Es una de las analistas más requeridas del país y asesora a políticos argentinos y del exterior para sus campañas y estrategias. Pero Ana Iparraguirre cuenta con una ventaja diferencial para el ámbito local. Desde la oficina de su consultora, ubicada en un piso 14, se puede ver la Quinta de Olivos. Con las banderas argentinas de fondo que flamean en la residencia oficial, observa las actuales demandas del electorado y plantea diversos escenarios para el futuro.
¿Cómo ves a la clase política a la hora de escuchar a las demandas del público? ¿Hay una desconexión?
Hay una brecha cada vez más grande entre la política y la gente. En otros países también, pero en Argentina la desconfianza hacia los políticos es enorme. Ese distanciamiento genera que la gente empiece a buscar otras alternativas. Por primera vez vemos que la gente no visualiza un futuro. Hace unos años, incluso en 2001, decían: Estoy muy mal, pero puedo imaginar un futuro mejor para mis hijos. Hoy nadie piensa eso.
¿Qué implica este pesimismo?
Lo que genera, que va más allá de estas elecciones, es que la gente siente que no tiene nada que perder y que puede votar cualquier cosa. Entre ellos, el fenómeno de Javier Milei. Lo que se escucha es no sé si va a ser bueno, pero peor que lo que tengo ahora no puede ser. Hoy el escenario muestra que 9 de cada 10 quieren un cambio. Y más de 6 de cada 10 quieren un cambio radical de rumbo. Esto no pasaba, por ejemplo, en 2015. Daniel Scioli en la campaña hablaba de el cambio seguro. Hoy eso no es así.
¿Esto habla de un giro ideológico hacia la derecha o puede ser hacia cualquier lado?
Lo que estamos viviendo no es un fenómeno ideológico, aunque pueda tener un componente. De hecho, preguntás hoy si la gente quiere más o menos intervención del Estado en la economía y los porcentajes son parecidos a los históricos. Pero, como los últimos gobiernos han sido de izquierda, querer un cambio necesariamente significa girar a la derecha. Pero no es que la gente está saliendo corriendo a abrazar cuestiones de derecha. Hay también muchos fenómenos nuevos que son difíciles de clasificar en el espectro izquierda-derecha. Hay ejes transversales que tienen que ver con privilegios, derechos de las mujeres, aborto o medioambiente. Empiezan a interpelar a la política desde otro lugar, que no sabe cómo reaccionar.
¿Cómo ves al Frente de Todos con sus conflictos internos?
El Gobierno claramente está fragmentado. Es una coalición que se hizo por cuestiones electorales. Su razón de ser no era compartir un modelo de gobierno para la Argentina, sino ganar una elección y contraponerse al modelo macrista. Las dos variables están en jaque. Por un lado, la de ganar una elección, para este espacio con los resultados pobres de gestión pareciera que es cada vez más difícil. En segundo lugar, el modelo macrista pareciera estar cada vez más diluido como una contrapartida, más allá de si va o no va a ser candidato. Pareciera que lo que está emergiendo de ese espacio es diferente a lo que fue el modelo de Macri. Si las dos razones principales de ser de esa coalición están en jaque, nos preguntamos si esa coalición va a poder mantenerse unida de cara a 2023. En términos del Gobierno, ya está quebrado. El bloque en el Senado y en Diputados están quebrados, los ministerios están divididos y el presidente no logra avanzar en la agenda de gobierno.
Aunque el Gobierno esté quebrado, ¿los destinos de Alberto Fernández y Cristina Kirchner están unidos? En imagen, ¿puede separarse?
El intento de la fragmentación tiene mucho que ver con lo que está haciendo Cristina. Para ella es más importante preservar su identidad que ganar una elección. Es un misterio qué hay en su cabeza, pero una de mis pocas certezas es esa. Ante el desafío a su identidad, plantea que puede tener un 20/25% del electorado, el número que sea, pero que es propio. Sabe que no le alcanza para ganar, pero sí para ser la gran decisora y para negociar. Y, si se fragmentan los dos espacios, con ese porcentaje puede aspirar a una segunda vuelta.
¿Que el Frente de Todos esté fragmentado le saca incentivos a Juntos por el Cambio a mantenerse unido?
Totalmente. No es una cuestión ideológica, es matemática. Si la razón de ser de una coalición era electoral, la razón de ser de la otra también. Si no hay un riesgo de que te ganen en primera vuelta y si sos uno de los participantes de esta coalición opositora, ¿por qué vas a ceder tu capital político? Vamos todos por separado, por ahí me alcanza para llegar a segunda vuelta. Y, si no me alcanza, es mío. Al día siguiente de la elección se va a tener que sentar a negociar conmigo. Los incentivos están cada vez más dados para una fragmentación. Vamos a ver si el sistema político tiene la sensatez y los niveles de confianza y de institucionalidad para mantener las coaliciones.
Si la situación internacional y factores externos son favorables y el Gobierno logra encauzar la economía, ¿podría ser competitivo en 2023?
La elección de 2023 está para cualquiera. ¿Puede ganar Macri? Veo un escenario en el que sí. Cristina, Alberto, Manes, Milei, lo mismo. Vamos a una elección abierta como no hemos tenido hace mucho. Si mejora el contexto internacional, las chances del Gobierno van a mejorar. Hay tres supuestos relativamente fijos sobre los que plantear los escenarios. El primero: la gente va a querer un cambio, aunque por ahora no sepamos qué forma va a tomar. Segundo, vamos a estar en una situación económica difícil y la gente no va a estar satisfecha. Tercero, va a continuar el sentimiento antipolíticos. Es a quienes están culpando hoy de todos los males y la política se dedica cada día a darles la razón.
Cuando faltaba más de un año para las presidenciales en turnos anteriores, quienes ganaron no parecían los favoritos. ¿Esto podría jugar en contra de Horacio Rodríguez Larreta?
Hoy no es el que tiene mejor imagen, esos son los más outsiders, los menos políticos, como Milei o Manes. Incluso Bullrich está arriba de Larreta. Es bueno para Larreta que esta minicrisis le ocurra ahora. Lo que la gente valora de un político para un cargo no necesariamente alcanza para presidente. A Larreta le alcanzó para jefe de Gobierno, pero ¿tiene lo que se necesita para presidente? Scioli hizo su carrera en la indefinición y eso le permitía que cada persona llenara los blancos como quisiera. Para algunos era kirchnerista, para otros era promercado de derecha, para otros era el que salía en Gente. Pero en la presidencial no le alcanzó. A Larreta le están cambiando la vara. No tenés que mostrarme que fuiste un buen gestor en CABA. Tenés que mostrar que tenés lo que necesito para que seas presidente.
¿Cómo ves a Juntos por el Cambio? ¿Están más concentrados en su interna que en registrar la calle?
Juntos por el Cambio tiene un problema que está en el nombre. ¿Juntos por qué cambio? ¿Y realmente juntos? Lo que compartían en esta coalición era el antikirchnerismo. Y había un jefe, Macri. Con todos los desafíos que tiene, el radicalismo cuenta con un nivel de institucionalización partidario donde no hay un dueño. Tiene mecanismos democráticos para resolver los conflictos. Pero el PRO no tiene un jefe ordenando ni mecanismos institucionales, y ahora está pagando las cuentas. No se sabe quién manda ni cómo se resuelven las dificultades. Juntos por el Cambio tiene tensiones internas muy fuertes, a lo que se suma un desafío externo, Milei, que empieza a comer parte del electorado. Tienen que tomar una decisión estratégica muy importante: ¿vamos a disputar ese electorado con Milei o vamos a tratar de ampliarlo hacia el centro?
LA IRRUPCIÓN DE MILEI CAMBIÓ LA AGENDA DE DISCUSIÓN DE LA ARGENTINA Y PONE EN EVIDENCIA LA DESCONEXIÓN DE LA POLÍTICA VIEJA
¿Milei es el gran tema de conflicto para Juntos por el Cambio?
La irrupción de Milei hizo dos cosas: cambió la agenda de discusión de la Argentina, y pone en evidencia la desconexión de la política vieja. El PRO cuando empezó era lo nuevo, y hoy tiene una responsabilidad de gobierno igual que el kirchnerismo. Entonces comparten esa responsabilidad sobre el presente espantoso que viven muchos argentinos, y el único que no comparte esa responsabilidad y puede criticar sin que le digan ah, pero Milei es Milei.
Si los que mejor imagen tienen son los menos políticos, ¿a medida que se hacen más políticos pueden sufrir una caída en su imagen? ¿Milei podría tener problemas con cuestiones como sus declaraciones a favor de la tenencia de armas o de la venta de órganos?
Es imposible predecir, pero se puede comparar con casos similares, como Donald Trump o Jair Bolsonaro. Parte de la identidad de estos outsiders es confrontar con el sistema, hacer dudar a los votantes sobre la verdad de los hechos, mostrarse auténticos y disruptivos. Entonces cada controversia era prueba de su autenticidad. Eso fue generando interés mediático y aumentaba el interés en redes sociales. El futuro no siempre se parece al pasado, podría ser distinto el caso de Milei. Pero, si miro el pasado, tengo que pensar que es poco probable que estas controversias le generen un daño a una persona cuya identidad está basada en las controversias.
¿Trump y Bolsonaro son los casos para tratar de entender a Milei?
De esos tres, Milei es el más outsider. Trump venía del sector empresarial, era parte de un sector de un poder establecido. Bolsonaro venía de los militares y había sido diputado. Milei no pertenece a ningún grupo de poder. Estos populismos no son de derecha ni de izquierda, hay una insatisfacción enorme en la gente con la clase política. Este poder que te di para que me representes no te lo confío más, se lo doy a la persona que se parezca más a mí. A este tipo que está enojado, que desconfía del sistema como yo. Ese es parte del conflicto que estamos viendo y de la atracción que tienen los líderes populistas.
En las últimas elecciones sudamericanas hubo segundas vueltas donde se repitió una tendencia: un candidato de izquierda contra uno de derecha populista. Si sigue esta lógica en Argentina, ¿se puede esperar una segunda vuelta entre un candidato del Frente de Todos y Milei o un candidato más extremo dentro de Juntos por el Cambio? ¿Esto dejaría fuera de juego a los moderados?
Esto manifiesta un síntoma de la profunda desconfianza en la sociedad hacia los resultados del sistema político. Por lo cual van por candidatos de izquierda, que promueven una redistribución, o de extrema derecha, que critican al sistema, los privilegios de los políticos, la corrupción, la falta de libertad. Ambos están anclados en una profunda desconfianza en el sistema. Definitivamente es un momento complejo para la moderación. Si tenemos en cuenta que en Argentina 6 de cada 10 argentinos quieren un cambio radical de la situación del país, eso favorece a los candidatos que plantean un cambio de rumbo más drástico. Todo lo que parezca una continuidad refuerza la desconfianza.