En un momento en que desde Washington se escuchan quejas de que China roba nuestra propiedad intelectual, la administración del presidente Joe Biden anunció su apoyo al que sería uno de los robos de propiedad intelectual más destructivos en la historia de los Estados Unidos.
Biden declaró que Estados Unidos respalda un plan de la Organización Mundial del Comercio para obligar a las empresas farmacéuticas a entregar la tecnología de la vacuna estadounidense para el Covid-19 a cualquier país o empresa que lo desee. Esto sucede después de que las firmas farmacéuticas gastaron miles de millones de dólares y dedicaron una inmensa capacidad intelectual y tiempo en el desarrollo de las vacunas en tiempo récord, salvando así millones de vidas.
Las implicancias del movimiento de Biden son espantosas. Washington está a punto de destrozar una de nuestras industrias más innovadoras y sin una buena razón.
Para empezar, tal robo no aumentará la producción ni la disponibilidad de las vacunas. El proceso de producción es muy complejo y no se puede apresurar. El Washington Post -que no es un bastión de los principios del libre mercado- declaró: El hecho más destacado es que las patentes no son el cuello de botella central, e incluso si se liberaran no llevarían rápidamente a más inyecciones.
Las compan?ías farmacéuticas están aumentando la producción lo más rápido posible, al tiempo que garantizan la seguridad de las vacunas. Los suministros mundiales serán escasos durante los próximos meses, pero habrá más de 12.000 millones de dosis para fines de 2022. Aquí está la aterradora realidad si no se revierte la medida de Biden: los delincuentes y las empresas con estándares más bajos inyectarán vacunas falsificadas o de baja calidad en el mercado.
Pero son las consecuencias a largo plazo las que son más destructivas. Se necesitan US$ 2.600 millones y una década de investigación y pruebas para llevar con éxito un nuevo medicamento al mercado. Si los políticos que buscan titulares pueden aprovechar las nuevas tecnologías médicas, las empresas y los inversores no comprometerán los recursos y asumirán el enorme riesgo de desarrollar nuevos medicamentos y dispositivos médicos. ¿Por qué someterse a tal proceso si el éxito ganado con tanto esfuerzo se entregará a China y otros en bandeja de plata?
La fuente de innovación farmacéutica se detendrá, o al menos se restringirá severamente. Con una investigación y un desarrollo prometedores en curso en la lucha contra el cáncer, la demencia y otras enfermedades terribles, esto sería realmente una tragedia.
Gran Bretaña, Alemania y Francia están consternados por lo que estamos a punto de hacer y se oponen firmemente a la decisión de la administración de Biden. Además, la biotecnología es una frontera en la que Estados Unidos tiene una ventaja formidable. ¿Por qué destruirlo gratuitamente? La Casa Blanca debe cambiar de rumbo inmediatamente.