los feedlots, se sumó la producción intensiva de carne, y recientemente los productores adoptaron la agricultura digital y la agricultura de precisión. La última revolución productiva del campo va de la mano del conocimiento: la telemetría, la biotecnología, la robótica, el blockchain y la Inteligencia Artificial.
Este último giro impulsó a las empresas de maquinaria agrícola a desarrollar tecnologías para hacer más eficiente la producción y puso al campo en la misma mesa creativa que un segmento de la economía mucho más urbano: los emprendedores de la Economía del Conocimiento. No, no tiene que ver con sembrar bits sino con producir alimentos con precisión y ciencia. Se trata de un empresario eficiente y competitivo que innova desde la siembra hasta el modelo de negocios.
La agroindustria argentina es dinámica y diversa. En términos de adopción tecnológica se mezclan y conviven las formas de producción más tradicionales con desarrollos tecnológicos sofisticados. Un paradigma de esto son los números que arrojó el Censo Nacional Agropecuario (CNA) de 2018, según el cual solo el 34% de las explotaciones agropecuarias usan computadoras y solo el 35% tiene acceso a Internet. Si bien las cifras de conectividad y digitalización son realmente bajas, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Argentina es uno de los países de la región que más políticas públicas implementan para lograr la agricultura digital. “Transitamos de la agricultura 4.0 la agricultura 5.0. Hablamos de una agricultura que requiere conectividad”, afirma Rodrigo Alandia, gerente de Marketing de Case HN, la empresa de maquinaria agrícola pionera en agricultura de precisión. En Case HN conocen el problema que representa “no tener señal” y lo que ello significa para los productores, y planean contribuir a lograr más conectividad replicando el espíritu del programa Conectar Agro en Brasil, una iniciativa que une a varias empresas para llevar mejor conectividad al área rural.
Si bien es verdad que la exclusión del mundo rural en materia de conectividad digital es una debilidad productiva, financiera, comercial y hasta educativa que afecta directamente la competitividad de las empresas agrícolas argentinas, el agro se las ingenió para fomentar el desarrollo de un ecosistema agtech que lo provee de innovación, incluso en condiciones adversas. Desde el inicio de la historia del mundo agtech, cuyo hito es la creación de la compañía The Climate Corporate, hasta la aparición de una de las primeras startups agtech nacionales en Solapa4, el ecosistema agtech local creció en fondos, aceleradoras, incubadoras y emprendimientos.
Según datos publicados por la Asociación Argentina de Capital Emprendedor (Arcap), durante 2020 el segmento agtech recibió el 8,8% de los fondos de Capital Semilla, ocupando el segundo lugar de los segmentos específicos, y un 3,7% cuando las inversiones son de Capital Emprendedor. ¿Cuál es el secreto de una industria con desventajas en infraestructura que lograr impulsar la innovación? En 2014, durante el Día Mundial de la Alimentación, el ex jefe de Gabinete del Ministerio de Agroindustria y productor agropecuario Santiago del Solar Dorrego sostuvo que “el secreto mejor guardado de los agricultores argentinos es que no hay secretos entre los productores”. Esta es la premisa que circula entre los empresarios del agro; es la clave en el éxito para impulsar startups involucrándose como testers y mentores de compañías que disrumpen y también una ventaja a la hora de innovar en modelos de negocios.
GESTIÓN ES INNOVACIÓN
Es verdad que los desarrollos más populares están al final de la cadena de productos agroalimentarios. Sin embargo, el agro adopta tecnología en toda la cadena productiva: inicia en desarrollos biotecnológicos, drones, sensores y tractores automáticos, atraviesa los servicios de logística, suma con blockchain para cambiar procesos de medición de calidad de los granos y llega hasta la administración de una empresa agropecuaria. “Al productor argentino no le queda otra que ser sumamente tecnológico por los costos en los insumos y en los impuestos. La maquinaria agrícola ayuda a eficientar y reducir esos costos; por ejemplo, hacer más eficiente el consumo de combustible de tractores y cosechadoras; y, con la agricultura de precisión, los pilotos automáticos hacen más eficientes cada una de las pasadas”, explica Gabriel Tronchoni, gerente de Marketing de New Holland Agriculture.
Como señala Tronchoni, hoy un productor mide su eficiencia en cada una de sus hectáreas y por cada una de sus maquinarias, invierte en conocimiento y produce de acuerdo con estimaciones sofisticadas. Las empresas ponen a disposición esas herramientas. Tanto Case HN como New Holand entendieron que a los productores los obsesiona la eficiencia, miran los indicadores con ojo crítico y ofrecen las plataformas digitales para monitorear la flota, gerenciar los datos y hacer la gestión agronómica en un solo lugar y en diferentes dispositivos.
Gustavo Grobocopatel es uno de los empresarios que lograron transformar la tradición productiva del campo familiar innovando desde adentro, no solo generando herramientas digitales sino transformando su modelo de negocios. Para él innovar es incorporar tecnología, pero también dar un paso más: “Innovación es pensar y hacer las cosas siempre de una mejor manera, entendiendo los tiempos que vivimos, mirando al cliente, los inversores y los grupos de interés”, sostiene.
Los Grobo innovan con equipos I+D por proyecto. Crearon Frontec, una plataforma tecnológica que combina los avances de la ciencia aeroespacial, informática y agronómica para ofrecer soluciones innovadoras y sustentables a toda la cadena de valor. Recientemente lanzaron Maua, una herramienta que, utilizando Inteligencia Artificial, conecta a los productores, ofrece información útil para gestionar su actividad e impulsa la innovación y la tecnología en el agro. “En todas las áreas hay oportunidades. En la relación con los clientes, en la de la gestión y el control, en el procesamiento de la información que permite tomar mejores decisiones”, afirma Grobo. “Cuando el productor o el contratista eligen maquinaria con Inteligencia Artificial, aumentan la capacidad operacional, es decir que, con mayor disponibilidad a campo, ganan entre un 20 y 30 por ciento de productividad”, dice Rodrigo Alandia, gerente de Marketing de Case IH.
Para Nicolás Simonassi, la educación financiera es una deuda pendiente entre los productores que están creciendo y pasan de ser una empresa familiar a ser una pyme, o incluso para aquellas que quieren dar el salto a ser una empresa grande. A partir de detectar este problema, Simonassi creó Siembro, una plataforma fintech para el agro que opera en Argentina desde 2017 y en México desde 2020. La plataforma nació de la inquietud de Simonassi que, dedicado al negocio familiar de venta de herramientas para el agro, detectó que el financiamiento era un problema. “El agro es una actividad de capital intensivo con flujos concentrados. Eso hace que sea un gran demandante de financiamiento”, sostiene.
Con un perfil mucho más tecnológico, pero también más preocupado por la eficiencia, se define un nuevo tipo de productor: racional, abierto a incorporar la tecnología, sin especulaciones, pero midiendo la retribución.
CIENCIA, MICROCHIPS Y BLOCKCHAIN
Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de innovaciones para el sector agroexportador? El BID clasifica nueve áreas de innovación tecnológica que agregan valor con tecnología a procesos y actividades de la agricultura y la alimentación, ya sea en la producción primaria y secundaria, procesamiento y logística, y finalmente distribución y consumo: nuevos sistemas de producción; mecanización y automatización de labores; genética y protección de cultivos y animales; Big Data y agricultura de precisión; software de gestión y servicios de información y educación al productor agropecuario; plataformas innovadoras de compra-venta, servicios tercerizados y financiamiento; tecnologías en el procesamiento, logística y distribución de alimentos; productos y servicios alimentarios innovadores y bioenergías y biomateriales.
Según el análisis del “Mapa de la innovación agtech en América Latina y el Caribe”, hasta el momento la tecnología se volcó a innovar en el campo y lo hizo mayormente en lo que respecta al trabajo tranqueras adentro, ya sea automatizando tareas o incluyendo nuevos softwares de gestión. En la misma línea, en 2017 el Banco Interamericano de Desarrollo publicó “Agtech: innovaciones que no sabías que eran de América Latina y el Caribe”, una foto que mostraba cómo se estaban multiplicando las startups agtech en la región.
Ese estudio consignaba 157 emprendimientos vinculados a la innovación del sistema de producción primaria y de alimentos. El informe se complementa con el “Mapa de la innovación agtech en América Latina y el Caribe”, donde uno de los datos más relevantes es que los emprendimientos del vertical agro llegaron en solo cuatro años a más de 450, y que la más alta concentración de estas nuevas empresas está en Brasil (51%) y un 23% en Argentina. La pregunta que surge aquí es obvia: ¿por qué somos los segundos y por qué Brasil está primero? Las respuestas están en el tamaño del mercado de cada país, los ecosistemas emprendedores, el capital emprendedor y la gran cantidad de profesionales dedicados a la agroindustria.
Sin embargo, los avances locales no son nada despreciables. El informe “Las agtech en la Argentina: desarrollo reciente, situación actual y perspectivas”, publicado en 2021 por el Instituto Interdisciplinario de Economía Política de Buenos Aires y CREA (Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola), mostró que las empresas que tecnifican y aportan conocimiento al agro están absolutamente profesionalizadas y que salen al mercado con mucho camino recorrido y pensando en desarrollarse a nivel global. Lo veremos con ejemplos concretos.
A principios de 2021, el Consorcio de Exportadores de Carnes Argentinas informó que las exportaciones de carne vacuna alcanzaron en 2020 las 900 mil toneladas peso res, un 7% de aumento con relación al 2019. Si bien el mercado de la carne no estuvo exento de vaivenes por la pandemia, la ganadería no perdió el brillo que viene ganando desde hace algunos años. Y los emprendedores están sabiendo aprovecharlo.
Virginia Gonella y Martín Tosco piensan que es posible aplicar Internet of Things (Internet de las Cosas) para gestionar parcelas y potreros donde se alimentan las vacas. Algo así como pensar un campo sin alambres. Crearon Bastó, una app y un dispositivo que emite estímulos inocuos, cuidando el bienestar animal. Este contiene, monitorea y arrea el ganado de un potrero a otro, gestionando un pastoreo eficiente y sustentable.
Como sucede en muchos casos, para Bastó, las aceleradoras y los programas estatales de financiamiento cumplieron un rol central en el desarrollo. Nacieron a partir del programa de incubación Greeners de Asetec, fueron acelerados por el Founder Institute 2020, ya cerraron su primera ronda de inversión pre seed por US$ 50.000 y fueron coinvertidos por la Agencia Córdoba IE, en el marco del hub de Innovación Agtech, por un monto de $ 2 millones. Bastó cumple con un requerimiento esencial para cualquier startup que quiera crecer y lograr inversión: piensan a nivel global y tienen como objetivo alcanzar una rápida salida a la región.
Hasta hace dos años, Nicolás Balestrini trabajaba en el Instituto Rosenbusch y Diego Heinrich se abocaba a la producción ganadera. Quien luego sería su inversor ángel los presentó porque conocía el interés de ambos por la trazabilidad de la carne. Un tiempo después, Diego y Nicolás crearían Carnes Validadas, una plataforma de trazabilidad que funciona sobre blockchain: mediante un token le asigna una identidad digital a un animal y así el productor tiene la posibilidad de contar la historia de la producción. Esta startup se lanzó al mercado en plena pandemia y ya cuenta con 25 mil tokenes en animales, 60 establecimientos ganaderos y más de 110 usuarios que trabajan con la información generada, entre ellos, productores y veterinarios.
“En menos de un año llegamos a Arabia Saudita con el QR para las carnes que produce el Establecimiento Pigala”, dice Heinrich, y agrega: “Creemos que este año vamos a crecer hasta llegar a 100.000 tokenes y pensamos en diversificar especies. Carnes Validadas agrega valor a ambos lados de la cadena: a los consumidores, que cada vez más demandan saber de dónde vienen sus alimentos, y a los productores, que quieren demostrar que hacen las cosas bien”.
En el caso de la agricultura, los avances en las maquinarias ya incorporan AI para tener al “mejor operario” sentado en la máquina pero desde la fábrica. En la cosechadora Axial-Flow de la Serie 250 de Case se automatizan el 86% de las acciones que un operador haría en una máquina tradicional. Mediante 16 sensores, la máquina encuentra el equilibrio entre la productividad, la calidad de los granos y la minimización de las pérdidas. “La máquina por sí sola logra ajustar los sistemas de acuerdo con las necesidades del terreno y los requerimientos del producto. Algo humanamente imposible”, dice Alandia.
La sustentabilidad también es un eje de innovación en la cadena agroindustrial, y tanto las startups como las corporaciones están pensando en ayudar al productor a minimizar el impacto ambiental y a mejorar su producción. “New Holand invierte en I+D sobre todo pensando en el impacto medioambiental. Desarrolla activamente combustibles renovables, sistemas de reducción de emisiones y tecnología agrícola sostenible. Tenemos una línea de tractores a gas que el productor puede abastecer con el mismo gas que produce en el campo, y también una línea de tractores eléctricos”, cuenta Tronchoni.
Del lado de los emprendedores, la innovación y la sustentabilidad vienen desde el diminuto cuerpo de una abeja. “Trabajamos para crear una agricultura sustentable de triple impacto económico, al aumentar el rendimiento del productor, la calidad de la cosecha y disminuyendo el descarte de alimentos”, cuenta Matías Viel, creador de Beeflow, la startup que brinda servicios profesionales de polinización a productores agrícolas de Argentina y EE. UU. Esta tecnología, basada en entrenar y mejorar la alimentación de las abejas y estudiar las características agronómicas de los lotes productivos, logra aumentar entre un 20% y un 90% el rendimiento de los cultivos de almendras, arándanos, kiwis y frambuesas y reducir el descarte de alimentos a campo en más de un 60 por ciento.