Hay una revolución energética en marcha en todo el mundo. Afortunadamente, Argentina está arrancando ese camino.
Las grandes empresas de gas y de petróleo, presionadas por sus accionistas y clientes, necesitan transformarse en compañías verdes. Algunas lo hacen con mucho entusiasmo, como la noruega Statoil, que incluso cambió su nombre para acompañar desde el branding la transformación (ahora se llama Equinor). Otras, como Exxon, Shell y BP, anunciaron iniciativas para disminuir sus emisiones de carbón.
Hay quienes dudan sobre la veracidad de estos proyectos porque creen que se trata, simplemente, de una declamación en sus reportes anuales ante la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos. Pero, sea como fuere, y aun con Donald Trump tratando de frenar el avance renovable, es claro que el panorama energético está cambiando. Si hasta Arabia Saudita, el reino del petróleo, decidió invertir US$ 50.000 millones en parques solares para transformar su matriz energética en los próximos cinco años. Países como Suecia ya superaron sus objetivos para 2030, con más del 60% de su electricidad nacional proveniente de fuentes renovables.
India lidera la transición de la matriz energética y se convirtió en un protagonista central de la lucha mundial contra el cambio climático. La intención del gobierno indio es quintuplicar hasta 170 gigavatios la electricidad procedente de fuentes renovables para 2022.
Las ventas de autos eléctricos aumentan de forma exponencial. Hoy ya circulan por el mundo más de 3,2 millones de estos vehículos. El mundo va camino a poner en la calle más de 25 millones de coches eléctricos nuevos en 2025, y el número de matriculaciones creció un 55% en 2017. China duplicó en 2017 la cantidad de autos eléctricos, que en 2016 ya era de 1,2 millones.
De la actitud que tomen las grandes empresas petroleras del mundo depende su propio futuro. Corren el riesgo de volverse obsoletas si no se actualizan. Así le ocurrió en el pasado a gigantes de diversas industrias. A Blockbuster en el sistema de alquiler de entretenimiento; a Xerox en el mundo de las fotocopiadoras; a Olivetti en el de las máquinas de escribir; y a Kodak en la fotografía. Algunos, aferrados al negocio tal como lo conocen, parecieran no ver la necesidad de innovar y de cambiar.
El sol y el viento son fuentes inagotables de energía y es cada vez más accesible económicamente capturarlas. Y será posible, antes de lo pensado, almacenarlas de forma masiva. La brecha entre el costo de generar electricidad a partir del sol y del viento versus el de los combustibles fósiles se viene reduciendo.
Los que sentimos la inevitabilidad de la transformación de la matriz energética sabemos que estamos atravesando una era de transición en la que vamos a seguir necesitando poner en valor todas nuestras fuentes de energía (particularmente el gas de Vaca Muerta), tanto como nuestros recursos renovables. Y entendemos que nuestro país fue bendecido por una de las mejores radiaciones solares y vientos del planeta.
Es cierto que llegamos más tarde que el resto. Casi todos los países de América Latina están más avanzados que nosotros en la explotación de sus recursos renovables. Pero eso no debería impedirnos ahora recuperar el tiempo perdido. Por suerte, las energías renovables no deberían tener obstáculos políticos, dado que finalmente en 2015 se votó la ley a favor de la transformación de nuestra matriz energética, de forma casi unánime. No hay muchos otros temas importantes en los que, en Argentina, prevalezca el consenso. Tal vez pueda haber alguna demora en la ejecución y financiación de los proyectos, pero la carrera se largó. Y nada ni nadie podrá frenarla.
*La autora es presidente de Luft Energía y socia del fondo Castlelake en el primer parque eólico puesto en producción de Renovar 1 en la provincia de Buenos Aires, junto con Pampa Energía.