¿Y si no la quieren?
Suponiendo que una vacuna contra el coronavirus cumpla los estándares de la OMS, que estipulan que los beneficios de la vacuna deben superar sus riesgos para la seguridad, hay que convencer a la gente de que se vacune. Eso no hay que darlo por sentado: en mayo, una encuesta de Associated Press arrojó que menos del 50% de los estadounidenses planeaba vacunarse contra la COVID-19 si se aprobara y pusiera a disposición una vacuna, resultados similares a los que obtuvo una encuesta del Pew Research Center ese mismo mes.
Según las cifras más recientes, los pacientes y los profesionales de la salud se muestran divididos respecto a si vacunarse y cuándo. Según los resultados, más de la mitad de los que trabajadores de la salud en EE.UU. estaría dispuesta a vacunarse si la vacuna la aprobara la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés). En cambio, el 61% de los pacientes prefiere esperar a que haya pruebas más contundentes de la seguridad y la eficacia de la vacuna.
¿Y si la inmunidad no dura?
Algunas cepas de coronavirus, como las que causan el resfrío común, no producen anticuerpos de larga duración. En cambio, las personas que se recuperan de coronavirus más letales, como el síndrome agudo respiratorio grave (SARS) y el síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS), producen anticuerpos que duran de dos a tres años.
¿Y el SARS-CoV-2, el virus que está causando la pandemia actual? Un estudio publicado en Nature observó que los niveles de anticuerpos decaen ya a los dos o tres meses de contagiarse. Otro publicado en el New England Journal of Medicine el mes pasado observó que los niveles de anticuerpos de los sobrevivientes de Covid-19 bajan rápidamente a los pocos meses y sugirió que quienes se recuperen de la enfermedad podrían perder los anticuerpos al cabo de un año.
¿Y si no funciona?
La gente presupone que gracias a la urgencia y una montaña de inversiones en investigación se obtendrá una cura. Pocos se dan cuenta de que los plazos que se están aceptando para obtener una vacuna contra el coronavirus se basan más en el optimismo de la medicina que en la evidencia científica.
Los grandes laboratorios que están tratando de crear una cura para la COVID-19, como Pfizer y Moderna, están empleando un método que no produjo una sola vacuna de ARNm segura o eficaz contra infecciones virales en más de dos décadas de investigación.
¿Y si aprueban una vacuna pero no sirve para todos?
Muchas vacunas desarrolladas con éxito usan virus desactivados o atenuados (debilitados) y así resultan muy eficaces. Por ejemplo, tres dosis de la vacuna contra la polio tienen una efectividad de casi 100% y una sola dosis de la vacuna contra el sarampión tiene una efectividad de 93% (y dos, más de 97%), según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés).
Pero muchas otras vacunas no están pensadas para brindar una protección vitalicia a casi todo el mundo. Por ejemplo, cada año los CDC realizan estudios sobre la efectividad de la vacuna estacional contra la gripe para prevenir diversas cepas. Como el virus de la gripe muta todos los años, las estadísticas revelan que la efectividad de esa vacuna oscila entre 40% y 60%.
¿Y si pasa algo inesperado?
Una cosa es tener lista una vacuna y otra muy distinta es poder fabricar o aplicar cientos de millones de dosis. Desde cómo aumentar la producción para satisfacer la demanda mundial hasta decidir a quién vacunar primero, hay infinidad de obstáculos posibles.
Autor: Robert Pearl
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