Casi 700 millones de personas en el mundo no tienen suficiente comida. El cambio climático y los conflictos humanos están agravando ese problema: en los últimos cinco años, 60 millones de personas pasaron a tener hambre. Uno de cada tres habitantes del planeta presenta algún tipo de desnutrición.
En una carrera contra el tiempo, los innovadores están juntándose para aliviar ese sufrimiento de forma ingeniosa y sorprendente en un equipo del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) que junta ideas para alimentar al mundo y darle a la gente los recursos que necesita para autosostenerse.
“Creemos que la gente es capaz de innovar para ponerle fin al hambre”, afirma Bernhard Kowatsch, director del Acelerador de Innovación del WPF. “De hecho, ya adoptamos innovaciones que terminaron con el hambre de cientos de miles de personas, soluciones muy diversas. Pero tenemos que hacer más y necesitamos más ideas”.
Kowatsch señala que al contrario de lo que se cree, el hambre en el mundo no se debe a la sobrepoblación: de hecho, producimos más comida de la que necesitamos. El problema es que se distribuye de manera desigual. Buena parte de la inseguridad alimentaria se deben a la inestabilidad global, que va de la mano con el cambio climático y causa hambre de manera directa e indirecta.
Es un problema urgente: según la revista The Lancet, unos 3,5 millones de niños mueren de desnutrición por año. Los hambrientos no pueden sentarse a esperar a que los países industrializados bajen sus emisiones de carbono para controlar el cambio climático: tienen hambre ahora.
Unidad de innovación
El Acelerador de Innovación de Kowatsch es una unidad especializada del Programa Mundial de Alimentos de la ONU pensada para desarrollar ideas prácticas que cumplan el objetivo del programa llamado Hambre Cero. Hasta ahora, generó 11 innovaciones que según la ONU ayudan a 1,4 millones de personas en todo el mundo, y está llegando cada vez más lejos.
Según Kowatsch, algunas de esas innovaciones son notablemente poco sofisticadas, como la venta de silos sellados (simples tachos de plástico con tapas sellables) a los agricultores. “Por lo general, los pequeños agricultores sufren pérdidas de 40% a 50% después de la cosecha, o sea, pierden la mitad de sus ingresos porque no pueden guardar la comida”, afirma Kowatsch. Esto se debe a la humedad, las pestes y el moho. Después de hacer una capacitación de medio día pensada por el Acelerador, los agricultores pueden comprar silos y bolsas de producción local, lo que reduce 98% sus pérdidas.
Pero en algunas regiones, cualquier clase de cultivo presenta un desafío: la sequedad extrema del Sahara Occidental en Argelia, por ejemplo, vuelve prácticamente imposible cultivar alimentos de forma convencional. Pero H2Grow, otra iniciativa del Acelerador, está permitiendo que los refugiados saharauis cultiven plantas con un nivel mínimo de humedad y sin tierra: usan unidades hidropónicas sencillas para producir cultivos con el 10% del agua que usa la agricultura convencional.
Otra innovación del Acelerado es el uso de tecnología de blockchain para que los refugiados sirios puedan adquirir alimentos y bienes de forma segura en los campos de refugiados usando sus iris en vez de billeteras o bancos. Con el proyecto Building Blocks, el WFP envía fondos a una “cuenta” mantenida en el blockchain, un libro contable encriptado que se distribuye por internet. Cada “cuenta” está vinculada a los datos biométricos de un individuo; en el caso de los refugiados sirios, el iris.
Kowatsch afirma que la idea de su unidad es que todos pueden marcar la diferencia. En 2015, cofundó una aplicación, ShareTheMeal, que ayudó a tres millones de personas a servir 83 millones de colaciones para chicos. Ahora ese proyecto se fijó una nueva meta: servir 800 millones de colaciones en los próximos cinco años.
“La idea que es que hay diversas formas de ayudar”, sostiene Kowatsch. “Con la más básica, alimentar a un niño durante un día sale 80 centavos de dólar. Por lo tanto, todos pueden ayudar a terminar con el hambre”.
Autor: David Vetter
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