Más de 65.000 alumnos distribuidos en las 350 sedes de la Universidad Siglo 21, en todo el país, vieron a cuatro días de comenzar las clases cómo las puertas de esa institución se cerraban para dar paso a la cuarentena preventiva, social y obligatoria que se implementó el pasado 20 de marzo.
Sin embargo, este cambio de modalidad no los agarró desprevenidos. En #ForbesLive, su rectora María Belén Mendé destacó que Siglo 21 se encuentra trabajando en modalidades mediadas por la tecnología desde hace diez años, siendo uno de los pioneros en esta materia. De alguna manera la pandemia llegó para legitimar el uso de la tecnología en la educación que tan cuestionada fue en los últimos años.
Así, con pocos días para adaptarse a una nueva realidad, la universidad llevó a casi sus 3.000 colaboradores al modo home office y a estar integrados para atender a todos los alumnos y sus particularidades. Hay realidades tan heterogéneas que hay que ser empático para entender las inquietudes y necesidades de cada uno de nuestros alumnos, ya que hay gente que quedó fuera del país, fuera de sus localidades o en condiciones familiares que no son las óptimas.
Es por eso que el vínculo entre alumno y profesor hoy se reconvierte desde un lugar más empático. Los docentes deben rediseñar su rol y darse cuenta de que su valor no está en lo que sabe sino en identificar las competencias del alumnado y desarrollarlas.
La educación ya cambió, porque los alumnos demandan aprender de otra manera y desde un lugar mucho más personalizado, que es lo que permiten este tipo de medios, remarcó Mendé. En dos meses, el sector tech invirtió US$ 20 millones, y hay que poner en ponderación cómo todo eso juega en lo académico, con una lógica que responda a las necesidades del alumno y el contexto.
Sin embargo, y aunque el sistema no estaba preparado, reaccionó con máxima voluntad y una rapidez que no era propia, continuando con prácticas centenarias. No hay que rendirle un culto per se a la tecnología. Es relevante, pero te evidencia lo bueno y lo malo. Lo que hizo la pandemia fue mostrar que el ritmo cambió. Era un movimiento que era necesario, destacó.
La directiva también hizo especial hincapié en que el proceso más crítico de toda esta transformación educativa actualmente es la evaluación. Hay que acreditar identidad y tener los máximos niveles de seguridad, dado que el alumno exige ser evaluado tal como antes.
Con el advenimiento de la pandemia, todas las instituciones trataron de tener una solución a como dé lugar. La realidad es que hay una diferencia entre tener una plataforma rígida, que solo sea un repositorio de archivos, papers, etc., y hacer una plataforma que sea una experiencia integral que vaya llevando al estudiante por diferentes circuitos con una lógica pedagógica. Eso lleva mucho tiempo, destaca.
Por otro lado, si hay algo que quedó en evidencia es que las desigualdades a la hora de acceder a la educación a distancia se hicieron notar más que nunca.
El sistema público y el sistema privado de todos los niveles tienen que ser capaz de complementarse. Porque entre uno y otro fuimos incapaces de salir de los bajos índices educativos que tenemos. Como sistema integrado fracasamos, y separados más aún. El acceso en este contexto, donde los alumnos tienen que estar contenidos emocionalmente es clave. No hay elemento más democratizador que un celular, pero ese móvil necesita tener datos, concluye.