En los últimos años, los vinos orgánicos presentan un crecimiento sostenido en cantidad de litros producidos. Si bien en Argentina el mercado de consumo todavía es bajo, Europa y Estados Unidos impulsan a nuestros bodegueros a apostar por este tipo de elaboración.
Para explicarlo de forma simple, un vino orgánico proviene de viñedos donde no se utilizan pesticidas, herbicidas, funguicidas ni fertilizantes elaborados con agroquímicos.
La búsqueda de un producto más natural y con conciencia acerca del medio donde crece y vive esa uva, la cual también potencia la calidad y pureza del vino. En la Argentina, los viñedos orgánicos representan menos del 2% de las tierras cultivadas y existen sólo 60 productores certificados.
Uno de los pioneros en el país en desarrollo de vinos orgánicos es Ernesto Catena que trabaja con prácticas orgánicas y biodinámicas desde hace más de 20 años. Una de sus primeras líneas fue Ánimal Natural Vineyard, nombre que ya hace alusión al cuidado de la tierra. Hoy en día cuenta con otras dos líneas de alta gama: Siesta en el Tahuan y Tikal Natural, ambos con certificación orgánica y biodinámica.
En 1999, Jean Bousquet llegó a la Argentina desde Carcassone, Francia, para elaborar vinos en el país. Su idea era hacer vinos orgánicos, por eso todos sus viñedos están certificados y es uno de los mayores exportadores argentinos de este segmento. El 90% de sus botellas se va a los principales mercados de Europa y Estados Unidos, todos productos de alta gama.
Juan Pelizzatti es uno de los dueños de Chakana. Compró sus primeros viñedos en 2002 y diez años después comenzó un trabajo a conciencia para recuperar y mantener la armonía de sus suelos, así inició la transición orgánica.
Actualmente es la bodega con mayores hectáreas biodinámicas certificadas del país. Gabriel Bloise, enólogo principal, afirma que sus “vinos deben expresar naturaleza” y cree que “los mejores son los que no llevan la marca de quien los elabora sino de los lugares donde se desarrollan”.
Más allá del aval de las certificaciones, varias bodegas apuestan al cuidado a conciencia del ambiente. Uno de los casos es Kaiken Wines, la bodega de origen chileno con tres viñedos propios en Mendoza.
En su finca de Luján de Cuyo, la producción se rige por técnicas biodinámicas. El dato: de esas tierras provienen los vinos de las gamas más altas, desde Ultra hasta el Mai, el ícono.
Hay quienes afirman que los vinos orgánicos son el futuro de los alta gama, no sólo por el cuidado del planeta, sino porque en ellos se expresa la mayor pureza y calidad del vino. Será cuestión de tiempo para comprobarlo, pero el camino ya empezó.